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Jess

Después de esa noche como supongo era de esperarse, todo cambió entre nosotros, nos convertimos en puro amor. Y la realidad es que era un amor ardiente, en la última semana no existía fuerza humana que nos separara, cada vez que podíamos nuestras manos acababan sobre el otro en zonas bastante interesantes, el señor de la farmacia que se encontraba a cuatro calles de nuestra casa muy probablemente tuvo que hacer un nuevo pedido del lote de condones. 

A mitad de la segunda semana de nuestro noviazgo, aproximadamente a las cuatro de la tarde el celular de Dean sonó, era Matt quién profanó nuestro sueño en un precioso Sábado, le dijo que lo necesitaba en menos de cinco minutos de la estación había un incendio en un edificio de diez pisos, hasta donde logré escuchar y Dean logró decirme mientras se vestía, fue que el incendio fue originado el piso seis y que ya estaba tomando otros pisos, tanto superiores como inferiores, me limité a asentir y decirle que lo esperaría en la estación si se llevaba muchas horas con ello.

Si antes me preocupaba como una loca, en el momento que Dean salía por esa puerta sentí que el mundo se me venía abajo, me faltaba aire y las manos me temblaban, una cosa es preocuparte por tu polvo, por tu amigo, por el chico que te gusta. La otra es darte cuenta que la persona que amas arriesga su vida cada cierto periodo de tiempo por salvar la de otros y aunque lo aceptaba y admiraba, el temblor de mis manos no me permitió concentrarme mucho en lo que restaba del Sábado. 

Decidí mantener la televisión apagada, generalmente solían ser muy amarillistas y en el momento en que dijeran que las cosas iban mal, se perfectamente que iría corriendo a apilarme con toda ese gente detrás de la línea de precaución, tomé mi maillot y me puse a dar vueltas por toda nuestra estancia, ocho de la noche y aún no había ningún mensaje. Me duché y preparé algo de cena que pudiese calentar rápido cuando llegara, aunque probablemente solo querría dormir. A la una de la mañana recibí un mensaje de Dean:

Hola nena, llegamos hace unos cuarenta minutos. Ya me cambié y esa mierda. ¿Puedes pasar por mí?, no me llevé la camioneta.

Me coloqué una chamarra grande y unas botas de invierno, tomé las llaves de nuestro pequeño cuenco que se encontraba sobre una mesita cercana a la puerta y salí, conduje durante unos minutos para poder encontrarme con Dean. Me estacioné del lado de la academia y bajé, Dean estaba en la entrada de la estación.

—Hola, nena —sonrió y me abrazó en cuanto estuve lo suficientemente cerca.

—Hola, bonito.

Me puse ligeramente de puntas para poder abrazarlo por el cuello, aspiré su aroma, el olor de su jabón se mezclaba con el peculiar aroma que siempre tenía después de trabajar en un incendio, era una combinación extraña, estaba acostumbrada a ella y en su momento, teniéndolo entre mis brazos gracias al Señor, no podía pensar en otra cosa más que en lo mucho que me gustaba esa combinación de aromas porque eso significaba que estaba bien y que estaba aquí.

Me tomó de la mano y me llevó dentro de la estación. —Todos están dormidos —susurró.

—¿Tú no estás cansado?
—Joder, no. Sabes que me cuesta dormir después de...

Asentí con la cabeza y acaricié el dorso de su mano. —Podemos hacer algo que no haga mucho ruido.

—¿En qué estás pensando? —me miró con una sonrisa. 

—Me puedes enseñar... a bajarme del tubo —caminé hasta el tubo, sobre este había un agujero que daba al primer y segundo piso, me sujeté con los brazos y di una media vuelta, Dean me miró con una sonrisa. 

—No te vayas a romper. 

—Oh jódete 

Me quedé abrazada del tubo como un pequeño oso koala aferrado a un bambú. Se acercó a mi y me retiró del tubo, puse las piernas al rededor de su cintura, ahora él era mi bambú. 

—Te voy a enseñar algo más divertido —susurró rozando con sus labios mi oreja. 

—¿Debo emocionarme?

—A mi me emociona —rio de forma cálida aún contra mi oído y sentí cada vello de mi piel erizarse como respuesta a su preciosa risa— Te voy a enseñar las partes del camión —me sentó con cuidado en la parte posterior del camión y subió sujetándose de la pequeña escalerilla.

—Joder, gracias por sentarme o yo nunca me hubiera podido subir. 

Tomó mi mano y me ayudó a levantarme. Me dio un pequeño recorrido por la parte posterior del camión, me enseñó las válvulas, la manguera de aspiración y el cañón lanza agua, me ayudó a bajar poniéndome sobre el peldaño posterior, recorrimos el camión por la parte lateral, me enseñó el compartimento de almacenamiento, me explicó que era un manómetro y donde se encontraban las tomas de riesgo, me enseñó a como tomar la manguera y puedo jurar que lo mal pensó un par de veces. Me subió a la parte del piloto. 

—Quiero tocar la sirena —reí levemente. 

—Vas a despertar a todos

Hice un ligero puchero y negué con la cabeza. —Deben descansar, ¿Me puedo poner un trajeeee?

—Joder, por supuesto, apenas y vas a poder moverte.

Me llevó de la mano a los vestidores y me pasó su traje. Primero me coloqué los pantalones, luego la parte superior, podría jurar que me había añadido unos cinco kilos, Dean me ayudó a colocarme las botas y el casco, y mierda, casi se me va la cabeza de lado, me ayudó a sostenerme. —Solo lo que traes pesa aproximadamente 13 kg, el equipo de respiración pesa unos 12 kg más y cuando está húmedo —señaló la chaqueta sin soltarme— Puedes estarle agregando unos 30 kilos más. 

Lo miré a través del casco con total sorpresa y nuevamente lo miré con admiración. —Joder, con razón te caes de bueno —reí levemente. 

Y no era mentira, los músculos de Dean era grandes, pero sobre todo era fuerte, muy fuerte. Seguro con un simple golpe mandaba a la mierda una simple puerta. —Ventajas de ser bombero —rio y me ayudó a desvestirme. 

—Gracias por enseñarme todo esto —lo miré con una sonrisa— Sé lo importante que es para ti —le di un beso pequeño en la comisura de sus labios.

—Gracias a ti por dejar que te enseñe —colocó ambas manos en mi cintura y me besó de forma delicada.

Love on fireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora