Ha pasado una semana, siete días en los cuáles no puedo quitarme ese cosquilleo que siento en el estómago cada vez que recuerdo sus resecos labios sobre los míos, sus cálidas manos sujetando mis mejillas y las mías sobre su cuerpo, teniendo miedo de romperlo en cualquier momento.
—Y-Yo, esto no pasó —murmuró, soltándose y limpiando la lágrima que ensuciaba su lastimado rostro—. Lo siento.
Lo miré confundido, seguí anonadado por varios segundos tratando de comprender qué había ocurrido, por qué me besó si tenía novio, por qué produjo una agradable sensación en mi interior.
Y quedé más extrañado cuando envolví mi mano alrededor de su brazo, sostuve su cuello y lo acaricié como si estuviese tocando una bella melodía en un carísimo piano para toda una audiencia.
Probé una vez más de él, dejándole conocer mis miedos, mis angustias.
Y sentí que Erick también tenía miedo, yo no era el único. Así que en ese inesperado beso compartimos nuestros más íntimos sentimientos y dudas.
Golpeo la pared, emitiendo un bajo chillido de dolor.
Cuando nos separamos sus ojos seguían apagados, por un momento creí que yo podría cambiar eso, detener los fantasmas que persiguen si vida.
Pero, ¿cómo ayudar a alguien cuando yo también la necesito?
—¿Joel? —detengo mis movimientos, caminando hacia la puerta confuso por escuchar la voz de Tatiana—. Joel, tu mamá me dejó pasar.
Ese día ella estaba entre los invitados, me costó ver su sonrisa resplandeciente luego de haber engañado su amor con un acto tan bajo.
Sin embargo, no siento culpa, no puedo sentirla y eso me preocupa en creces.
—Hola —saludo cordial, abriendo la puerta.
—Tengo unas entradas para la función de las 4:15.
Hago una mueca, no tengo deseos de salir, quiero pensar.
Quiero estar solo.
—¿Tiene que ser hoy?
—Sí —contesta fastidiada—. Estás raro conmigo desde hace días, y quiero pasar un buen rato con mi novio.
Asiento leve, cerrando la puerta.
Fingir felicidad deja de ser divertido cuando otra persona que no conoces invade como estrella fugaz tus pensamientos.
Erick ese día me regaló el mejor recuerdo de mi triste vida.
Luego de bañarme, ponerme ropa limpia y evitar a toda costa que Tatiana me la quitara para mantener relaciones, salimos de casa después de avisar a mi madre que regresaría temprano.
Por primera vez no anhelaba estar con mi novia.
Me sentía extraño, como si no fuera yo el sujeto que está besando a su enamorada, como si un desconocido sostuviera su cintura.
—Te quiero tanto, Joey —susurra, acariciando mi brazo.
Sonrío de lado para que no piense mal de mí.
—Yo igual.
Estaría mintiendo si digo que disfruté la película, apenas presté atención, ni siquiera me atreví a probar los aperitivos que compramos entre los dos.
No era yo.
Tal vez nunca he sido yo.
Y por una vez en la vida, quiero ser yo, quiero mostrarme tal y como soy, quiero dejar de fingir, quiero dejar esa sonrisa falsa que no ayuda en nada.
—Debo irme —es lo único que me atrevo a decir antes de dejarla confundida en la entrada del cine, escucho sus gritos para que regrese a ella, pero los ignoro—. ¡Te llamo luego!
Mi madre me mira sorprendida cuando llego a casa temprano, todo sudado por haber corrido y con la respiración agitada. Voy a mi habitación, resbalo por la puerta hasta quedarme sentado en el frío suelo.
Saco el celular de mi bolsillo teniendo una única intención.
joelpimentel: ¿Qué hiciste conmigo? No puedo dejar de pensar en ti y me siento aterrado.
Espero que mi mensaje le llegue.
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Un poquito largo el capítulo, pero me gustó.
Es increíble como algo tan simple puede hacer que caigas en un abismo.
Besos.