28. Naruto vs Kisame

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Mientras Pakura lidiaba con Kushimaru. Mientras Ao y Chōjūrō enfrentaban a Jinin. Senju Naruto, Ōkami ANBU de Konohagakure no Sato, hijo de Jiraiya del Sannin y Senju Tsunade la Eterna Perdedora, estaba enfrentando al posiblemente más poderoso de todos los Kiri no Shinobigatana Shichinin Shū, Hoshigaki Kisame, el portador de la más aterradora y poderosa de las Siete Espadas de Kirigakure no Sato, la Samehada. Aquella espada con vida propia se alimentaba del chakra de sus enemigos, así como crecía con el nivel de chakra de su portador. Siendo Kisame un monstruo con el nivel de chakra que poseía, comparable a una Bestia con Cola, la propia Samehada crecía a niveles antes vistos por cualquier shinobi. Samehada alcanzaba su punto álgido en manos de alguien como el Hoshigaki, quien, usando su chakra, mantenía a la espada bajo su mando, mientras eliminaba a sus enemigos con una facilidad demasiado vertiginosa.

Pero lidiar con Naruto, no estuvo nunca dentro de sus planes iniciales, como uno de los comandantes de Yagura. Había descubierto hacía años a Madara, el hombre Enmascarado tras el control del Mizukage y su lealtad se había reafirmado ante este extraño tipo, dejando secundario el servir a los ninjas de Kirigakure y al mismo Mizukage, una simple marioneta de este extraño Uchiha.

Aun así, de los diversos enfrentamientos que tuvo con el ANBU de Konoha, Kisame nunca logró acabar con su vida, por más que lo intentó, dejando en el cuerpo del Senju una cicatriz en su costado derecho, gruesa, que marcaba el lugar donde Samehada había desgarrado la piel y el músculo, casi haciendo que el propio Naruto cayera por la falta de sangre. Si Pakura no hubiera regresado sobre sus pasos, él habría muerto en aquel momento y ahora no estarían allí, en aquel enfrentamiento número dieciséis entre ambos.

Kisame encontraba eso molesto, una mancha en su historial y estaba llevándole a un nivel de estrés personal que no era normal para él. Siempre había matado a sus enemigos en unos movimientos, en el primer enfrentamiento. ¡Y aquel ANBU lo estaba enfrentando por decimosexta vez, con solo cicatrices en su cuerpo! Eso era un cabo suelto para el portador de la Samehada y que no podía dejar pasar por más tiempo. Matar a Naruto era su principal objetivo ahora, uno personal que pensaba completar a toda costa, aunque le costara la vida misma.

En cambio, para Naruto aquello era un reto a superar, un enfrentamiento que lo ayudaría en su objetivo hacia Uzumaki Yamamoto, aquel tipo que casi lo mató, tanto a él como a su compañero y hermano Itachi. Kisame lo había derrotado, pero eso no lo haría retroceder. Había aprendido de su padre que las derrotas eran las que más enseñaban a un shinobi en aquel mundo, siempre que uno volvía vivo y para evolucionar.

Él sobrevivió a Momochi Zabuza. Sobrevivió a Uchiha Itachi y el Enmascarado. Sobrevivió a Uzumaki Yamamoto. Estaba sobreviviendo a aquella guerra y los enfrentamientos constantes con Kisame, cada vez que se lo encontraba. Cada minuto en el que seguía de pie, sin llegar a los brazos de Shinigami, él crecía hacia delante.

Y no es mi momento de morir.

Con ese pensamiento, Senju Naruto se había sobrepuesto a aquellos enfrentamientos constantes, a aquella misión que lo había mantenido lejos de Konoha por cinco largos años, donde no había visto a su madre y su padre pasaba más tiempo con su red instaurada en prostíbulos que con él.

Pero entendía el papel de ambos.

Tsunade estaba aun dolida, arrepentida de sus propias acciones y ahogada en el alcohol por la muerte de dos de sus seres queridos, todo mientras él, su hijo, mantenía en secreto su trabajo como ANBU y se veía obligado a mantener bajo la lona su relación con Tsunade, debido a su estatus como el último Senju varón, como tal vez el último Senju en el mundo. También mantenía escondido su parentesco con Jiraiya del Sannin como su hijo, pero eso no era tan desvelador ni traería tantos problemas para él.

A.N.B.UDonde viven las historias. Descúbrelo ahora