FLASHBACK 0.2

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*Narradora omnisciente*

La rubia se irguió. Supo que no estaba en un lugar conocido por el olor a tabaco y alcohol. Cuando se incorporó, sintió un dolor inusual; todo el cuerpo le dolía y en las muñecas tenía marcas rojas circulares, como si algo la estuviese presionando con excesiva fuerza.

Soltó un leve chirrido, posó la palma de su mano en su frente, estaba sufriendo una fuerte resaca y las sienes le punzaban.

Miró a su alrededor; botellas rotas, colillas de cigarrillos y ropa esparcida en el suelo inundaban el espacio. Observo que estaba sola, y se levantó de la cama. Caminó a duras penas recargándose de la pared y salió del cuarto.

— ¿Dónde estoy? —Murmuró así misma.

Sintió el gélido piso en la planta de sus pies y un estremecimiento le llegó a su cuerpo. Cuando miró su anatomía, notó que solo estaba en camisón, pero su ropa interior no estaba.

Regresó corriendo al cuarto y buscó por todas partes sus bragas y sostén. Se incó al verlos y los tomó con demasiada fuerza que el tapete también se levantó.

Se encaminó al cuarto del baño, cerró con llave y se retiró el camisón. Abrochó el sostén e introdujo una por una sus piernas por sus bragas. Pero, se horrorizó al sentir un líquido pegajoso entre su entrepierna. Con el temblor de sus manos, pasó lentamente su mano por su zona íntima, la miró con un color blanquesino y soltó un gritó ahogado.

Corrió, aunque solo quedaba unos cuántos centímetros, a la regadera y abrió en un santiamén las llaves del agua caliente y fría. Sin tomar en cuenta el dolor de su cuerpo, lavó y lavó toda parte de ella con gran vigor, casi se arrancaba la piel al hacerlo; el cuerpo le ardía, sobre todo las muñecas lastimadas.

Al cabo de unos minutos, salió del baño, con el sostén puesto y el camisón pero las bragas no. Había decidido tirarlas al contenedor de basura.

Las lágrimas salieron por sí solas. Comprendió que sus muñecas tenían esas extrañas marcas porque... Había sufrido una violación. Se sintió culpable. Ella no era así, no era común en su rutina salir a fiestas y embriagarse como nunca. Sabía que ella ni nadie podía sufrir lo que ella, pero no se sentía cómoda sabiendo que en parte fue su culpa haber pasado por ello.

Secó sus lágrimas saladas y se irguió. Miró a sus alrededores y notó una que otra ropa de mujer. No había opción, tuvo que tomarla. No era su estilo, pero no iba a decidir salir solo en camisón a la calle.

Cuando llegó a su hogar, suspiró de alivio. Sus padres no estaban.

Caminó sin ánimos a su habitación y calló de espaldas a su cómoda. Una vez más, las lágrimas pedían salir por sus ojos. No las contuvo y lloró a charcos. Le dolía su intimidad y aún estaban sumamente marcadas sus muñecas. No recordaba quien le había hecho aquello, ni siquiera tenía idea de si estaba drogada o no.

Ahora, sólo quería llorar y dormir, pero no lograba juntar párpados. Su frustración la hacia sentir miserable por no haber no permitido que le hicieran eso.

No podía quedar cruzada de brazos.

Salió a zancadas de la habitación, tomó las llaves del segundo auto de la familia y condujo hasta su destino.

Llegó. Un salón donde enseñaban clases de defensa personal y unas cuántas de artes marciales estaba situado en un callejón oculto. Estacionó el auto y salió, azotando su puerta con la más mínima prudencia.

Entró con la máxima desición y dejando fuertes pisadas en su camino. Llegó al mostrador, azotó su mano en el escritorio y el empleado se exsaltó.

—Buenas tardes. Vengo a tomar sus clases. —Dijo con un tono brusco. —No me importa el precio, sólo quiero asistir.

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Ok, ahora sí, no hay manera de que me digan excesiva en el capítulo anterior. Ésto ya estaba planeado, pero ahora comprenden su trauma.

Me despido.
Love you, beautiful people.

El detrás de mí pasado. (Tom Holland y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora