49. Mutos

2.3K 202 96
                                    

Luego de esa conversación dejé a la chica descansar y regresé junto a Finnick, recosté mi cabeza en su regazo y al cabo de unos minutos caí dormida, arrullada por el sonido de su corazón y respiración.

Las pesadillas aparecieron luego de unas horas. En ellas nos veíamos acorralados en los túneles por los Agentes de la paz, y aún con Pollux nos resultaba imposible escapar.

Corría por los túneles con los sonidos de los disparos detrás de mí. Estaba en medio del caos, rodeada de gritos de las órdenes de Jackson, incapaz de localizar a Finnick cuando caí en un agujero que me llevó a las minas de carbón del distrito 12.

El padre de Katniss estaba ahí, mi tío estaba ahí y también Magnus. Cansados, con la cara empapada en sudor y llena de polvo, sofoncándose, en la oscuridad.

La tierra comenzó a moverse, ocasionando que la mina comenzara a colapasar. Pero ninguno de los hombres parecía notar las enormes rocas caer delante de sus pies. Ellos seguían picando sin parar, como si se tratara de máquinas programadas para trabajar todo el tiempo, sin siquiera parpadear.

Me acerqué a ellos, suplicando que se detuvieran y escaparan conmigo, que lucharan por sus vidas. Pero mis gritos les resultaban inaudibles.

— Lidya— una voz comenzó a llamarme desde lo lejos.

Conocía esa voz de alguna parte, pero el recuerdo estaba tan enterrado en mi memoria que me tomó un tiempo reconocer que se trataba de la voz de mi padre.

Seguí su voz entre la oscuridad, pero a pesar de caminar en la dirección de la que provenía, la voz seguía escuchándose distante, como huyendo de mi.

La penumbra comenzó a desaparecer mientras avanzaba, dando lugar a una intensa luz proveniente de una salida al exterior.

El aire sofocante fue reemplazado por una suave brisa y aire fresco, y frente a mí la silueta de mi padre se dibujaba, aunque no podía ver su rostro por la gran cantidad de luz entrando en mis ojos, sabía que era él.

— Ven conmigo— suplicó tendiendo su mano.

Y aunque quería hacerlo, no me atreví. Porque no podía dejar a los demás atrás, no podía dejarlos morir.

Retrocedí unos cuantos pasos para explicarle que primero debía ir por Magnus, el señor Everdeen y mi tío, pero la mina seguía haciéndose pedazos, y un muro de rocas se formó entre nosotros.

La luz del exterior desapareció, dejándome nuevamente en la penumbra.

Intenté regresar por Magnus y el resto pero un nuevo muro de rocas cayó frente a mí, acorralándome en un espacio diminuto.

Supliqué por ayuda, supliqué que me sacaran de ahí pero mis gritos eran en vano. Finalmente me rendí ante la idea de que moriría allí, en el lugar que tanto odiaba. Bajo la tierra, sepultada, sin que nadie supiera que había sido de mí.

Desperté empapada en sudor y con la respiración agitada. Todos dormían plácidamente, excepto Katniss, que estaba parada en la interconección del túnel en el que estábamos con otro túnel.

Me limpié de la frente las gotas de sudor y caminé en silencio hasta la chica, con cuidado de no despertar a nadie más.

— Katniss— la llamé en un susurro.

La chica pegó un brinco y se llevó la mano al corazón, sobresaltada por mi repentina presencia.

— ¿Estás bien?— pregunté.

— Me pareció oír que alguien murmuraba mi nombre— comentó sin dejar de mirar el túnel— es apenas perceptible.

Guardé silencio esperando oír aquello a lo que se refería la chica, pero no alcancé a oír nada más que los ronquidos del resto del grupo.

La chica de las flores | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora