74. Taehyung

298 34 1
                                    

Un taxista nos estaba esperando en el aeropuerto.

Nos llevó al apartamento en el que íbamos a pasar los siguientes meses y, tras ayudarnos a bajar las maletas, le entregó a Jungkook la llave que Yeong le había dado.

Después se marchó y los dos nos quedamos allí plantados en medio de la calle y alzando la vista hacia el cielo plomizo para contemplar el antiguo edificio de estilo Haussmann.

Jungkook abrió la puerta y yo lo seguí.

Había un ascensor que debía de ser prehistórico con un cartel en la puerta, «Ça ne marche pas», que, a juzgar por el candado que lo mantenía cerrado, debía de significar que no funcionaba.

Las escaleras eran estrechas y oscuras, pero sentía un cosquilleo conforme las subíamos arrastrando el equipaje a duras penas.

-Deja las maletas si pesan demasiado.

-Estoy bien -repliqué.

Llegamos a la última planta, la tercera.

Jungkook abrió el apartamento y encendió las luces antes de hacerse a un lado. Di una vuelta sobre mí mismo contemplando los techos altísimos, las molduras y los rosetones que los recorrían, y los enormes ventanales. La luz se reflejaba en el suelo claro de madera y me pregunté cómo era posible que aquel edificio con pinta de tener tantos años escondiera una casa tan bonita.

Una escalera de metal que se curvaba en la parte superior conducía hasta lo que parecía ser la buhardilla, y deduje que ese sería mi estudio durante los dos meses siguientes.

Me quité la chaqueta fina que llevaba puesta y la dejé sobre el brazo de uno de los sofás antes de abrir las tres puertas que escondían un baño y dos dormitorios.

-Puedes quedarte el que tiene la cama más grande -dije, y cogí aire, porque hasta ese momento no había querido ni pensar en lo difícil que iba a ser ver a Jungkook todas las mañanas, todas las noches, todos los días-. Creo que tiene sentido. Que duermas más amplio y eso. Ya sabes lo que quiero decir. Además, me gustan las vistas del otro.

-Bien -contestó pasando de largo.

Mientras él trasladaba las maletas a los dormitorios, aproveché para subir a la pequeña buhardilla. Sonreí al descubrir el espacio confortable y limpio, con un par de caballetes abiertos, lienzos en blanco y algo de material, aunque tendría que comprar más utensilios que necesitaba.

Oí los pasos de Jungkook a mi espalda.

-Vaya, tiene buena iluminación.

-Es perfecto -admití.

Él abrió una ventana y el aire fresco ventiló mi nuevo estudio. Suspiré satisfecho mientras revisaba cada rincón y notaba el cosquilleo de la impaciencia apoderándose de mí, porque ya tenía ganas de estrenar aquel espacio y pintar allí, contemplar la calle durante horas y dejarme llevar, sin pensar en nada más, arropado por esas paredes.

-¿Estás contento?

-Mucho. Sí. También nervioso.

-Vamos, luego lo miraremos con más tiempo. Hemos quedado con Yeong en menos de media hora y espero que el sitio esté cerca de aquí, porque no tengo ni idea de dónde estamos.

Salimos a la calle. El viento era frío, y más en comparación con las suaves temperaturas a las que estábamos acostumbrados.

Llevábamos ropa fina y cómoda; mientras caminábamos siguiendo las indicaciones del celular, pensé que tendríamos que comprarnos alguna prenda de abrigo a no ser que el buen tiempo llegara de repente.

Resultó que el restaurante en el que habíamos quedado con Yeong estaba cerca del apartamento, apenas a unas calles del famoso Moulin Rouge, bajo el barrio bohemio de Montmartre. Le Jardin d'en Face tenía una fachada de un verde Veronés y por dentro era confortable, casi rústico.

Un tipo de cabello canoso y sonrisa pronunciada se levantó en cuanto entramos, y Jungkook y él se dieron un abrazo corto.

Después Yeong me miró y me sorprendió dándome un abrazo.

-Encantado de conocerte, Taehyung.

-Lo mismo digo, señor Yeong.

-Puedes ahorrarte lo de «señor», aún me siento joven -bromeó-. Vengan, he reservado una mesa. ¿Qué les apetece beber? ¿Pido una botella de vino?

Contestamos que sí mientras nos acomodábamos.

-¿Qué tal el viaje? -se interesó.

-Bien, aunque todavía no tengo muy claro qué hora es -contestó Jungkook haciéndolo reír-. El apartamento es increíble. Y el estudio también, ¿verdad, Taehyung?

-Es precioso. Me encanta la luz.

-Genial, esa era la idea.

Pedimos los platos y yo me centré en mi ensalada mientras ellos se ponían al día sobre la galería de Yangyang y nuestros planes en París; para empezar, teníamos que acudir a una fiesta en una sala de arte esa misma semana. Y por la cantidad de propuestas que hizo Yeong, íbamos a estar bastante ocupados.

Cuando Jungkook se levantó para ir al baño, Yeong me observó pensativo y me puse un poco nervioso.

-Así que el arte va un poco en los genes...

Ladeé la cabeza mientras lo miraba sorprendido.

-¿Conocías a mi padre? -pregunté.

-Sí. Compré alguna obra suya hace años. Tenía talento. Y tu madre también, aunque quizá no le fascinaba tanto el mundo del arte como a él, pero cuando se lo proponía... -Jugueteó con la servilleta entre los dedos-. No deberías estar nervioso, Taehyung. Confío en tus posibilidades casi más que tú mismo. Te irá bien aquí.

-Ojalá pudiera creerlo -sonreí.

-¿Qué es lo que te preocupa?

-Todo. La novedad. La gente. El idioma.

Yeong me miró comprensivo y arqueó las cejas.

-Mi madre era coreana y mi padre francés, así que pasé buena parte de mi vida viajando de un lado a otro. Créeme cuando te digo que todo lo que necesitas saber durante los primeros días aquí es cómo saludar a la gente.

Jungkook volvió a sentarse a mi lado y sonrió.

-¿A los parisinos les gusta saludar?

-Mucho. Y de forma muy específica. Veran, los lunes y los martes es preferible decir bonne semaine, los miércoles y jueves utilizar bonne fin de semaine y los viernes bon week-end.

Me eché a reír porque, sin ninguna razón, aquello me pareció de lo más gracioso. Y, en cierto modo, la tensión que me envolvía desde que habíamos pisado París se disipó de golpe. Me apunté esas expresiones en una servilleta, y Jungkook no dejó de burlarse de mí. Después me limité a disfrutar de la comida sin darle más vueltas a todos mis miedos, degustando los postres y escuchando las anécdotas con las que Yeong nos entretuvo.

 Después me limité a disfrutar de la comida sin darle más vueltas a todos mis miedos, degustando los postres y escuchando las anécdotas con las que Yeong nos entretuvo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
I Want To Hold Your Hand² ✿KookTae✿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora