14. La Crueldad de la Guerra

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Kirigakure no sato, la aldea oculta de la niebla, aquella que era bien conocida por sus islas, su niebla, su cantidad importante de usuarios del elemento agua y sus famosos Siete Espadachines de la Niebla, aquellos que superaban a cualquier maestro en el área del kenjutsu, usando las espadas diabólicas, como algunos las llamaban. Cada espadachín miembros de los Shinobigatana, portaba una espada especial, única con poderes jamás vistos y que no podían ser replicadas por algún herrero. Nadie sabe cómo fueron forjadas, como adquirieron sus propiedades especiales. Muchos especialistas, indicaban que las espadas fueron forjadas en Uzu, la extensa isla del remolino devastada en la Segunda Guerra Ninja, dejando a sus supervivientes esparcidos por el Continente Elemental, sin una conexión con los demás supervivientes, no queriendo atraer la atención.

Kiri aprovechó eso, asumiendo todo el control del mar elemental, desbancando a los Uzumaki, poderosos ninjas expertos en sellos que habían vivido en las islas del remolino. La niebla mostró sus siete espadas cuando Uzu cayó y nadie sabía exactamente si fueron los Uzumaki sus forjadores o las obtuvieron de otro lado.

Nadie sabía cómo obtuvo aquellas espadas.

De una aldea conocida por sus Shinobigatana, el extremo control sobre el Suiton y algunas de sus líneas de sangre; había pasado a una tierra devastada por la destrucción, la sangre, la desconfianza, el odio porque alguien tuviera aquel poder fuera de lo humano. Entre hermanos, entre amigos, familia, conocidos...la división fue definitivamente creada por un desquiciado Mizukage: Karatachi Yagura, el Yondaime Mizukage, un héroe tras la anterior guerra civil en la misma Kiri.

Sangre. Miedo. El olor a muerte regaba toda la tierra del agua. Se podía sentir una pesada capa de desesperación con solo pisar aquella tierra, con dar una mirada a la destrucción causada por la guerra.

Naruto recolocó la máscara de lobo sobre su rostro, observando el claro donde él y sus tres compañeros habían caído, esperando a su contacto con las fuerzas rebeldes de Kiri. Llevaban al menos unos tres minutos de retraso, y Naruto no estaba demasiado contento con esto.

Si tarda más, deberemos dar la misión por concluida. No podemos arriesgarnos por unos extranjeros, se dijo así mismo el joven ANBU, con los brazos sobre su torso. La katana colgaba de su espalda, moviendo el tantō a la parte trasera de su cintura. Su ojo azul escaneaba el lugar, esperando alguna señal de su contacto. No creía que los leales al Mizukage pudieran haber interceptado el mensaje, pero todo era posible en el mundo shinobi.

—¿Cuánto retraso?—el rubio preguntó, a nadie en especial.

—Cinco minutos, taichō—contestó el compañero a su espalda, un hombre más alto que él, de espalda ancha, hombros fuertes y piel bronceada. Tenía el pelo negro al rape, muy escaso. Una máscara de jabalí cubría su rostro, con las típicas marcas rojas. Naruto se destacaba por las marcas negras en su máscara de porcelana.

—Gracias, Inoshishi—murmuró el joven. En su mundo, cuando había un retraso, por mínimo que fuera, podía deverse a tres factores. O bien su informante había sido capturado, había muerto o, lo que era algo muy probable con la guerra corriendo por Kiri, que hubiera tenido un leve retraso—. Si a los diez no está, retirada.

—¡Hai!

Naruto suspiró. Movió el brazo derecho y extrajo el Icha Icha que Kakashi le había dado. ¿Qué era lo que tenía de especial para dárselo? Su padre siempre estaba espiando mujeres, concentrado en su porno y llevando la red de espionaje de Konoha, lo que los salvó varias veces. Había trabajado en conjunto con su padre varias veces, siendo ANBU y obteniendo información de sus informantes. Jamás le había revelado a él o su madre que era un ANBU, aunque sospechaba que Kushina había hecho a sus espaldas y las de Minato. Pero no pudo encontrar nada que indicara que sus padres lo sabían. En ninguna de las cartas había notado algún tono de ira o reproche por eso.

A.N.B.UDonde viven las historias. Descúbrelo ahora