Capítulo 12

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—Chicos, formen parejas de tres, ya pasaré pos sus puestos las guias.

El ruido empezó debido a todo el salón revoloteando. Algunos buscando pareja y otros organizando sus sillas en grupo.

—¿puedo?— Ian sostiene su puesto con sus manos en el aire esperando mi respuesta.

—Claro, porque no.

Él sonríe sentándose al lado mio. A lo lejos puedo ver a una Cloe con los ojos literalmente salidos, la miro mal por su actitud tonta y niego con la cabeza para que vea que no disimula.

—Perdona por estar alejado, he tenido algunos asuntos por resolver.

—Tranquilo— le Sonreí.

—Ya estamos todos— Cloe se sentó rápidamente junto a nosotros aplaudiendo alegremente.

—Si solo esper...

Pero alguien me interrumpe... Como siempre.

—¡¡Profe, ya formamos pareja!!, ¡¡¿Nos puede dar la guía?!!.

Andrés el cual estaba charlando con sus coquetas estudiantes voltea al escuchar la voz de mi amiga, la mira confundido y luego barrió con su mirada a los demás integrantes. Al observar a Ian cerca mío su cara tomo una mueca rara.

—Señorita Cloe no se preocupe, nadie se quedará sin guía.

—ay... Que mal humorado— ella hace con una mueca de fastidio.

—Espantaste a su ganado— Ian se burló.

El profesor les sonríe y puedo ver como ellas se derriten, seguro darían todo por un poco de su atención. Suspiré cansada, estos temas no son de mi incunvencia. Él procedió a entregar las guías a cada grupo y cuando llego al de nosotros estiró su mano en dirección a Cloe para darle las guías pero ella al tomarlas no pudo ya que el hombre maduro frente a nosotras ejerció fuerza en ellas.

—¿Hará el trabajo por nosotras?— sonrió mi amiga infantil.

—Empiecen— soltó las guías apartándose.

—Si, querido profesor— ella hizo muecas burlándose.

Andrés al voltear solo pudo ver que el rostro de mi amiga estaba serio. Voltee los ojos al verla, no se como podía actuar como si nada.

Si lo sabes, esta loca. Por algo es tu amiga.

—Quita esa cara, que miedo— me reprende Cloe.

—saldremos a vacaciones.

Estoy emocionada porque por fin tendré más tiempo para mi. A veces cuando llegas tarde a casa luego de un día duro, de esos en los que soportaste a clientes fastidiosos, simplemente deseas no trabajar tanto y incluso pasa por tu mente renunciar. Pero no lo haces porque necesitas el dinero.

—solo serán tres semanas.

—¿y? Las disfrutaré al maximo.

—pero trabajarás...— me miró como sino entendiera.

—pero descansaré en las mañanas— puse mi rostro en la palma de mis manos sobre el puesto mientras sonrió.

Quiéreme sin miedo (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora