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Jess

Por la mañana decidí irme caminando hasta el estudio, la obra sería en dos meses y realmente ya sentíamos la fecha encima, ensayamos desde que amanece hasta el medio día. Al término de la clase me dirigí hasta el salón donde entreno mi grupo de niñas, solo son diez y realmente son bastante disciplinadas, no necesitan que les repita constantemente las instrucciones. Ese salón no era demasiado grande, dos paredes eran de color blanco, otra pared estaba recubierta por espejos y la otra daba a la calle, generalmente los tutores de mis niñas se quedaban muchas veces mirándolas, pero yo prefería que se retiraran, algunos sólo las ven con dulzura, pero nunca falta la madre traumada que se embarazó o por algún otro motivo no pudo triunfar en la carrera y sofoca a su hija con las clases, por ello prefiero que las dejen y no aparezcan hasta que deban recogerlas.

Mientras las niñas practicaban la quinta posición vi a alguien acercarse a la ventana, era Dean quien me miró con una sonrisa, le regresé la sonrisa y ahí se mantuvo hasta que la clase concluyó. Entró en cuanto todas las niñas se retiraron. —Hey —me sonrió nuevamente—Eres maravillosa.

—No demasiado.

—Eres un amor con esas niñas.

—Me agradan bastante los niños —sonreí levemente.

—En serio, eres un jodido amor con ellas.

Me solté la coleta y me pasé los dedos por el cabello, lo acomodé y nuevamente hice la coleta. —Pero bueno, ¿Todo bien?, ¿Cómo está?

Dean desvió levemente la mirada. —Vamos a almorzar.

—Está bien —tomé mi bolsa de ejercicio y la pasé por mi hombro.

—¿De qué tienes antojo?

—Ummmm, cheesecake.

—Vamos por él —se metió las manos a los bolsillos y caminó así hasta la cafetería.

—Que miedo con lo que haces —me miró.

—¿Por qué?

—Los pies.

Y la realidad es que sí. —Sufren mucho.

—¿No es posible que se te rompan?

Reí levemente. —La verdad es que sí, ocurre mucho cuando no te vendas de forma correcta.

—Joder —miró mis pies.

Me bajé levemente los zapatos y señalé . —¿Ves el vendaje?

—Como boxeador —rio.

—Sí, algo así. Además te salen muchas ampollas.

—Que dolor.

—Nací para ese dolor.

—¿Nacer para tener dolor? No suena bien.

Reí. —Obvio no, naces para hacer lo que te apasiona.

—A mi me apasiona hacerme el héroe.

—Lo eres —lo miré— Al menos para mí.

Sonrió leve y solo asintió con la cabeza, al llegar a la cafetería pedimos dos cafés y dos rebanadas de pastel, Dean me rodeó con el brazo mientras esperábamos la orden. —Deberías enseñarme.

—¿Ballet?

—¿Por qué no?

—Ummm, por supuesto, cuando quieras —sonreí, la realidad si me hacía ilusión enseñarle a Dean.

Nos entregaron la orden y nos sentamos en una de las mesitas del exterior. —¿Cuándo empezamos? —dijo destapando su café.

—¿Después de comer?, pero con tutú y todo.

Love on fireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora