GUNNAR

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Hemos llegado a la costa de nuestro país muy temprano esta mañana. Los fieles remeros han recibido la otra mitad de la paga acordada y les he obsequiado con el contenido sobrante de nuestras reservas de viaje.

Cerca de la playa me espera uno de los siervos a quien encomendé mi hacienda, y junto a él mi bien querido Thor.

— ¡Haill, señor!. Espero hayan tenido una buena travesía.

— Has llegado justo a tiempo ¿Traes lo que te pedí?

— ¡Sí señor!, justo llegó esta mañana en los Knarr que vienen de Groenlandia y le han traído un saco repleto con la mercancía. El comerciante ha dicho que fue tomado en exclusiva de los acantilados donde proliferan los nidos de halcón.

— Bien, no digas mas. Regresemos ya a la hús. ¿Ha estado todo en orden durante mi ausencia?

— Sí, señor. Todo marcha en perfecto orden.

Poco después del medio día hemos llegado a la hús, donde nos espera un humeante festín, vítores de bienvenida y un fuego vivo que calienta el lugar. Los animales retozan tranquilos y satisfechos. Las reservas de agua y de alimentos están repletas y los jóvenes, después de acompañarnos un buen rato se disponen a marcharse.

Les tiendo a cada uno un saco de cuero con su paga y les dejo escoger de la porqueriza cuatro cerdos para la cría y reproducción.

Contentos se van cantando y repartiendo bienaventuranzas para la casa y nosotros, sus habitantes.

Engla sube a recostarse entre las pieles. El viaje le ha parecido extenuante, pero luce rozagante y complacida y eso es ya retribución suficiente.

Subo los escalones portando el saco que he encargado en una mano.

— ¡Valquiria! –le digo para llamar su atención.

Con una risa cándida replica:

— ¿Cómo puedo serle útil?

Le tiendo el saco y le informo:

— Un presente...

Ella lo coge extrañada y murmura: — ¿Más regalos?... Aun no tengo nada para ti.

Lo abre con anticipación y una sonrisa cristalina ilumina su rostro,

— ¡¡Plumas!!, ¡Plumas blancas! Como has encontrado tantas? ¿De dónde las sacaste?

— Las encargué de Groenlandia. En los acantilados se encuentran innumerables nidos de halcón blanco y muchos son los arriesgados que viajan por esos parajes para cazarlos y entrenarlos.

— ¡Son únicas Gunnar. Con esto, el viaje y el servicio del cuidado de la hacienda has de haber gastado una fortuna. No deberías...

— El pillaje de mi padre en sus tiempos de Vikingo no me dejó mal parado, mas mis propios viajes y el producto de mi hacienda me permiten disfrutar de ciertos lujos.

— Este es un regalo maravilloso. No tengo palabras... ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Que alegría me has dado!

— Espero que ahora tengas una buena colección.

— ¡Mas que eso mi herrero! ¡Más que eso!... Pronto verás lo bonitas que van a quedar.

— Bien, curemos ahora tu herida y descansemos luego. Mañana hay mucho por hacer.





La Burla de los Dioses (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora