Unai no se fue a la mierda (perdón). O igual si, sólo que no hacía falta marcharse ningún sitio; sólo hacía falta que hace mi lado, porque yo estaba hecho una mierda (perdón). Y eso hizo. Se quedó a mi lado, con cara de pena, en silencio.
Yo no sé estar en silencio. Unai sí. Se le ve tan agusto, como en casa. Mi abuelo es igual. Tan pronto está desgarrando y despotricando, cómo se queda callado como una tumba. Pero yo no, yo me pongo de los nervios. El silencio me da ganas de gritar. Igual si me visto de negro no necesitaré decir nada. Tengo que probarlo. Pero cómo se lleva unos vaqueros, un jersey verde y una cazadora blanca, tuve que llenar ese agujero negro de silencio con palabras, palabras, palabras, un montón de palabras para tapar el vacío, baladas de palabras que te salen como toneladas de tierra y que entrarán en lo más profundo, debajo de la corteza, del manto, en el mismo núcleo de la Tierra, lo más lejos posible de mí, eso que finalmente parecía ser LA VERDAD: que Lucas no me queria.
-Tú no conoces a Lucas, Unai - le dije -. No tienes ni idea. Normal, porque solo sabes mirarte el ombligo. Te crees que eres la única persona interesante del universo. «¡Oh, que especial soy!¡Que bonito ombligo tengo!» - dijo imitando con voz llorosa esa carencia funeraria que tiene cuando habla , y LA VERDAD ya había atravesado la litosfera -. Pues tú no eres el único que guardar algo en el interior. Lucas también. No tienes ni idea. Lucas es un enigma, una adivinanza. No lo conoces - le repetí. Creo que estaba entrando en barrena, pero me da igual. Unai no me respondía y ese silencio suyo y esa cara con la que me miraba, esa cara de pena, me ponía frenética, y además, con tantas palabras ya había conseguido enterrar LA VERDAD hasta cerca del núcleo -. Claro, logo dices de mí - sólo que Unai no había dicho nada de mí -, pero ¿ qué sabes tú de él? La sonrisa, los ojos... has dicho. Pues sí, es guapo. No como tú - y cuando dije esas palabras sabía que estaba sacándome la Sagrada norma no escrita que dice: « No llamarás feo a la cara a un feo». Pero ya todo me da igual, porque estaba consiguiendo olvidar LA VERDAD que sólo me atrevía a decirme en voz baja y con letra pequeña, y LA VERDAD estaba en ese núcleo rojo y ardiente como la lava -. No, si yo lo entiendo. Debe ser duro vivir sabiendo que juegas en otra liga, conformándose con migajas, O ni eso, sabiendo que nunca podrás estar con alguien como Natalia. Claro, es más fácil mirar por encima del hombro a Lucas y sentir desprecio por el que reconocer que lo que de verdad sientes es ENVIDIA.
Y segui, y segui, y segui desbarrando mientras Unai me miraba en silencio y con esa cara de pena que me sacaba de quicio. Y cuando por fin me cansé de hablar, Unai se limitó a soltarme:
-¿Qué sabes tú de mí, eh, Clara? - dijo, en vez de «Garza» -. ¿Sabes que tuve un perro?
Yo callé y note como empezaba a ablandarme de nuevo.
-¿ Sabes que tengo un hermano?
Seguí callada, resblandeciendome por momentos.
-¿Sabes cómo murió de verdad mi padre?
Y se fue.
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Croquetas y wasaps - Begoña Oro
RandomLo de las croquetas tardamos un tiempo en descubrirlo, y lo de la tristeza... Bueno, la tristeza fue posandose poco a poco, como una lluvia fina de esas que te van calando. Porque hay cosas de las que uno no se da cuenta hasta que pasa un tiempo. So...