Ahí estaba yo, de pie en aquel lugar que ahora me parecía tan pequeño, bajo la atenta mirada de todos los allí presentes. En mi cabeza vi cómo un autobús venía a toda velocidad y empalidecí. Mi pulso se aceleró, me comenzó a faltar aire en los pulmones, me sudaban las palmas de las manos. Me palpé los bolsillos buscando mis pastillas, aunque maldecí internamente porque se me habían tenido que perder. En un intento por salir de allí miré frenéticamente a mi alrededor y, al divisar lo que parecía ser un cuarto de baño, corrí con todas mis fuerzas y me encerré en una de las cabinas.
Cerré los ojos e intenté controlar mi acelerada respiración, había recordado cosas que no quería recordar. Cómo no, el muy oportuno Ryan Thompson comenzó a golpear la puerta, a preguntar qué me pasaba, si estaba bien.... él no sabe lo que es querer estar solo.
En estos momentos suelo gritar, me tranquiliza, pero con él al otro lado de la puerta y el resto detrás no me atrevía y mucho menos quería darle al imbécil de Evan el gusto de oírme sufrir, sobre mi cadáver.
Me tragué los lamentos que me habrían apetecido soltar, me puse de pie y abrí la puerta. En cuanto me vio la cara él inconscientemente se hechó hacia atrás, si las miradas matasen él ahora mismo estaría más que bajo tierra. Al ver que me mantenía en silencio decidió hablar.
- Oliver, no te enfades, Evan es mi mejor amigo y pues me lo encontré en el pasillo. Nosotros... estuvimos hablando y salió el tema y simplemente le conté, cálmate - Hablaba con rapidez, claramente nervioso, a duras penas pude entenderlo.
- ¿Simplemente? - Repetí, él tragó saliva.
La única forma de mantenerme en pie hasta llegar a casa era cambiar esos sentimientos por rabia, eclipsar todos esos recuerdos desagradables con odio desmedido. Él ahora mismo estaba en el lugar y momento equivocados, parado frente a una enorme ola que no sabía que caería sobre él con toda su fuerza.
- Entonces también le habrás contado la historia desde el principio, ¿no? - Él me miró confuso - Sí, que te aprovechaste de mí, que me pegabas palizas, que te ponía hacerlo en los baños, que me hacías daño día sí y día también, que te quedaste mirando mientras un tío abusaba de mí - A cada cosa que iba diciendo iba alzando cada vez más el tono - ¿Eso también se lo contaste? - Grité.
Él se quedó allí plantado, como si fuera una columna que formaba parte de la habitación. Tenía la boca entreabierta y me miraba como si acabara de ver un fantasma, parecía haberse quedado mudo.
- Si ya no tienes nada más que decir, me voy - Dije con cara impasible, como si todo lo que sentía lo hubiera echado hacia fuera y me hubiera quedado como una lata vacía.
En cuanto salí del baño pareció que volvió de nuevo a la vida, porque cuando cruzaba la sala decido a llegar al ascensor me detuvo por la muñeca, me solté con fuerza, nisiquiera me importó que hubieran allí más personas.
- Oliver no te vayas por favor - Me rogó, con los ojos humedecidos.
Le miré directamente a los ojos con la mirada más fría que pude, él empalideció y dejó caer su mano en peso muerto.
- Te odio - Esas palabras le dolieron, lo supe cuando vi finas gotitas de agua salada recorrer su mejilla.
Me di la vuelta y continué con mi camino, aunque, cuando pasé al lado de Evan, me detuve. Él me miraba quizás con sorpresa o tal vez estaba molesto, ese hombre era más inexpresivo que un muerto. Le miré de arriba a abajo.
- Aquí tienes a tu niño llorón gilipollas - Dije a pocos centímetros de su cara y le asesté un golpe con la rodilla en sus partes más sensibles.
Él se dobló por la mitad del dolor y cayó al suelo entre murmullos en los que seguramente me estaría maldiciendo.
- Touché - Dije y, con una salida triunfal, salí de aquel maldito sótano de una vez por todas.
Llamé a un taxi, no me sentía con fuerzas ni para caminar. Ahora que ese odio había desaparecido regresaba la tristeza y el dolor que había intentado camuflar. El camino hacia casa fue lo más incómodo de mi vida, sobre todo para el taxista. A los pocos minutos de montarme, comencé a llorar a moco tendido. Me restregaba las mangas sobre la cara intentando ocultar las lágrima, pero eso parecían las Cataratas Del Niagara, osea que me acabé rindiendo y me limité a llorar a pleno pulmón mientras el pobre taxista me miraba por el retrovisor.
Llegué a casa y me quité los zapatos, me tomé una pastilla para dormir y caí rendido en la cama. Tuve pesadilla tras pesadilla, desde aquel sótano donde mi padre me encerraba de pequeño, a aquella vez en el callejón donde ese tipejo me forzó y, nuevamente, a ver aquel autobús viniendo desde el final de la calle.
Al fin conseguí despertarme, y cuando lo hice estaba empapado en sudor.
- Oliver, estás hecho una mierda - Dije cuando me miré al espejo.
Ojeroso, temblando, con los ojos rojos, el pelo revuelto y la piel brillante por el sudor. Pese a que me dolía todo el cuerpo y solo quería dormir de nuevo decidí meterme en la bañera y puse a correr el agua caliente, necesitaba un buen baño después de semejante día. Encendí unas velas y dejé que el calor destensara todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo, desde la cabeza a los pies.
Tras media hora es que conseguí quedarme tranquilo gracias a los aromas de lavanda y jazmín de las velas y a ese calor que parecía envolverme como el abrazo de una madre.
Me puse la toalla alrededor de la cintura y otra sobre los hombros para que no me goteara el pelo. Cogí el cargador y enecendí mi teléfono, el cuál estaba desde ayer sin batería. Al encenderlo vi multitud de mensajes y llamadas perdidas tanto de Ryan, como de Tiago, incluso de mi madre y mis hermanas.
- ¡Mira las noticas! - Decía uno de los mensajes de Grace.
Encendí la televisión y parecía que el día de mierda no acabaría tan pronto.
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Ryan 2 (+18 - Gay)
RomanceHa pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos, cada noche me acuesto pensando en cómo será nuestro reencuentro; lo que no me esperaba fue en todo lo que había logrado mientras yo no estaba.