Primer día

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Me retorcía pero muy poco. La luz que se reflejaba en las cortinas daba directo en mi rostro. Me levanté tallando mis ojos y di un giro hacia la izquierda quedando mis pies sobre el piso pero aún sentada en la cama. Mi cuerpo dolía, no tenía idea del por qué pero no se sentía nada bien. Sin dudarlo fui a la cocina y de un estante tomé un frasco de pastillas. Saqué una de aquel y llené un vaso con agua del grifo. Tallé mi frente con la palma de mi mano.

—Fiebre no tengo, eso es bueno—. Dije y retiraba la mano.

Me senté en el comedor y vi a la nada, no pensaba. Me sentía rara, sin ganas de hacer nada pero tenía varias cosas que hacer. Hoy era mi primer día de trabajo y no podía simplemente faltar.

"¿Qué está pasándome?"

En el comedor había uno de mis libros favoritos: Maze Runner: El comienzo. Lo tomé y pasaba de página hasta en la que me quedé. Leí mientras preparaba mi desayuno. Después de 1 hora de leer y comer, me sentía mejor. Cómo si lo único que me hacía falta era comer, tal vez mis defensas estaban bajas.

Subí de nuevo a mi cuarto y me detuve en la puerta, divise de un lado a otro explorando aquella habitación.

—Dios mío... Esto es un desastre. ¿En qué momento...? —. Me agaché y levanté un pedazo de papel que estaba boca abajo, lo volteé. Era una foto de mis padres y yo. En ese momento el corazón se me destrozó. Mi peso cayó sobre el piso y doble las piernas dejando mis brazos encima de mis rodillas. Sosteniendo la foto en mis manos me dí cuenta de que de verdad lo que más extrañaba era mi familia. ¿Quién no extrañaría a su familia después de irse al otro lado del mundo?

5 minutos. 10 minutos. Seguía visualizando aquel rostro de mi padre lleno de felicidad y la de mi madre que estaba seria pero estaba más que contenta aquella vez. Notificación de mi celular. Mi mirada cambió a la mesita de noche y me levanté para ver de quién era. Mi mejor amigo.

—¡Ey! ¡Feliz primer día de trabajo!—. Una sonrisa lleno mi rostro. Oh no. ¡El trabajo!. Salí del mensaje. Ni siquiera tuve tiempo de pensar en que Meredith si le había dicho a Leo que quería hablar con él. Vi de reojo la hora. 3:30 p.m. Demonios. ¿Por qué pasa tan rápido el tiempo?

Corrí al baño y me dí una ducha rápida pero placentera. Me puse mi bata/toalla de cuerpo completo y salí. Busqué la mochila en la que guardé el traje y lo planché un poco con la planchadora de vapor y me lo puse. De nuevo me dirigí al baño y con la secadora y un cepillo metálico sequé mi cabello al tiempo de que a este se le hacían unas ondas naturales, después de todo el clima era perfecto para traerlo suelto. Lavé mis dientes. Me humecte con crema. Ricé mis pestañas y coloqué máscara. Me maquille con labial de tono rosa palo Matte. Salí y en la mesita de noche brillaba un anillo que mi hermana me había regalado. De mis ojos brotaban escasas lágrima, estaba a punto de llorar, pero me contuve. Lo tomé y me lo puse en el dedo anular derecho. Observe la hora en mi reloj de pared. 4:35 p.m; corrí a la cocina y me hice un sándwich de pollo, después de todo no me alimentaría hasta las 10 de la noche.

Salí en camino al restaurante.

(...)

Cuando llegué el mismo mesero que me presentó a la gerente me saludo con una pequeña sonrisa. Correspondí. Fui a la oficina de la gerente, toqué para entrar. Me gritó un poco bajo: "¡Pase!" Entré. Estaba sentada mientras estaba en un llamada.

—Si, claro. Por supuesto. Tienes mucha razón—. Dijo a la persona con quién hablaba. Me pare frente a ella sosteniendo con mis dos manos mi mochila, esperando sus indicaciones.

—Muy bien. Oye, tengo que irme. Luego hablamos—. Ni siquiera espero una respuesta de la otra persona y colgó. Me miró con una sonrisa sincera, como si estuviera feliz de verme.

El detrás de mí pasado. (Tom Holland y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora