3. 68° Juegos del Hambre

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El día que llegamos al Capitolio fue de los días más aterradores de mi vida

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El día que llegamos al Capitolio fue de los días más aterradores de mi vida. Me tuvieron recostada en una plancha de metal, en la que varias personas me observaban y hablaban entre sí pero nadie me decía nada.

Una mujer llamada Velvet me vistió con un mono parecido al que usaban los trabajadores de las minas, pero este era de una tela más costosa y tenía algunas incrustaciones de piedras en el cuello y puños.

Una vez estuve lista me acerqué a los demás tributos, siguiendo el consejo de Haymitch de hacer alianzas.

Conocí a todos pero ninguno me pareció de confianza, todos eran mayores, de 18 años para ser exactos, y nos miraban a Rory y a mí como un depredador que está a punto de cazar a su presa.

Ven conmigo Rory, hay que hablar con esos señores de allá, creo que son patrocinadores — con las manos sudadas y las piernas temblorosas nos acercamos y saludamos a los patrocinadores.

Pero que lindos y pequeños son los dos— una mujer regordeta nos pellizcó las mejillas y eso enfadó a Rory, quien se sentía harto de que le recordaran lo joven que era.

Muchas gracias por el cumplido Madame, y está en lo cierto Rory y yo somos los más jóvenes en estos Juegos, aunque bueno, yo tengo 16. Rory, quien es el más pequeño... - lo oí refunfuñar y le pisé el pie para que se callara— cumplió 12 hace apenas tres semanas, ¿no es así?

Es correcto, mi cumpleaños fue el 01 de junio... Aunque no tuve siquiera un pedazo de pastel con el que celebrar— sonreí por dentro cuando vi que por fin Rory se daba cuenta de lo que estaba tratando de hacer.

Oh, pobre pequeño— la mujer se secó las falsas lágrimas con un pañuelo de una tela que seguramente mi familia jamás sería capaz de pagar —Mira, estoy segura que no puedo mandarte un pedazo de pastel en esos juegos pero un regalito sí que te llegará— ambos sonreímos al escuchar aquello.

Agradecemos mucho su generosidad, Madame, lamentablemente tenemos que irnos. Que tenga un excelente día — nos subimos a la carroza con el ánimo hasta arriba.

La chica de las flores | Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora