ANALÍZ

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Hemos llegado a una casa que parece la choza de una bruja. Es algo tan irreal que me cuesta describirlo. Parece desde afuera que la misma casa tiene vida propia y que hay ojos mirándonos por todos lados. Un escalofrío y un miedo intenso me hacen estremecer. Me acerco a Gunnar y estoy tentada de tomarlo del brazo, pues siento las piernas desfallecer, pero respiro el aire helado y tomo algo de compostura.

Nos bajamos del caballo y nos acercamos a la puerta.

— ¡Pasen! –dice una voz.

Esta en penumbra aquí adentro, pues no tiene leña ardiendo. Es una mujer muy mayor, con los dedos encorvados y la cara llena de arrugas. Unos ojos verdes y diminutos me miran como queriéndome arrancar la piel. Me sorprende que esta anciana mantenga la puerta abierta, como si el frio invernal no hiciera mella en su arruinado cuerpo.

— Haill Aslog –saluda Gunnar. — Esta es Engla.

Una risa lenta y oscura se escapa de la boca de la anciana.

— ¿Así que Engla?. Buen nombre para la doncella.

— Se levanta ágilmente y sirve en unos cuencos un líquido turbio que ha sacado de un saco hecho de la ubre de algún animal. Me lo acerca y ordena:

— Bebe.

Miro a Gunnar que con un gesto aprueba. Acto seguido me acerco el cuenco a la boca y un olor fétido y nauseabundo me revuelve el estómago. Pruebo un poco y enseguida siento como mi cuerpo se revela ante la intrusión. Trago grueso y aspiro el aire turbio de la habitación. El frio helado me ayuda a reconfortarme. Camino unos pasos y me acerco a ella.

— Haill señora –pronuncio con respeto.

— Siéntate pequeña.

Me mira por un momento y luego pregunta serena:

— ¿Que es lo que deseas?

— Encontrarme con mi madre –respondo sin titubear.

— ¡Oh! ¿Es eso cierto? –me dice con una mueca.

— Lo es.

— ¿Y que te acune en sus brazos como cuando eras niña? –dice con sorna.

Vuelvo la mirada a Gunnar que permanece de pie a mi lado y busco en sus ojos que contestar. El me mira y asiente nuevamente.

—No soy de este tiempo –me atrevo a confesar. —Estoy buscando una luz mágica que me devuelva a casa.

La mujer ríe sin piedad haciéndome sentir burlada y humillada, justo como una niña de quienes sus mayores ríen su inocencia.

— No me digas lo que ya sé –espeta. —Dime lo que no sepa. De eso tienes bastante.

— No comprendo. Quizás deba detallarle mi historia para que podamos hablar con más claridad. Yo...

— Calla. No hace falta –me interrumpe de golpe.

— Diga entonces usted lo que sabe –la increpo desafiante.

— ¿Lo que sé yo?. ríe de nuevo de un modo enigmático. — Mis huesos viejos me dicen que estás aquí por una razón.

— ¿Cual es?

— Eso te corresponde a ti averiguarlo –contesta con desenfado, haciéndome sentir nuevamente burlada y desechando todas las esperanzas que tenía sobre esta visita. Me quedo en silencio y me dedico a escuchar lo que tiene para decir, si es que quiere decir algo.

La Burla de los Dioses (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora