Resulta difícil no llorar al verlo en esa camilla, con el rostro hinchado por los golpes y unas banditas en su ceja derecha.
—Perdón —susurro, caminando de prisa hasta él. Acerco una silla y con mucho cuidado sostengo su mano entre las mías, tiene los nudillos lastimados y uno de sus dedos fue vendado—. Perdón, Erick.
—No es tu culpa, Joel.
Sonríe de una manera que enloquece mi corazón y lo hace bombear con mucha fuerza, como si millones de mariposas inundaran la habitación. A pesar de lo lastimado que se encuentra, sigue viéndose como un bello ángel envuelto en gracia y belleza única.
Me siento afortunado.
Estira su brazo luego de soltarse, hace un puchero por no quedar lo suficientemente cerca a mi rostro así que arrastro la silla un poco más. Las yemas de sus falanges se llevan las lágrimas que continúan saliendo de manera silenciosa.
Termino sonriendo ante el bonito gesto que tiene.
—Así me gustas más —confiesa.
Quedamos suspendidos en el tiempo, solamente compartiendo miradas inocentes. Puedo sentir como mi rostro arde en llamas, pero a la vez se siente fresco. Es todo tan extraño y perfecto.
Tengo muchas ganas de hacerle preguntas respecto a lo que pasó, mas no veo que sea el momento adecuado. Así que decido tragarme esas palabras irrespetuosas, quizás su tía luego me cuente, pero si no sucede voy a esperar hasta que Erick esté listo.
—¿Joel?
Meneo la cabeza espabilando todo tipo de pensamientos ajenos a la situación.
Vuelvo a sujetar su manito, en un movimiento inesperado para ambos, comienzo a repartir cortos besos por toda la piel. Escucho una suave risa ser expulsada de sus labios, y me lleno de orgullo por ser el causante.
Estoy muy orgulloso porque Erick ha sonreído y ahora está riendo feliz, sin preocuparse de las dificultades que pasó antes.
Y eso me gusta.
Quiero ser alguien digno de recibir su amor.
—Suelo perderme en los recuerdos —cuento más relajado.
—A mí no me gusta hacerlo. Hay cosas que es mejor olvidarlas por lo desafortunadas que fueron.
Quedo en silencio, formando una línea recta con mis labios.
Pero él tiene razón.
Hay cosas que no merecen ser recordadas.
Como por ejemplo que Erick tuvo novio.
Nos dedicamos a conversar de temas sin importancia, por instantes permanecíamos sin decir nada y eso estaba bien.
Dos golpecitos en la puerta hicieron que nos calláramos. Celia ingresa llevando un pañuelo a su nariz, con una pequeña sonrisa avisa que ya debo retirarme.
—¿Tan rápido? No —reclama Erick, envolviendo mi muñeca, o al menos tratando de hacerlo.
—Los dejaré un momento para que se despidan —anuncia su tía, cerrando lentamente la puerta.
Giro para mirarlo.
—Prometo volver mañana y todos los días que estés aquí —le aseguro.
—¿Lo prometes?
Asiento poniéndome de pie.
No sé cómo pedirlo, mis labios se mueven por sí solos, pero no para hablar sino para actuar y terminar atrapando los de Erick en un beso sutil, dulce. Acaricio su cuello con la yema de mis dedos, ocasionando que suspire y sonría.
Coloco una mano al costado de su cabeza cuando sujeta mis hombros, lo que menos quiero es dañarlo.
—Prometo no irme de tu lado, Erick.
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Eh, creo que no es un gran capítulo, pero me gusta de algún modo.
Besos.