1. Regreso al 12

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Mi nombre es Lidya Hawthorne, soy del distrito 12, y esta es mi historia.

Fui tributo en la sexagésima octava edición de los Juegos del Hambre, y como pueden asumir, sobreviví.

Creí que mi vida después de los juegos mejoraría pero no sucedió como pensaba. Yo no era más que un pedazo de carne que los demás podían usar a su antojo, algo que podían comprar por unos minutos.

Todo comenzó después de ganar los juegos, cuando Snow se me acercó y me dijo que debía ir con unos grandes inversionistas del Capitolio, que me encargara de entretenerlos.

Y lo que comenzó como ser un simple adorno en fiestas de hombres y mujeres adinerados en decadencia, pronto se convirtió en prostitución.

Mi único escape a este tormento era Finnick, con su sonrisa encantadora y esos ojos cautivadores, tan solo encontrarlo en una fiesta, estar en la misma habitación que él, hacía que el tiempo se detuviera.

Yo tenía 13 años cuando él fue a los juegos y desde la primera vez que lo vi en televisión cuando fue cosechado, sabía que era mi alma gemela. En ningún momento pensé que podría conocerlo, para eso tendría que haber nacido en su distrito, vivir en el capitolio o ser cosechada y ganar los juegos, cosa que jamás imaginé que sucediera.

Cuando finalmente lo tuve cara a cara yo tenía 16 y él 17 y no fue hasta que cumplí 18 que le confesé mi amor por él, y fue un alivio para mí saber que él se sentía lo mismo. De eso han pasado 4 años, 4 años en los que hemos tenido que escondernos, caricias robadas era lo único a lo que podíamos aspirar, encuentros furtivos, no vernos en meses, sólo eso teníamos porque sabíamos que no éramos libres de elegir, al menos no hasta que Snow quisiera.

— ¿En qué tanto piensas? — la dulce voz de Finnick me distrajo de todos mis pensamientos.

— Mañana será la cosecha. Los 74° juegos del hambre— suspiré algo agotada.

La llegada de la cosecha significaba que debía volver a casa y ser mentora de dos chicos que estarían destinados a morir.

— ¿De qué te preocupas Lidya? Nosotros ya  pasamos por eso, no tenemos que volverlo a vivir— besó mi cabeza y se puso de pie para vestirse cuanto antes.

— Ya te lo dije Finnick, tengo familia. Gale y Rory ya tienen edad para participar en los juegos, y como no aceptan mi ayuda se han visto obligados a pedir teselas. El nombre de Gale está escrito 42 veces en esa urna.

Los Hawthorne eran mi familia. Mi padre y el  de Gale eran hermanos, y cuando mis padres murieron a causa de viruela mis tíos me acogieron en su hogar. Gale y sus hermanos eran como hermanos para mí.

— ¿Este es su último año no es así? — asentí enérgicamente — bueno solo necesitará un poco de suerte, ¿ok? Ten fe.

[ . . . ]

El regreso al distrito 12 me pareció eterno, hacía tantos meses que no venía a casa que había olvidado lo largo que era el camino.

Tan pronto llegué no dudé en visitar a mi tía Hazelle.

— Tía — me precipité a sus brazos y sollocé en ellos un rato.

— Tranquila cariño, tranquila, ya estás en casa— me abrazó con calidez y dejó un beso en mi frente.

— ¡Lidya! — Gale iba entrando a su casa, con un pequeño conejo colgando de su mano.

— ¿Dónde estabas?

— Estaba cazando con Katniss— colocó el conejo en la mesa y se sirvió un poco de agua.

— Gale, la cosecha es mañana, sabes que hay  más agentes de la paz que usualmente, no puedes simplemente escapar al bosque y esperar no ser atrapado— su cara se tornó seria tras mi regaño.

La chica de las flores | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora