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CAPÍTULO 43 |Los demás en el medio

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CAPÍTULO 43 |Los demás en el medio.


Emma.

Me quedo mirando a Hidalgo unos segundos seriamente hasta que finalmente no puedo, tengo que decirlo.

—Con todo respeto... ¿Vos estás en pedo?

La mirada de Hidalgo se agrava, abre sus ojos un poco más de lo normal para ver cómo abría levemente sus labios y acercarse para hablarme.

—Hablo en serio, Moura.

—¿Qué mierda le pasa a Pavón? —digo sin importarme sonar como una desquiciada, ya no tenía ganas de ser moderada—. ¿Qué le hace pensar que te voy a decir, si, si voy a ir?

Ante mi respuesta que no se esperaba se queda en silencio y yo camino hacía mi sofá para tomar asiento actuando como si el representante del jugador no éste en mi casa.

—Emma a mi más que nadie me gustaría saber que piensa Cristian pero no tengo el honor. —lo oigo decir y también escucho sus pasos para acercarse más, tomo del jugo que tenía todavía en la mano para dejarlo después en la mesa del centro—. Pero por ahora solo hago esto. No sé si irá, creo que sí, solo debe pensarlo más.

Lo próximo que veo de reojo es el brazo del hombre extenderse y dejar algo en la mesa del centro.

—Con permiso —interrumpe Ana y ahí recién veo otra cosa que no sea mi ventana, miro a la mujer que me observa y luego con señas a Hidalgo—. ¿No quiere que le sirva nada?

—No, Ana de mi vida. El ya se va, vos podés volver no necesito nada por ahora. —sonrío y ella asiente para marcharse y yo vuelvo a mirar el hombre siendo directa—. No me voy a mover de acá.

Hidalgo, nuevamente, no dice nada y solo suspira para sacar de sus bolsillos la billetera y de ahí sacar una tarjeta y dejarme encima de lo que ya había dejado en la mesa central.

—Es mi número, llámame cualquier cosa. —murmura y levanta su mano en forma de saludo—. El avión sale a las ocho. Perdón si moleste tu mañana, nos vemos Emma.

Lo veo alejarse y no me di cuenta lo tensa que estaba hasta que escucho la puerta cerrandose y quiero apretar algo hasta romperlo. Mis ojos solo ven los almohadones, entonces agarro pero solo ahogó un grito en eso y junto mis piernas para hundir mi cara ahí pensando.

¿Qué me vaya a Los Angeles? ¿Era estúpido? Totalmente.

Saco mi cara de mis piernas para observar lo que estaba encima de la mesa y me desenredo para estirarme y agarrar. La tarjeta de Hidalgo con su número y debajo el boleto de avión que decía claramente el destino a Estados Unidos.


Unas horitas más tarde Victoria se digno a levantarse y fue ahí dónde le conté lo último. Inmediatamente se puso a analizar varias veces la situación con la que me encontraba, pero sentía que por mi parte no hacía falta tanto análisis porque era claro: yo no iba a ir a ningún lado.

Ángel | Cristian Pavón [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora