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Jess

Dean no llegó esa noche. Fue hasta la tarde donde apareció por la puerta.

—Hola amooor —corrí hasta él.

—Hola...

—Te hice lasaña de tres quesos. ¿Cómo te fue? —lo miré y busqué a los niños detrás de él.

Dean se mordió el labio. —Gracias por la cena.

Por su cara de tristeza, la falta de mochilas en la mano y en vista de que Holland y Hada no aparecían por la puerta, supuse su madre no había aceptado que vinieran, era de entender. Pero, ya tendríamos mas oportunidades, verlo triste me desanimaba peor mantuve una sonrisa cálida intentando reconfortarlo. —De nada. Mira, decoré el cuarto de los niños —tomé su mano he intenté guiarlo, sin embargo no se movió ni un centímetro.

—Joder, ya cállate —me estremecí ante la frialdad de su voz— Jess, los niños no van a venir.

—Oh, ¿Se molestó? Supongo era normal que eso pasaría —lo miré.

Soltó mi mano. —Jessica, tenemos que hablar.

Sentí cada vello de mi piel erizarse, eso nunca era una buena señal, dejé de sonreír. —Okay...

—Yo... Quiero agradecerte por todo lo que has hecho por mí —tomó mis manos y depositó un pequeño beso en cada una, mierda. ¿A dónde va esto?— Y el tiempo maravilloso que me diste —no pude evitar mirarlo con confusión— Promete que me vas a escuchar hasta la última palabra.

Me faltaba el aire. —Te estoy escuchando.

—Faith me ofreció volver a casa. 

Y entonces todo mi castillo de arena se derrumbó, fue arrasado por una ola inmensa y no me sentía capaz de reconstruirlo, no en ese instante. —¿Y vas a volver?

—No lo sé.

Intenté no ser egoísta, pensar en los niños, en él. Siempre quiso volver. Yo no era más que una destrucción, la oportunidad que tanto anhelaba la tenía en ese momento. —Que respuesta tan estúpida —lo miré— Por supuesto que debes volver.

—Te estoy diciendo que no lo sé.

Asentí. —Te sigo escuchando.

—Estoy... estoy enamorado de ti —me miró— Te juro que jamás mentí en eso. Pero joder Jess, es la oportunidad de recuperar mi vida... Mi familia.

Y yo solamente era la piedra que estorbaba en el camino. Asentí, mis ojos ardían, estaba a punto de llorar y ponerme de rodillas suplicando que no me dejara, pero no lo valía. Yo sabía que esto era algo que probablemente pasaría. —Lo comprendo Dean.

—No sé que hacer.

Respiré, conté diez cabras y me tragué las lágrimas. —Felicidades, es lo que querías. Espero que esta vez no te manden a la mierda —caminé hacia la isla de la cocina, no tenía el valor de mirarlo— Haz lo que debas —tomé los platos y cubiertos, comencé a levantar la mesa.

—¿Ni siquiera vas a jodidamente decirme que me quede contigo?

Que te quedes conmigo es lo único que quiero, pero estoy atada de manos. —No Dean, no puedo atarte a mí —tomé un pequeño suspiro y lo miré, caminé hasta estar lo suficientemente cerca para poder tomarlo de las mejillas— Te amo. Te amo más de lo que pensé que podría volver a amar, pero es tu oportunidad, nunca te alejaría de tu familia.

Me miró. —Lo lamento tanto.

—Ya olvídalo. No digas más —sonreí.

—Me iré esta noche. No alargaré esto más de lo necesario.

Fue a la habitación y escuché las puertas del clóset abrirse, fui a la cocina y tiré la lasaña a la basura, lavé el refractario unas diez veces mientras él empacaba, mis nudillos estaban rojos y la esponja tenía la marca de mis uñas enterradas, no demoró demasiado en salir, pero para mí se sintió como una eternidad. 

—Me voy —escuché su voz detrás de mí.

No quería, no podía verlo, sin embargo, lo miré, quería verlo y evaluarlo una última vez, quizá así no sentiría que esto fue un mal sueño y estaría consciente de que esto había sido tan real y tan doloroso como la primera vez. —Adiós.

—Espero que seas feliz... Y qué encuentres a alguien mejor que yo.

Mis ojos estaban hinchados, un segundo más y me quebraría, pero ¿Y si me quebraba y de alguna manera provocaba que se quedara conmigo a vivir de forma infeliz? —Ujum.

Suspiró y asintió de forma casi imperceptible. —Adiós. 

Tomó su mochila roja y salió sin decir más. En cuanto el seguro de la puerta hizo click, no pude evitar derramar las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos los últimos minutos, tiré lo que era tirable: teléfono, jarrón, el organizador de cubiertos. 

Conocía bien esta sensación, me habían roto el corazón, pero dolía más. Esta segunda decepción amorosa acabó con toda mi ilusión, con todo mi deseo y mis ganas de volver a entregarme, de volver a amar. Esta vez yo era un bosque, un bosque incendiándose y ya nadie podía rescatarme, ni siquiera el bombero que así como a Jasper ahora tenía que dejarlo atrás.

Love on fireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora