Al principio de esta historia hay una chica (yo) llamada Clara Luján Garza y un chico llamado Lucas Falcón. Al principio de esta historia, Clara es imbécil. Lucas...
Lucas se a quedado justo detras de la palabra «imbécil», pero Lucas no es imbécil. Lucas es... No, no, no. Intento describirlo y en mi cabeza aparece su cara y veo a cámara lenta cómo estira la comisura de los labios y ya está apunto de hacerlo otra vez...
Lo hizo. Sonrió.
Lucas tiene una sonrisa desarmante.
Y algo más tendrá, sí. Pero cuando sonríe, eso es lo único que puedes ver: su sonrisa. NADA MÁS. Porque la sonrisa de Lucas es como una bomba, un arma defensiva que tiene un efecto inmediato: desarmar al enemigo.
Así que voy a neutralizar ahora mismo la imagen de Lucas en mi cabeza. Voy a taparle la boca con mi mano...
No, eso no es buena idea. Estoy sintiendo los labios de Lucas en la palma de mi mano, el calor de su aliento sobre mi callo que me hizo la raqueta, la aspereza de esos tres pelos que le crecen en la mejilla, el aire que sale de su nariz sobre mi dedo índice, mi meñique rozando el hoyuelo de su barbilla, ese cálido aire otra vez. Así tampoco puedo concentrarme.
No, voy a ponerle una mascarrilla en la boca. Ya.
Y voy a contarte cómo es.
Lucas tiene un pelo precioso, negro, brillante. Lucas tiene unos ojos... Lucas, no vale, otra vez estás sonriendo. Lo veo en tus ojos, en tus pómulos, aunque la mascarilla te tape la boca. Lucas también sonríe con los ojos, que son marrones tirando a verdes, o verdes tirando a marrones, según el día. Lucas tiene dos orejas...
Mira, te lo resumiré en tres palabras. Lucas es guapo. Y LO SABE. No hace falta escribírselo en verde fosforito en una pared.
Lo que no sabe Lucas es estarse quieto. Cuando no mueve el pie frenéticamente, dibuja garabatos en un papel, y cuando no dibuja garabatos en un papel, hace malabarismos con el boli sobre los nudillos. Lucas practica todos los deportes olímpicos y alguno que aun no han admitido en las olimpiadas. Lucas es un chico de acción.
Es difícil decir como es Lucas porque parece un poco enigmático. A Lucas a menudo hay que adivinarlo. Eso es algo que me atrajo a él sin remedio. Cuando se presenta una adivinanza, tengo que resolverla. No puedo con los cabos sueltos.
Pero así, como un cabo suelto, había quedado la última frase que me había dicho Lucas: «No estoy preparado para... para... para...»
¿Para que no estas preparado, Lucas? ¿Para quererme?
Se ve que quererme a mi requiere preparación. Pero querer a Lucas es diferente.
Querer a Lucas es fácil. Lucas es guapo y tiene una sonrisa desarmante. Lucas es como un paquete de chicles en la caja de un hipermercado.
Lo ves y lo quieres. Así, sin preparación.
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Croquetas y wasaps - Begoña Oro
RandomLo de las croquetas tardamos un tiempo en descubrirlo, y lo de la tristeza... Bueno, la tristeza fue posandose poco a poco, como una lluvia fina de esas que te van calando. Porque hay cosas de las que uno no se da cuenta hasta que pasa un tiempo. So...