18. Uzumaki

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Ao caminaba lentamente, sintiendo las secuelas del rapto y la tortura posterior, viendo la espalda del ANBU que lo había rescatado, intentando encontrar algún fallo, algo que le indicara que ese shinobi no estaba de su lado, que lo estaba torturando con un genjutsu en el cual le estaba mostrando un escape, una salida del infierno. Zetsubō solo podría catalogarse de infierno. No había nada inferior a eso con el que llamar a aquella prisión de piedra gris y fría que los rodeaba. Sentía como el aire halado proveniente del lago en invierno entraba en su cuerpo, calando hasta los huesos. La humedad anormal en el País del Agua, no ayudaba demasiado.

El héroe de guerra se detuvo a unos pasos de una intersección, sintiendo como le faltaba el aire. Parecía que uno de sus pulmones podía haber sido perforado, probablemente debido a uno de los golpes recibidos sobre su caja torácica, lo que le había causado aquella lesión.

No tenían tiempo que perder. Ao lo sabía. Su cuerpo podía aguantar con la Píldora de Soldado; pero las lesiones internas no lo ayudaban demasiado a mantenerse en pie. Aunque no estuviera cansado, no notara la falta de nutrientes, cualquier herida o lesión dentro de su cuerpo o fuera, le restaba resistencia para poder moverse libremente.

Ao apretó los labios. Tomó una fuerte bocanada de aire y dio otro paso hacia adelante, mandando el dolor que sentía a lo más hondo de su mente, mirando con su Byakugan hacia el ANBU que lo había rescatado, encontrando un chakra realmente familiar.

¿Uchiha...Shisui? ¿Qué es lo que hace con su ojo?

Durante la Gran Tercera Ninja, Ao y su equipo se toparon con un shinobi de Konohagakure, un genin, que Ao reconoció como un prodigio que aparecía cada cien años, el mejor shinobi que él vio. Este fue Uchiha Shisui quien, usando su habilidad con Shunshin, desmontó cualquier probabilidad de ganar por el lado de Kiri en ese enfrentamiento.

Y Ao sabía sobre la Masacre Uchiha. Sabía que Shisui había sido eliminado por el único superviviente con el talento necesario para hacerlo: Uchiha Itachi, quien solamente dejó a su hermano menor con vida.

¿Le robó el ojo a Shisui?, se preguntó Ao, mirando la espalda del ANBU, creando una fractura en su frágil confianza por su rescatador. Tragó algo de saliva, caminando lentamente. Si eso es así...no puedo fiarme de él.

―Ten cuidado por donde tocas―señaló el rubio ANBU, mirando hacia Ao por el rabillo del ojo derecho―. Hay trampas de fūinjutsu por el lugar. Probablemente alguna alertara a estos tipos del escape o del movimiento extraño por la prisión.

Instintivamente tras esas palabras, Ao apartó la mano de la pared en la que estaba apoyado, mirando la misma y su mano a la vez, mientras que el rubio volvía a mirar al frente, agudizando sus sentidos.

―¿Fūinjutsu? No hay nadie en Kiri con ese conocimiento para crear trampas o seguridad de alto nivel aquí―Ao declaró, mirando con un fruncimiento del ceño al rubio, esperando una explicación desde su lado.

El ANBU dio un encogimiento de hombros, mirando por una esquina, escaneando que no hubiera ningún guardia y volver a reiniciar la lenta huida de Zetsubō.

―Lo habrán contratado. Pero esto no es de un novato, Ao. Es de al menos un maestro de nivel tres de fūinjutsu―expresó el Konoha shinobi, reanudando el paso―. Y quedan pocos maestros de tal nivel.

Naruto mismo no era tan talentoso como el Yondaime, pero podía seguirle el paso y estar a la par con su padre. Aun así, si había que alabar sobre el sellado y sus miles de formas de ser usados, todos los elogios irían a la esposa del Yondaime, Uzumaki Kushina, quien, por sangre y clan, había sido educada en el arte, y parecía serle tan sencillo como respirar para el resto de las personas.

A.N.B.UDonde viven las historias. Descúbrelo ahora