XLIV

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*Jack*

Hoy es el primer día libre desde hace mucho tiempo, recuerdo como Connor y yo pasábamos horas aburridos por no tener nada que hacer y ahora extraño esos días, de hecho casi no he hablado con mi amigo últimamente, cruzo los jardines hasta llegar al comedor donde me encuentro con el que está terminando un plato de algún guiso de pescado.                                               
—Te levantaste temprano— murmuro mientras me siento frente a él.               
—Y tu algo tarde ¿ya desayunaste?—                               
—Fui a las cocinas y tomé algo de pan, no tengo mucha hambre en realidad— es verdad, después del atracón de anoche no me quedan muchas ganas de llenar mi estomago —ya que hoy no tenemos nada que hacer ¿Qué te parece si vamos a montar a caballo, los caminos cerca del mar te permiten sentir toda la brisa marina— es un poco incomodo hablar con el ya que la ultima vez que lo hicimos seguía molesto por el asesinato de sus padres, espero que ahora este mejor.                       
—Esta bien, necesito despejarme un poco, han ocurrido muchas cosas—           
—Genial— exclamo —entonces voy a preparar los caballos, te veo en la puerta del castillo— hace un gesto afirmativo mientras come uno de los últimos trozos de pescado, en las cuadras la mayoría de los mozos están limpiando los excrementos de caballo o dándoles de comer, no estoy seguro de si debería pedir un caballo o solo tomarlo, uno los chicos nota mi indecisión y se acerca.                               
—¿Necesitas un caballo?—                                   
—dos, mi amigo y yo vamos a salir a dar un paseo—                       
—Le avisaré a los guardias para que los acompañen— informa este y da media vuelta.                                                   
—No, preferiría que fuéramos nosotros solos—                     
—Pero, es peligroso, podría haber bandidos en los caminos—                   
—No hay problema, podemos con eso— el chico, que debe tener mi edad me mira desconfiado pero al final accede y trae dos caballos con sus respectivas monturas, monto en uno de color gris y tomo las riendas del otro para llevarlos a la entrada, ahí ya me esta esperando Connor, sube a su caballo y cuando estamos a punto de salir nos intercepta un soldado.                                     
—Jóvenes señores, disculpen mi intromisión pero mi señor, el príncipe me ha encargado entregarles estos regalos como muestra de afecto y buena voluntad— de detrás de su capa saca dos bolsas de cuero largas y abombadas, y nos da una a cada uno, desenvolvemos las bolsas y en su interior se encuentran dos vainas de espada larga de cuero endurecido adornadas con vides y enredaderas de plata, dentro de estas hay espadas plateadas y brillantes con una empuñadura en forma de cruz bellamente adornada, en el centro de cada empuñadura hay un pequeña gema, en la mía un zafiro y en la de Connor un rubí, junto a estas esta una capa de algodón del color correspondiente a la gema
—Estas espadas fueron forjadas por el mismo herrero y están hechas para entrar juntas en combate, podría decirse que son hermanas, el príncipe espera que sean de su agrado—                              
—Son magníficos obsequios, hágale saber a su majestad que estamos honrados de recibirlos— agradece mi amigo y no puedo hacer más que asentir, nos colocamos las espadas en el cinturón y la capa a los hombros.                               
—Así lo haré joven señor, que tenga un buen viaje— azuzamos los caballos y bajamos trotando la colina en donde se encuentra el castillo, los cascos chasquean contra el empedrado suelo y advierten a los pobladores de nuestro paso, una vez que dejamos tras el ajetreo del mercado y la zona residencial de la ciudad podemos ir más rápido y galopar hasta pasar las granjas de trigo y cebada que hay alrededor de la ciudad, pasamos como una flecha por los campos verdes que se nutren del cálido y húmedo aire de la costa y se siente casi como volar, corremos y nos perseguimos hasta que los caballos están exhaustos y el sol se empieza a poner, nos sentamos a descansar y Connor desenfunda su espada.                                       
—Creo que por fin las cosas empiecen a cambiar—                        
—¿A qué te refieres?—                                       
—A que tal vez, cuando terminemos de establecernos aquí, podamos reunir la suficiente fuerza para tomar lo que es nuestro y cumplir nuestra venganza— exclama mi amigo, el rubí de su espada brilla con los últimos rayos de sol y un reflejo rojo aparece en su cara —podremos vencer a Lambidio y hacer que todo vuelva a ser como antes—       
—Tal vez, pero necesitaremos ser muy fuertes para conseguir eso—               
—Lo se, pero lo conseguiremos, saca tu espada, hay que jurar por ellas que nos vengaremos de Lambidio— no estoy muy seguro de querer hacerlo pero igual lo hago para tranquilizar a mi amigo, cruzamos nuestras espadas hasta que ambas piedras están casi tocándose y juramos reestablecer el antiguo reino de Moonshell a su gloria original.

Moonshell la Leyenda [ Libro 1 Serie Moonshell]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora