✵| Prólogo.

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Shouto había escuchado muchas leyendas sobre eso.

Sobre almas gemelas.

Había leyendas de un hilo rojo atado a tu meñique que te guiaba a ese ser destinado, leyendas sobre dioses celosos de los humanos que tenían dos cabezas que se amaban y se complementaban para luego castigarlos vagando toda la eternidad buscando su otra mitad. Decían que había muchas formas de encontrarlo, por ejemplo: una frase que aparecerá en tu piel cuando encuentres a tu alma gemela, marcas iguales, una fecha, un lugar; lo que sea.

Que era la cosa más hermosa que te sucedería en la vida.

Pero no lo era, no cuando sabes que la única forma de encontrarlo era con cicatrices, marcas que cubrían tu piel y que lo que hacían era alertarte de algo malo.

Pues, ¿Cómo demonios podrías vivir sabiendo de tu alma gemela se hizo daño o lo lastimaron?

Al principio la gente pensó que era bello, pero dejó de serlo cuando muchos empezaron a dañar su piel —rostro, brazos, piernas, manos— en busca de su alma gemela, dañarse a uno mismo era un hecho doloroso de por sí y hacerlo aún sabiendas que otro lo sufriría igual o más que tú era una atrocidad.

No podía hacerlo.

Hubo caos al inicio hasta que poco a poco con muchos años y personas que no desearon unir sus vidas a su alma gemela nadie quiso volver a dañarse, o por lo menos no con intención. Muchas cosas se calmaron unos incluso unieron sus vidas a otras personas que no estaban destinadas a ellos con cicatrices de alguien más, era mejor así, si funcionaba qué bien, sino... bueno, al menos podían intentarlo otra vez o esperar a que su alma gemela los buscara o que el destino no fuera más maldito y les diera la oportunidad de conocerse.

Las cosas fueron en paz, cada vez eran escasas las personas que se dañaban a sí mismas para encontrar esa alma gemela. Muchas veces esa alma no deseaba estar con ese alguien porque se lastimaba sin pensar en el otro, solo lo hacían por egoísmo.

No funcionaban.

Porque en una relación se tiene que pensar en ambos no solo en uno.

Y quizás eso fue una jugarreta del destino para decirles a los seres humanos que incluso si están destinados están condenados a dañarse.

Asqueroso, ¿no?

El amor verdadero no existe, no cuando pasas por encima de alguien más.

Era más fácil ignorar esas cicatrices porque al final del día no sabías si esa persona se dañaba a sí misma o era por otras cosas.

Una vez leyó un reportaje de policías, bomberos y personas que ponían su vida en riesgo por tratar de ayudar a alguien, fue reparador. Saber que quizás no era apropósito sino a causa de su labor tranquilizaba a muchas personas y les llenaba de esperanzas de que su alma no estuviera mal o que necesitara ayuda, sino que ayudaba a otros.

Era bueno, calmaba la ansiedad de las personas y su pánico al imaginar a alguien dañarse sin piedad y no poder hacer nada porque simplemente no sabías quién era.

Era más fácil pensar que tu alma gemela se dañaba ayudando a una mujer anciana a salir de su casa derrumbada que pensar que había sido asesinado o que él mismo se había quitado la vida.

Esas cicatrices muchas veces —casi siempre— traían infelicidad, depresión y pánico constante.

Lo vivió una vez. Con su hermano mayor que de pasar a no tener ninguna marca y pensar que su alma no estaba interesada en conocerlo —cosa que le trajo la oportunidad de conocer personas y enamorarse— pasó a tener una fuerte depresión cuando una noche sintió un dolor desgarrador en el pecho, su madre cuidó de él toda la noche incluso pensaron en llevarlo al hospital porque la marca no sanaba, no quedaba como piel sobreexpuesta como las cicatrices que la gente se hacía, sino que era grande y dañina de un tono rojo que más tarde pasó a ser morada y finalmente negra.

You and Me ✵ BKTDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora