"Te amo"

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Brooke había llegado de improvisto a mi departamento. Ambas, nos encontrábamos en el sofá de la sala con una caliente, y deliciosa taza de café.

No asistí a mis clases, no quería que las demás personas me vieran lo mierda que estaba; no me interesaba, pero odiaba los chismes estúpidos que harían al respecto. "¿Terminó ya con su novio Holland?" "Seguramente está así porque su noviecito no lo quiso comprar los zapatos actuales de moda". Personas sin quehacer. —Pensé—.

—Dios mío. —Dijo con sorpresa, pero con la mayor delicadeza posible. —En serio, lo siento.

— ¿Por qué las personas se disculpan por cosas que no les pasó a ellos? —Repliqué irónicamente.

—No es porque les haya pasado, es porque buscan consolar al que sí le sucedió.

—Que estupidez. —Susurré.

— ¿Y a ti qué insecto te picó? —Rodé los ojos.

—Simplemente, no estoy bien Brooke. —Murmuré con una lágrima escurriendo por mi mejilla.

—Tienes que estarlo. Thomas vendrá la próxima semana. —Suspiró. —Sé que tiene que ver algo con Sean, te dije que él no tenía buenas intenciones contigo; pero Thomas, seguramente, está sumamente desasosegado por cómo estás.

—Él sabe que pasó. Pero no sabe que estoy cayendo a un pozo sin fin.

— ¿Qué?

—Cuando el llamó, el día que sucedió, yo le dije que estaba totalmente perfecta. Sentì horrible por mentirle de esa manera. Pero, —Seguí. —no quería que dejara su grabación por venir a verme; y me sentí peor cuando me dijo que estaba enamorado de mí.

Brooke escuchaba atentamente cada palabra que murmuraba. No podía descifrar si lo qe decía su rostro era, aburrimiento, o sencillamente desentendimiento.

—Con más razón, Summer. —Enarqué una ceja.

—Con más razón ¿qué? 

—Debes levantarte de ese sofá mugriento y salir adelante, amiga.

Se levantó del sofá, dejó la taza a medias en la mesilla, y se encaminó a mi habitación. La seguí con la mirada, no quería levantarme de aquel sillón dónde estaba plácidamente.

— ¿Qué haces? —Preguntó desde la puerta.

—Bebo mi taza de café. ¿No es obvio? —Pregunté.

Espere una respuesta de ella, en cambio, salió de mi cuarto y caminó hasta tomar mis muñecas. Tomó la taza de café, que en realidad estaba vacía hace ya uno minutos.

Vacilé unas cuanta palabrotas, pero a Brooke no le interesaron en lo más mínimo. Siguió jalándome hasta su objetivo; cuando llegamos, me aventó con delicadeza a mi cómoda. Ella hurgaba en mi armario, como si buscara un tesoro perdido. Observaba con suma atención sus manos, estaban tan delgadas con una hoja de papel, y las venas le resaltaban; en su mano izquierda, brillaba tal cual una estrella, el anillo de castidad.

Al cabo de unos segundos, Brooke se detuvo; sostuvo en sus manos uno de mis viejos vestidos. Era negro, entallado de forma que me quedara lo más pegado posible a mi anatomía, tenía rosas rosas y hojas de un color verde brillante. Lo miró más detenidamente y negó con la cabeza, para después dejarlo de nuevo en el colgador.

Gracias a Dios, era horrible.

Siguió hurgando cada mínimo espacio del closet. Nada. Suspiró exhausta y sus manos cayeron de golpe a sus costados. Dio la vuelta, y como un costal de verduras, cayó de espaldas a mi lado. Con el dorso de su mano sobre su frente, parecía que estaba ideando algún plan.

El detrás de mí pasado. (Tom Holland y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora