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Ya pasaron tres días, dos noches y muchos segundos desde que Erick se marchó de casa sin dejarme siquiera que lo acompañe a su hogar.

—Hiciste suficiente por mí —musitó con los ojos llenos de lágrimas antes de irse.

¿Entonces por qué siento que no hice nada?

Se supone que me estaba agradeciendo, pero yo no quería eso. De alguna forma me acostumbré en una sola noche a su calor corporal, a los balbuceos que emitía dormido, incluso a los movimientos bruscos y patadas que tiraba. Esa noche permanecí despierto pensando en la situación en que me encontraba.

Había besado a un chico y me gustó.

Había abrazado a un chico y me gustó.

Había dejado que compartiéramos cama y me gustó.

Es ahora cuando creo de a pocos que posiblemente Erick me guste.

Sigo teniendo miedo, claro que lo tengo, apenas descubro y logro descifrar estos nuevos sentimientos que surgen en mi interior. Es como si me encontrara en un laberinto y de manera lenta pero segura, voy averiguando el camino correcto para llegar a la meta.

¿Será ese muchacho de ojos verdes la meta que yo quiero obtener?

¿Y tal vez mi madre es el obstáculo que lo impide?

Papá había dicho que mamá no sabía odiar, que a la mañana siguiente olvidaría todo y seguiría como si nada.

No ocurrió.

Puedo recordar la fría y desagradable mirada que me dio, sus duras palabras que solo llenaron mis ojos de lágrimas y mi corazón de dolor.

—No quiero un hijo homosexual. Vete con tu padre, porque yo no pienso soportarte.

¿Acaso las madres no son quienes te protegen y dan amor incondicional? ¿Por qué la mía no podía hacer eso? ¿Por qué tenía que despreciarme de esa forma cuando ni yo mismo sé lo que verdaderamente soy?

Y aunque ella me lastime con sus palabras, yo la sigo respetando, queriendo y esperando que en algún momento vuelva a mirarme con ternura como lo hacía antes.

Solo quiero que comprendan cómo me siento, que entiendan el miedo que tengo.

Tal vez soy muy estúpido.

¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? ¿Por qué las personas no vienen con un manual para saberlas entender?

¿Por qué Erick tiene que calar dentro de mí y provocar caos?

Suelto un suspiro triste, terminando de ordenar mi ropa dentro de las maletas. Luego de que papá me encontrara llorando en la sala, de manera cautelosa comenzó a preguntar lo que había ocurrido, es más, ni siquiera supe en qué momento ya le estaba hablando de Erick, de cómo me sentí al respecto.

Por primera vez estaba dejando que sea mi corazón el que hable.

Y en ese escaso segundo descubrí que Tatiana nunca llegó a pertenecer a ese órgano tan vital en la existencia humana.

La quiero, claro que lo hago, pero ya no siento esa emoción de antes, ya no está el temblor en mis manos al hablar de ella, ya no me pongo nervioso al pensar en ella, simplemente ya no estoy dispuesto a continuar con ella.

—No sé qué hacer —confesé entre sollozos, cubriendo mi rostro con las palmas.

Y esa es la verdad.

No sé qué hacer ante lo que siento.

Nunca he sabido qué hacer para frenar algo que no me gusta.

Y tal vez nunca sepa qué hacer.

Princesa: Te amo.

Nunca sabré terminar con el daño que me ocasionan otras personas.

Yo: Me hubiese gustado escucharlo y no leerlo.

Solo soy un joven humano que comete todos los errores posibles para en algún momento pensar en ellos y ponerse a reflexionar.

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Lloré un poco al escribir este capítulo. 

A veces tenemos una idea muy diferente a lo que realmente va a suceder. Y eso genera un vacío en el corazón, un dolor tan profundo que no siempre se puede explicar. 

¿Qué podrá pasar más adelante?

Esta historia la siento tan mía, que duele. 

Muchos besos.

Sonrisas falsas || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora