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Ha pasado una semana desde que llegamos a esta zona, los primeros tres días cumplí con la promesa de ir a verlo, no obstante, percibía que todo volvía a quebrantarse en mi interior por razones que ni hoy ni mañana podré deducir.

Otorgando mil excusas, solo me limité a realizar videollamadas con Erick, su tía siempre estaba de por medio y si no fuese por ella, realmente después del primer: hola; ya hubiese colgado sin conceder una sonrisa habitual. Una sonrisa falsa, tan propia de Joel Pimentel.

Quería comprender. Quería descubrir esta soledad que me asfixia y provoca lamentos dolorosos. Al mismo tiempo quería no hacerlo por miedo.

Evidentemente se alargó el tiempo de hospedaje, papá consiguió un trabajo diferente al suyo, no ocupa más que cuatro horas por día y luego regresa. Cada vez que lo hace golpea dos veces la puerta de "mi habitación", si escucha respuesta ingresa y saluda, pero si no, se retira.

Aquel sábado desperté con una idea muy inhumana, con desaparecer y no ser encontrado nunca más. Realmente lo pensé más de lo que debería. Buscaba soluciones a problemas que tal vez sí tenían respuestas adecuadas. Era un dolor más allá de lo físico, porque incluso si hería mi piel como hace tres años y veía la sangre brotar, aquello no hubiese dolido en lo absoluto. Si volvía a colocar las manos alrededor de mi cuello como tiempo atrás y mi cabeza fuese a reventar, incluso si decidía arrojarme al suelo a gritar hasta desgarrar mis cuerdas vocales y saciarme con mi propia tortura o romper cada vidrio de la habitación con mis puños; no lo sentiría.

Pero estaba seguro de que ya no podía.

No puedo.

Nunca pude vivir por mi cuenta, siempre había algo que me inmovilizaba, antes era mamá, pero desde su desprecio un vació fue instalado en el lugar donde mi corazón palpita con lentitud o rapidez. Ahora está Erick, una nueva ancla que no permite dejar al capitán de mi conciencia solo, que lo ata a un futuro incierto. Porque es así, no sé qué pasará entre nosotros más adelante. No sé si seguiremos siendo amigos o pasaremos a convertirnos en desconocidos. No sé si él quiere tenerme en su vida como yo deseo que él continúe en la mía. No sé nada.

Y tampoco pretendo obligarlo. Sería el peor error vaya a cometer.

Si él decide irse, lo aceptaré.

Y si decide quedarse, lo amaré hasta el final.

Papá volvió ese día muy tarde, hallándome en un estado deplorable que quisiera olvidar por mi propio bien.

Horas atrás había acudido a una bodega usando dinero que correspondía para pagar la estancia del siguiente mes, compré todo tipo de bebidas alcohólicas mostrando mi identidad donde aseguro ser mayor de edad y recibiendo una mirada curiosa, tal vez de reproche por ser un idiota, me marché. Una voz muy lejana decía que era una pésima solución, que regresara a ese lugar y devolviera cada botella pagada o después sería muy tarde. No lo hice.

Cuando el primer trago quemó a profundidad mi garganta; el mar se volvió un insulto ante la cantidad de lágrimas que resbalaban por mis mejillas.

Cuando el segundo trago pasó con dificultad; las mariposas cayeron igual que mis esperanzas de tener una vida feliz.

Cuando el tercer trago volvió a quemar todo a su paso; el cielo se tiñó de la forma más lúgubre que una vez existió.

Cuando el cuarto trago llegó; una mirada angelical me visitó y se sintió decepcionada de mí.

Botella tras botella fugaces fueron los recuerdos de una infancia desahuciada, viviendo bajo la etiqueta de "hijo perfecto" cuando nunca lo fui. Lágrima tras lágrima pensaba en por qué nací y no morí antes de cumplir siquiera los tres meses. Gritos desgarradores inundaron la habitación. Golpes arrolladores que amenazaban con destruir todo a su paso, tal vez eso hice. La sangre navegaba sin control alguno hasta pintar el lienzo con bermellón y penetrarlo de olor metálico.

Papá me encontró en la soledad de una habitación destruida, mirando un punto inexistente que se llevó toda mi cordura y de paso mi vida.

—Joel —lo escuché hablar, con evidente miedo en su voz.

—¿Sabías que he intentado muchas formas de acabar con mi vida y en todas he fallado? Cortes, pastillas, golpes...

No fueron sus consejos lo que me aliviaron, no fue un consuelo verbal que dio a mi inconsciencia; fue el gesto que jamás había recibido y tanto anhelaba desde hace mucho.

Un abrazo que me desestabilizó por completo y terminó derrumbando cada barrera que yo mismo impuse a mis amistades, a mi madre, a mí.

—Hijo.

—¡Debí haber muerto! ¡No tenía que nacer! ¡Mi existencia es una basura, odio todo de mí! ¡Me odio!

—Cariño, no digas eso —murmura, da caricias en mi cabeza y limpia mi dolor.

—Ya n-no quiero seguir aquí —balbuceo—. ¡Ya no quiero!

—Eres muy valioso para mí, Joel. Te amo y agradezco ser tu padre.

Intentaba alejarlo con el fin de ir hacia la última botella, un ardor se instaló en mis nudillos y dorso de cada mano.

¿Qué era la vida si no es más que una negligencia celestial de mandarnos a sufrir cuando podemos gozar en nuestros lechos de muerte eterna?

¿Qué era la felicidad si no es más que una fantasía creada para niños?

¿Qué era yo? ¿Quién soy yo?

No soy más que un cobarde. Encontrando la solución en la miseria, la vida en lo fantasioso y la muerte en lo verdadero.

—Solo... solo soy un estorbo. Soy nada.

Aquella noche puedo asegurar que las cadenas puestas en mis tobillos se rompieron y me permitieron despegar.

Lo había conseguido.

Toqué lo que nadie ve en la superficie de mansas aguas.

Por fin ese Joel Pimentel dejaba de existir.

▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

Tocar fondo en el momento más crucial de mi vida, fue una verdadera salvación. Hallar la belleza en la oscuridad fue mágico.

Muere una versión antigua para dar paso a una mejorada, dejando atrás los miedos e inseguridad que cultivé en un pasado lleno de dolor impuesto por mí misma.

La desnudez del alma quedó en evidencia.

Aviso que esta historia ya está por concluir. 

Gracias por leer. 

Besos.

Sonrisas falsas || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora