El roce de su piel.

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Desperté temprano, había tenido pesadillas incesables toda la noche.
Nada más abrir los ojos vi a Alicia completamente dormida y a Ibiza de la misma manera.
Me levanté y me di una ducha, al salir del baño vi a Alicia darle el pecho al bebé.
Yo- Ups, perdón. Creí que seguíais dormidos.
A- Pasa, no pasa nada. -entré, me cambié y me senté a su lado.
Yo- Recuerdo cuando Paula era así...Crecen muy deprisa...
A- Paula era una bebé preciosa aunque no creo que me recuerde.
Yo- Sí, sí que se acuerda de ti. De vez en cuando me preguntaba. -Ella me miró con una sonrisa. Está claro que la maternidad, de un modo u otro, había ablandado ese corazón de roble.- ¿has pensado lo que te dije? -Ella suspiró profundamente.
A- No lo sé... aunque creo que me vendrá bien alguna ayuda con ese pequeñín.
Yo- Entonces no lo dudes... cuando esto se estabilice nos vamos, a donde tú quieras.
A- Siempre has tenido un gran poder de convención. -me emocioné y la abracé. Terminó de dar el pecho a Ibiza y le dejó durmiendo.

Bajamos a desayunar con la banda, ya estaban todos en la mesa.
T- Buenos días.
Yo- Hola a todos. -Sergio seguía poniéndome mala cara.- ¿cuándo nos vamos?
R- Lo antes posible, si todo sale bien en una semana cada uno tendrá su nueva vida.
Yo- Siena bien.
D- Atenas, tú qué vas a hacer.
A- ¿Yo? ... Bueno, creo que me iré con Lisboa a algún lugar por un tiempo.
E- Uh... ¿entonces?
Yo- Estocolmo... -dije haciendo un gesto para que se callara. -Sergio se levantó y se fue de la mesa.
T- Joder...
M- Voy a buscarle.
Yo- No Marsella, yo voy. -me levanté bajo la atenta mirada de Alicia y busqué a Sergio.- No puedes reaccionar como un niño delante de los chicos...
S- Haces tus planes con ella, la metes en la banda, la traes aquí ¿y aún así tienes la cara de reclamarme? ¿También te la tiraste cuando te tenían secuestrada?
Yo- Sé que te he hecho daño y lo siento, pero podríamos al menos ser amigos.
S- Yo no puedo ser tu amigo, Raquel, yo te quiero.
Yo- Ya te lo he explicado... yo te quiero pero no de esa manera...
A- Lamento interrumpir esta maravillosa conversación pero tenemos un problema... y se llama Tamayo
S- No me jodas.
A- Puso un localizador en el móvil de Raquel.
S- Lisboa.
A- como sea, tenía el móvil pinchado.
Yo- ¿por qué no me lo dijiste?
A- Porque me acabo de enterar. En dos horas los tenemos aquí.
Yo- Pues nos vamos, avisa a los chicos. -en menos de veinte minutos estábamos limpiando cualquier rastro de ADN, en media hora estábamos en el avión militar de camino a algún lugar lo más lejos posible, cogimos mi teléfono y lo lanzamos al mar, que lo buscaran ahí.

A- ¿a dónde estamos yendo? -dijo mientras mecía al peque.
Yo- A Río de Janeiro, ahí nos dispersaremos.
A- Deberíamos de tener un plan para no quedar como fugitivas...
Yo- A mí me tienen secuestrada y tú estás viviendo tu vida.
A- Ya...
Yo- ¿Cómo te has enterado?
A- Ángel... me dijo que él no se iba a meter, pero que si necesitabas ayuda te la diera.
Yo- Le voy a echar de menos. -tárdanos varias largas horas en llegar, pero por fin estábamos en nuestra nueva casa en Río. Esta era notoriamente más grande, tenía patio y piscina.

R- Toma ya, ¡al agua! -dijo saltando con los chicos.
T- Métete Lisboa. -yo negué pero antes de que me diera cuenta ya estaba en el agua empujada por Denver.
Yo- Seréis cabrones.
D- Relájate mujer, ya habrá tiempo para formalidades. -estuvimos un rato salpicándonos y nadando mientras Ali observaba desde la hamaca con Ibiza.
Tras un rato la perdí de vista. Supuse que habría subido a la habitación, subí yo también, pues necesitaba una ducha.

Entré y vi a Ibiza durmiendo plácidamente en una cunita que había en la habitación. Entré al baño y vi a Alicia en la ducha.
Me pensé varios segundos que hacer, pero decidí quitarme la ropa y entrar también a la ducha. Esta se giro sorprendida al verme, pero no se apartó.
Me acerqué lentamente, cautelosa, como si estuviera frente a una pantera. Así veía a Alicia, y yo era como una gacela, temerosa ante su fija mirada. Contorneé sus labios con mi dedo índice y los roce con los míos.
Ella controlaba su respiración y se mantenía firme.
Con mi nariz acaricié su cuello, ella se estremeció, inclinó su cabeza y cerró los ojos.
El tacto de su piel le volvía loca, nuestros cuerpos se habían extrañado.

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