Apenas me fui de aquel lugar hace unos minutos, pero ya se siente como una eternidad. Es como si hubiese pasado más de cinco meses o veinte años en los cuales vi por última vez a ese angelito precioso que no merece ningún daño.
Sigo creyendo que quien merece cosas malas, soy yo. No él.
No Erick.
Él no.
Respiro hondo, escuchando cómo el ruido del motor disminuye. Mis ojos miran con curiosidad todo lo que encuentran a su paso, preguntándome internamente en dónde estoy, a dónde me trajo papá. Lo nota, pero no dice nada. Se limita a entregarme un pañuelo y señalar mi rostro.
Tengo las mejillas húmedas, puedo sentir mis labios resecos y un leve dolor de cabeza. ¿En qué momento pasó?
—Perdón —balbuceo, secado a toda prisa mis lágrimas traicioneras.
Niega sonriendo genuinamente, su boca se abre y cierra repetidas veces. Tal vez quiere decirme palabras de consuelo o reprochar mi estado, no lo sé. Son tantas las variantes que puedan ocurrir, millones de ideas hechas en mi cabeza y ninguna que seguro se parece a la realidad.
¿Por qué no podré ser diferente?
Alguien que no se haga huracanes en la mente con algo inexistente.
En completo silencio bajamos del auto, llevando las maletas al interior del pequeño hotel. Una vez que ingresamos, decido ir hacia el sofá color amarillo que se encuentra cerca. Cuando me siento, permito que un leve suspiro escape de mis labios agrietados, cierro un momento mis ojos y de nuevo pienso en él.
Aquella verdosa mirada llega a mí. Esos bellos luceros que no tienen felicidad, que, en lugar de ser como dos pulidas esmeraldas, parecen piedras sucias, rosas marchitas en una mañana de invierno.
Debido a la presión que siento en mi brazo, termino despertando. ¿En qué momento me quedé dormido? Nuevamente sin hablar, avanzo detrás de papá, mirando sin mucha atención las paredes que están adornadas por cuadros y pedazos de papel tapiz desgastado.
Ingreso a la habitación designada para mí, cerrando la puerta y apoyándome en ella, empezando a deslizarme poco a poco hasta terminar sentado sobre el frío suelo cubierto por baldosas blancas.
—Solo un par de días, luego nos vamos —murmuró mi padre, palmeando mi hombro y dirigiéndose al otro cuarto.
Un par de días.
Antes sí quería irme, dejar todo atrás y empezar de nuevo en un lugar desconocido. Conocer nuevas personas. Aun cuando sabía que dejaría a Erick aquí y con el tiempo se iba a convertir en un simple recuerdo. Pero ahora, ya no sé si quiera hacerlo. Ya no estoy seguro de querer olvidarlo y solamente recordar su mirada, la suavidad de sus labios o su dulce tacto.
¿Por qué todo se complica cuando ya tenía una salida?
¿Cuándo seré feliz de verdad?
¿En qué momento llegará lo que merezco? Aquella persona que me haga flotar sobre nubes y me brinde una mano cuando esté por caer al abismo. Tal vez ya llegó, pero soy muy tonto para notarlo, para luchar por él.
Preguntas sin respuestas.
Nuevos huracanes en el corazón y la mente.
Millones de dudas que atacan mi organismo, y no permiten que piense con claridad.
La primera lágrima se desliza por mi pómulo izquierdo, burlando mi estabilidad inestable.
Hoy lloro en la soledad.
Mañana sonrío con falsedad.
▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃
Holaaa. Tanto tiempo lejos de esta historia.
Estos días no me había sentido bien. Perdí dos cuentas en Instagram, en una de ellas tuve varias interacciones con la página de CNCO. Y me dolió más de lo que imaginé. Decidí empezar de nuevo, porque prometí estar con ellos hasta el final. Ahora me encuentran bajo el username de joerick.bubbles
No tengo un final exacto, mucho menos una continuidad fluida porque jamás creí avanzar tanto aquí. En un principio sí quería terminarla en el capítulo 21, que si mi memoria no falla es donde Erick besa a Joel. Sería un final abierto. Pero decidí continuar.
Trataré de actualizar con frecuencia.
Besos.