Siento un tosco tirón en mi brazo, volteo con el entrecejo fruncido hacia mi derecha y encuentro al causante de despertarme.
—¿Qué quieres?
No me molesto en usar el tono de voz amable, mucho menos atino a sonreír como suelo hacerlo. Hoy simplemente no me siento bien y quiero que por primera vez lo noten.
—Pero qué pesado, Joel —responde en un bajo murmuro Johann, el primer amigo que hice al estar en primer año, al que siempre ayudo a pesar de sentirme por los suelos, pero que recibo su apoyo solamente cuando tiene tiempo.
Sí. Mi mejor amigo.
Comprendo que los seres humanos fueron hechos para socializar, para compartir conocimientos y diversas experiencias entre ellos. Realmente lo comprendo.
Pero el problema es que no quiero aceptarlo. Y en ese aspecto soy egoísta.
Al principio éramos solo Johann y yo. Los dos. Más tarde se unió Christian y luego Albert. Entre ellos tres la química parece fluir, como si se conocieran de vidas pasadas y nuevamente vuelven a reencontrarse. Pero en todos grupos de amistades hay excepciones; yo lo soy en mi grupo.
Las discusiones no faltan, pero luego vienen las disculpas y todo queda en el olvido, guardado en el pasado como si nada sucediera.
Al parecer yo soy servidor del pasado, porque mientras más intento superar algo, más me empeño en recordar con meticulosidad y entonces las crisis cobran vida. Es como si alguien poseyera mi organismo para drenarlo en lágrimas infinitas.
—¿Qué necesitas, Johann? —pregunto esta vez con tono más amable, sonriendo en su dirección como acostumbro.
Porque se volvió parte de mí engañar a través de gestos felices. Al final de cuentas, soy un acaparador, me encanta llamar la atención. ¿No es así madre?
—¡Ahí está! Ese es el Joel que quería ver, el sonrisitas —afirma dando aplausos, buscando en su mochila algo de mucho interés. Una vez que lo encuentra, regresa la mirada y atención a mí, mostrándome una tarjeta con decoraciones de tono azul y dorado—. Como todos saben, soy el mayor y en dos días cumplo dieciocho años. Mis padres me dejaron hacer una pijamada en casa, ellos van a viajar así que estaremos nosotros.
—¿Solo nosotros?
Asiente. Y por alguna extraña razón no confío, pero decido aceptar la propuesta e invitación cuando el maestro ingresa.
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Tercer capítulo listo.
Nacimos para ser sociables, para conocer nuevas personas y aprender otras cosas; lastimosamente no me gusta aceptarlo.
Responder con una sonrisa y con voz tranquila, es la vestimenta de mi vida.
¿Esperaban que sea Erick o Joel?
Besos♥.