¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La fiesta otoñal se acercaba a él instituto al que Horacio asistía, y está era con la misma temática de siempre, Halloween.
Si bien a muchos no les gustaban estas fechas de sustos y bromas, para Horacio era todo lo contrario, adoraba todo del mes de octubre, desde los colores de las hojas de los árboles hasta cada una de las decoraciones en las calles. Pero sin duda lo que más adoraba era la fiesta que su escuela organizaba cada año por Halloween, por todo el pueblo conocian a Horacio como el chico con gustos más raros y extravagantes que pudiera existir y esto bien que lo sabían sus maestros, por lo que siempre le daban una tarea al chico y a su grupo de amigos, como por ejemplo, el año pasado el se había encargado de él baile de inicio de las porristas y de sus vestuarios, gracias a esa tarea había ganado no sólo felicitaciones si no también la amistad de muchas de las chicas. Y no podía estar más feliz con eso.
Ese día no era distinto a los otros, como siempre se levantó sonriente al ver como en su móvil marcaban dos semanas exactas para la gran fiesta, se cambió su pijama por su uniforme escolar y bajo casi corriendo por las escaleras de su casa, vio la cabellera rubia de su madre en la cocina de su casa cocinando lo que parecían ser waffles.
– Buen día! –saludo animado como siempre tomando su puesto en la mesa para desayunar, su madre se dio media vuelta y le sonrió tiernamente para luego dejar un plato con comida frente a su hijo.
– Buenos días, Calabazita– Dijo usando el apodo que había adoptado dese bebé y acariciando la cresta de su hijo, despeinado un poco sus cabellos– Te tengo una sorpresa preparada–
– Enserio?! —preguntó con su boca llena de comida, haciendo carcajear a su madre.
– Claro! Pero tendrás que esperar hasta el día de la fiesta escolar– le dijo residiendo un gran quejido de su hijo, sonrió y dejó un beso en su frente– Come rápido, anda, que Gus debe estar por llegar.
Horacio se apuró a comer y fue hasta el salón de su casa y busco su mochila con sus libros, fue hasta el baño y peinó un poco su cresta de color blanca y delineó ligeramente sus ojos, su madre siempre le había permitido hacer ese tipo de cosas, decía que nunca tenía que avergonzarse de lo que era. Salió de su casa luego de despedirse de su madre y justo llegando a la puerta se encontró con Gustabo del otro lado, ambos rieron por la coincidencia y partieron camino a la escuela.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
