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Jess

Dean y yo teníamos un poco más de catorce días viviendo juntos y éramos una pareja no pareja. No éramos nada formalmente pero hacíamos y deshacíamos todo juntos, desayunábamos juntos, me lavaba los dientes mientras él se duchaba, ya veíamos maratones de series juntos, cada vez que él tenía un incendio yo lo esperaba como manifestante fuera de la estación y todo eso se sentía extremadamente bien. Esa noche había tenido un incendio que le había durado casi dieciocho horas, la intriga y la necesidad de saber si se encontraba bien me escocía la piel.

Vi el camión aparecer al principio de la calle, las primeras noches me daba una ligera pena con sus amigos, con el tiempo se acostumbraron a que estuviera ahí, a veces hasta les llevaba galletas.

— Hola Jess —me saludaron algunos de sus compañeros.

— Hola chicos —sonreí, Matt me abrazó y saludó. Matt era el mejor amigo de Dean y a mi me agradaba bastante. Físicamente era bastante guapo, ojos castaños, cabello castaño, medía un poco más de 1.80 y al igual que Dean tenía toda la manga del brazo tatuada, he salido con ambos a comer un par de veces y se conocieron hace bastantes años en el entrenamiento de bomberos, desde ahí son inseparable.

— Hola, Matt.

Él me asintió con la cabeza en saludo, casi siempre llegaban extremadamente cansados, Dean me tomó con delicadeza de la mano y me llevó a la zona de dormitorios, abrió su gaveta y miré que tenía unos tres cambios de ropa, en la casa no tenía muchos más, me miró observarlo.

—Tengo casi toda la ropa en mi casa —suspiró, cansado— ¿Su casa?, lo que sea.

Sabía que me hablaba de su ex esposa, siempre que la menciona o por alguna razón la conversación nos llevan a esos temas, él se pone tenso y prefiere desviar el tema, generalmente hago lo mismo o intento subirle el ánimo, para eso son las amigoparejas ¿No?


—Puedes ir luego por ella.

— Claro — me miró— Me cambio y nos vamos a casa.

Ese proceso de me cambio y vamos a casa duraba unos veinte minutos, lo conocía bien, iría a las duchas, platicaría con los chicos del incendio, se ducharía y volvería a los dormitorios para que pudiéramos partir a casa, hoy no fue la excepción y a mi nunca me ha molestado esperarlo.

— Tengo hambre — me abrió la puerta del copiloto.

—Vamos a comprar algo y deja que yo maneje, te ves muerto.

— Está bien — sonrió y cambiamos de lado, manejé por la tan conocida carretera.

— ¿Qué vas a querer cenar? — se acurrucó levemente contra la ventana.

— Panquecillos y huevos rancheros.

— Bien.

Conduje sin hacerle ruido, solamente había un restaurante abierto las 24 horas, estaba a unos 15 minutos de donde vivíamos y hacían los mejores hotcakes y huevos del mundo. Me estacioné y baje sin hacer demasiado ruido al cerrar la pesada puerta de la camioneta, entré al restaurante, este era bastante agradable, tenía un ventanal enorme y ahí se disponían unas seis mesas con sillas tipo sillones, había unas diez mesas más y una barra con seis bancos rojos , el olor a tocino y huevos fritos era inevitable.

Tiffany estaba en la caja, ella siempre cubría los turnos desde que anochecía hasta que amanecía. Como siempre estaba impecablemente arreglada, no era demasiado grande, estaría en sus cuarenta.

—Hola cielo, ¿Lo de siempre?

— Sí, sólo que esta vez serán huevos rancheros en vez de con tocino.

— Está bien cielo, ¿Segura que no quieres un par de tocinos en tu ensalada?

Love on fireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora