36. La voluntad de los Senju

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Senju. Un apellido que atraía el interés de los demás. Todos los que vivían en las Naciones Elementales, conocían sobre el Clan Senju, un clan de shinobi ligados a la naturaleza, la tierra y el agua. Sus integrantes contaban con afinidad fuerte hacia el Doton y Suiton, así como un cuerpo y una fuerza poderosas. Pocos podían hacer frente al clan que había sido liderado por Hashirama, el Shodai Hokage, el pináculo de los Senju tras la obtención del Mokuton, un elemento avanzado que nadie más había despertado en todo su clan.

De entre los clanes shinobi, los Senju habían sido conocidos por su falta de orgullo en la batalla. No dejarían que los derrotaran con facilidad; pero si ellos mismos debían retroceder para proteger a los suyos, es algo que harían sobre todas las cosas, muy al contrario que su clan rival los Uchiha, quienes se dejaban llevar por el orgullo de tener con ellos el dōjutsu del Sharingan, un poderoso Kekkei Genkai que les había dado la victoria en cientos de batallas.

Pero a pesar de eso, los Senju no eran enemigos que se dejaran llevar por las artes del genjutsu. Poseían un enorme control sobre su chakra. Estaban entrenados en técnicas médicas shinobi y podían lidiar con el genjutsu gracias a su perfecto control sobre él mismo, además de tener una fuerte voluntad que más tarde Hashirama y Tobirama transmitirían a su alumno Sarutobi Hiruzen, el tercer líder de Konoha.

Muestra del talento y poder de los Senju, eran el mismo Hashirama y su hermano Tobirama, aquellos que habían destacado más a la hora de luchad contra los Senju, siendo de la línea principal del clan y dos shinobi extraordinarios que darían todo en batalla, como Hashirama mostró al llevar su cuerpo al límite durante la lucha contra su mejor amigo, Uchiha Madara.

Senju era una insignia para la persona que lo tuviera. Seria señalado. Lo presionarían para entrar en la C.R.A. Obtendría toda la atención del Consejo de Konoha, del mismo daimyō del fuego. Sería la esperanza de un clan casi extinto con solo Tsunade como cabeza. Tendría que cumplir las altas expectativas de miles de personas....

¡Gahahahah!

Aquella risa cruel, resonó por todo el bosque, llegando a los oídos de rebeldes y aliados del Mizukage por igual, haciendo que las batallas se detuvieran, mirando, oyendo aquella risa que le heló la sangre.

¡Toda esa charla...para nada!

Terumī Mei caminó, arrastrando los pies, observando con horro el enorme cráter por el que estaba entrando el agua de aquel lago, tapando la destrucción causada en el combate.

Yagura...

¡Vanas palabras, que no han llegado a los cielos!

Pakura e Itachi observaron desde un acantilado, mirando la cruel y oscura forma que Karatachi Yagura había tomado, dejando que el chakra del Bijū lo dominara lentamente, cubriendo su cuerpo en aquella masa roja, casi como la sangre, mostrando leves trozos de hueso que comenzaron a aparecer con los segundos.

¡Solo has sido otra pequeña piedra en mi zapato!

Chōjūrō llevó a Ao lentamente hacia la linde del bosque, siendo seguido por cientos de shinobi, tanto aliados como enemigos. No había ninguno sin daño. Todos mostraban al menos una herida leve.

Tan pequeño, tan frágil. ¿Pensabas que podrías ganarme? ¡Gahahahah!

Apoyado en un árbol, un hombre enmascarado observaba la escena con un ojo rojo, mostrando tres tomoes sobre el iris color sangre. El otro ojo quedaba oculto debido a la máscara, mientras que mechones negros caían sobre su frente.

¡No voy a dejar que nadie extranjero me diga lo que tengo que hacer!

Hoshigaki Kisame tomó el mango de Samehada, observando con el ceño fruncido la figura del Mizukage. Para él, la guerra ya no tenía sentido.

A.N.B.UDonde viven las historias. Descúbrelo ahora