21. Abstinencia

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El siguiente día de que se diera el anuncio de que debíamos volver a la arena Peeta nos reunió en casa de Haymitch.

-Vamos a entrenarnos juntos. No sabemos quién saldrá cosechado y es mejor que estemos preparados - comentó mientras bajaba del segundo piso con una caja llena de botellas de alcohol vacías.

- ¿Qué llevas ahí? - preguntó Haymitch mientras trataba de ponerse en pie.

- Acabo de vaciar todas tus botellas de alcohol- el hombre intentó lanzarse al chico pero lo aparté de un empujón, lo que lo hizo caer de bruces al suelo.

- Hiciste bien Peeta- le hice saber al muchacho - Haymitch tienes tres meses para ponerte sobrio. Si vas a esa arena nadie te va a patrocinar una botella de whisky, si no lo haces ahora va a ser más difícil pasar la abstinencia allá adentro- murmuré mientras lo ayudaba a ponerse de pie.

- Además no quiero que seas una carga- el rubio me dio una mirada asesina y se acercó a beber las últimas gotas que le quedaban a las botellas que sostenía Peeta.

- Y si vas a ser nuestro mentor también te necesitamos sobrio, no pienso dejar mi vida en manos de un borracho- le dijo Peeta arrancándole las botellas de las manos.

Cada mañana nos reuníamos los cuatro para salir a correr, luego de eso entrenábamos cuerpo a cuerpo, con palos pues las armas estaban prohibidas dentro del distrito. La Sra. Everdeen nos dio un régimen alimenticio especial para aumentar masa muscular y rápidamente comencé a ganar peso al punto que todos mis pantalones dejaron de cerrar.

Conforme pasaron las semanas cambié de idea una y otra vez sobre a quién debía sustituir en el caso de no salir sorteada.

Primero pensé en Peeta, el chico era amable conmigo, incluso lo consideraba mi amigo. Verlo morir me resultaría doloroso y no estaba segura de si podría matarlo de ser necesario.

La siguiente semana creí que sería mejor dejar a Katniss fuera porque era la más fuerte de los tres y me daría mucha batalla. Terminé abandonando la idea al recordar que ella estaba empecinada en ayudar a Peeta y que había dicho que en el caso de que fuera mentora no me enviaría ni un patrocinio.

Luego de eso el terror me invadió cuando caí en la razón de que si iba a esa arena tendría que ver morir o matar con mis propias manos a varios de mis amigos. Johanna, Mags, Annie... Finnick. Así que opté por no ofrecerme como voluntaria.

Desafortunadamente para mí, tener que entrenar junto a Haymitch durante semanas me hizo darme cuenta de las pocas ventajas que tenía de sobrevivir si quiera al baño de sangre. El hombre se quedaba muy atrás en las caminatas que hacíamos en las mañanas, las manos le temblaban tanto a causa de la abstinencia que nunca daba en el blanco con los cuchillos. Sudaba frío y vomitaba por lo mismo.

Yo estaba apenas por encima de él, me fatigaba luego de un buen rato, las piernas se me hinchaban y tenía calambres todo el tiempo. Las náuseas y los mareos habían desaparecido pero los dolores de cabeza no cesaban.

Y aún así decidí que no lo iba a dejar morir en los Juegos. Él me había mantenido con vida una vez, esperaba que lo hiciera de nuevo.

Una mañana durante nuestra caminata el hombre se sentó en medio de la plaza, afligido por saberse indefenso.

Katniss y Peeta no lo notaron porque iban muy por delante de nosotros pero yo me giré a verlo y lo miré ahí tirado. Regresé a su encuentro y me tumbé junto a él.

- No te voy a dejar morir en esos juegos Haymitch - anuncié.

El hombre me miró con agradecimiento y me abrazó.

La chica de las flores | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora