-Otra vez he tenido que apagar la luz del pasillo. ¿Es que soy la única en esta casa que se va apretar los interruptores? - se quejó mi madre la mesa.
El abuelo no respondió, cosa rara.
-A mí ponme poquísimo, mamá, por favor.
-No sé lo que te pasa últimamente, hija. No comes nadaml.
Mi abuelo, con la cuchara de la boca, me miró a mí, miro a mi madre y se supe que estaba punto de decir algo sobre gorda que estaba mamá. Pero a última hora se limitó a soplar sobre las alubias y no dijo nada.
Algo estaba pasando. Mi abuelo jamás habría perdido una oportunidad como ésta.
Es más, después de tragar la primera cucharada, el abuelo dijo:
-Cojonn... - y él solito se paró, antes de que yo tuviera tiempo de levantar la ceja, antes de que mamá le lanzara una de sus miradas de patrulla antitacos, ¡y dijo! : Riquísimas, hija. Te han quedado riquísimas.
Llega a decir «deliciosas» y voy a por el termómetro.
-Y baratas - dijo mamá mirando al abuelo muy seria.
No entendía a qué venía eso, pero me parece que él si. Debía de ser algo chungo, porque el abuelo bajó la cabeza y luego, como para cambiar de tema, me miró y dijo:
-¿No comes, moñaca?
No sabía en que habría pillado mamá al abuelo, pero tenía que ser gordo.
-Come - insistió.
Pero ya no tenía hambre. No me entraba NADA en el estómago. Lo último que entró en mi boca fue ese «no ee e...». Y desde entonces no podía comer, no podía casi ser, no podia pensar en otra cosa que en Lucas.
Mi madre empezó a comer en silencio con la mirada clavada en el cuadro rojo de Masoliver. Pero al poco rato se puso otra vez a tiro del abuelo. Se ve que no puede evitarlo. En el fondo, es una yonki de las pullas de su padre. Necesita su dosis diaria. Si no, le entra el mono. Y me dijo:
-A este paso te vas a quedar en los huesos, hija.
Mire al abuelo esperando a que dijera algo sobre los no-huesos de mama, pero lo único que hizo fue levantarse un momento de la mesa, quitarse la chaqueta y dejarla en la silla sobre el dibujo de los pájaros de la abuela, como abrigándolos.
-Menos calefacción y más alubias - sentenció - Eso es lo que necesita este planeta.
Entonces me fijé en su camiseta. En la de ese día ponía: « ODIO LAS CAMISETAS NEGRAS». Era negra.
Ja. Si no fuera porque seguía enfadada con Unai por lo que he dicho de Lucas, le habría hecho una foto con el móvil y se la había mandado. Porque es la camiseta perfecta para Unai, que no lleva otra cosa desde hace años. Lo increíble es que su madre le dejara desde tan pequeño. Supongo que es más fácil ser permisiva con mi hijo triste. El caso es que ahora podría parecer casi normal que un chico vaya de pegro, pero en primaria no lo era. Incluso el día de la primera la comunión llevó una camisa negra. Es el niño que todos los parientes señalan cuando ve la foto del grupo. Yo prefiero mirar al niño de la otra punta: Lucas, con su traje de marinero. Sale tan guapo... Lucas de marinero... Se ve tan apuesto junto al timón, o el mástil, o la orza, o la botavara, o lo que quiera que sea eso. Ahí, en la cubierta del barco, todo tieso, mirando al horizonte, por dónde ahora mismo se pone el sol y salta un delfin... Anda, marinero, deja de mirar al horizonte y mira al suelo, que ahí, a tus pies, como una colillita, hecha un lío en la red, estoy yo, está tu pesadilla boqueando. Y date prisa, que necesito que me des un desenredes rápido porque yo sola no sé salir de este lio rasposo de cuerdas y... Me estoy quedando sin aire.
-Clara, hija, ¿se puede saber en qué piensas? ¿Quires hacer el favor de comer?
Mi madre ha presumido de «formentar mi creatividad estimular la imaginación». En parte, creo que lo hace para fastidiar a mi padre, que siempre la acusado de tener demasiados pájaros en la cabeza. Pero por más imaginación que yo tenga, no hay forma de encajar una madre en una fantasía marítima al atardecer.
En esta casa no hay quien sueñe.
-Come.
ESTÁS LEYENDO
Croquetas y wasaps - Begoña Oro
RandomLo de las croquetas tardamos un tiempo en descubrirlo, y lo de la tristeza... Bueno, la tristeza fue posandose poco a poco, como una lluvia fina de esas que te van calando. Porque hay cosas de las que uno no se da cuenta hasta que pasa un tiempo. So...