𝐒𝐄𝐍𝐓𝐈𝐃𝐎𝐒 ♀♀

C26 "Nuestro hogar"

Como si el tiempo no hubiese pasado, Como si las horas se hubiesen pausado la última noche de amor.
Como si el dolor lo hubiese borrado la vida.

Así estaban, de la mano contra el mundo entero si era necesario. Juntas entraron a esa casa blanca frente al mar, un espacio repleto de paz y armonía

— Bienvenida a casa señora linda.

— Que hermoso lugar, amor — sonrió al ver todo alrededor — tienes un hogar precioso.

— Nuestro hogar si usted me acepta de nuevo Sra. Álvarez — la abrazó por la espalda.

Erika sonrió ilusionada, todo estaba tal cual lo habían soñado alguna vez.

Paredes claras, hermosas plantas alrededor, pisos de madera, luz tenue, cocina abierta; pero lo más cautivador sin duda fueron aquellos cuadros, los de sus primeras colecciones.
Las pinturas adornaban gustosos las paredes de la casa.

— No puedo creerlo.

— ¿Lo dices por los cuadros? — sonrió al verla afirmar llena de ilusión — ¿Conoces la artista? Es una mujer maravillosa, talentosa y muy guapa. Sus obras son tan bellas como ella.

— Si sigues hablando así de la tal pintora esa me darán celos.

Envueltas en risas y besos, de la mano fueron hasta la habitación de la pequeña Erika para verificar que todo estuviera en orden, y así fue, dormía profundamente y las dudas comenzaban a aclararse.

— Puedo predecir esa mirada — sonrió mirando a Erika de reojo — pregúntame lo que quieras.

— ¿Cómo me conoces tanto aún? 

— ¿Crees en las almas gemelas? — acaricio su mejilla mientras afirmaba — Pues eso somos tu y yo, más allá del tiempo o la distancia nuestra conexión es perpetua.

— ¿Por qué tomaste la decisión?

— Te dije una vez que no quería enamorarme y que mis planes si estaba sola era tener un bebé ¿Lo recuerdas? — suspiró — sufrí tanto que necesitaba aferrarme a la vida y ese pedacito de persona me la devolvió — señaló a la niña durmiendo —  Tenía siempre presente tus palabras de que los hijos nos cambian la vida y justo eso necesitaba, un aire fresco para no perderme. Eri ¿crees que sea imposible lo nuestro con mi hija? — cuestionó angustiada

— Nada hará que renuncie a tí Soledad — tomó su rostro — gracias por amarme así preciosa, gracias por tenerme presente en ella, nuestra pequeña. Además ya no soy tan anticuada, leí mucho sobre los tratamientos de fertilidad de los que me hablabas y las familias diversas.

— Eres perfecta ¿sabías? — la besó suave — para que te quede claro, jamás saliste de mi vida y jamás lo harías así no te hubiese vuelto a ver.

— Pero ya todo pasó, estamos aquí, estamos juntas — la abrazó fuerte — somos una familia ahora.

— Tienes razón, pero también estamos saladas aún — sonrío pícara Soledad — ven, vamos a bañarnos.

La tomó de la mano dirigiéndose a su habitación, entre besos se quitaron la ropa algo húmeda y entraron directo al agua tibia que tanto les gustaba.

Entre caricias se enjabonaba una a la otra, pero cada roce, cada mirada, cada beso las llevaba a desatar todos los deseos que durante años habían guardado pensando en la otra.