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El castaño se despertó alrededor de las doce p.m. Se había quedado con Violet hablando hasta muy tarde en la noche. La ventana estaba abierta; se había olvidado de cerrarla.

—Payton, despiértate, sabes que hoy es domingo y tenemos que ir a la casa de Chris a almorzar —dijo la mamá de Payton, Joanne.

Payton se desperezó y se tapó más con la sabana. Pero Joanne las agarró y, de en tirón, las dejó en el suelo, para que Payton, su hijo, no se puedan tapar más.

Payton gruñó y se levantó de la cama. En el baño se mojó la cara e hizo lo que hacía todas las mañanas. Después, se preparó para ir a la casa de su padrastro; unas Nike Jordan rojas con blanco y negro, una remera lisa manga corta blanca, un hoddie negro y unos pantalones negros un poco ajustado, pero no del todo.

—Apúrate, Payton —le gritó Faith, su hermana, desde la sala.

—¡Ahí voy!

Payton bajó las escaleras extremadamente rápido y gritó con frustración cuando se dio cuenta de que se olvidaba de su celular en su cama. Volvió a subir y, esta vez, bajó con todo lo que tenía que llevar. Fue al auto para ir a almorzar a la casa de Dylan y Chris.

Joanne, al ver que Payton bostezaba por quinta vez en dos minutos, se preocupó.

—¿Por qué te despertaste tan tarde? —le preguntó la mamá de este, mientras manejaba.

—Ehh... me quedé viendo una serie hasta tarde —mintió.

—Trata de que la próxima no sea tan tarde.

—Si, señora —bromeó, bostezando.

Después de un trayecto de diez minutos en auto, llegaron. Era una casa grande, gris con detalles negros. De dos pisos.

—Hola chicos, hola Joann —saludó el dueño de la casa.

—Hola Chris —dijo Payton.

—Pasen.

Cuando entraron, el olor a pasta llenó las fosas nasales de los recién llegados.

—Que rico olor —dijo Faith.

—¡Bro! —saludó Dylan a Payton, su hermanastro y mejor amigo.

—Dylan, ¿cómo estás?

—Pues muy bien, ¿y tú?

—Perfecto. ¿Y qué paso con ya sabes quien? —preguntó Dylan, molestándolo.

—Nos quedamos como hasta las 4 de la mañana hablando. Tenemos muchas cosas en común —contestó Payton, recalcando la palabra "muchas".

—¿Te gusta? —preguntó Dylan ansioso.

—¿Qué? No, pero es linda y buena onda —dijo el castaño recordando la cara de Violet.

—Idiota, te encanta —le pegó despacio en el brazo a Payton.

—La boca —comentó Chris desde la cocina.

Payton fulminó con la mirada a Dylan; no quería que nadie se enterara de eso.

—No me gusta —le susurró al oído.

...

—¡Estúpida! ¿Qué te pasa? —gritó la mamá de Violet—. ¡¿Qué parte de "tráeme alcohol'' no entiendes?!

—Mamá —comenzó, tranquila—, tengo quince años. No puedo ir a comprar.

—Ve igual. ¡Intenta!

—Está bien.

Salió con un nudo en la garganta. Era la quinta pelea del día; la primera fue porque ella, supuestamente, se olvidó de comprar comida. Pero si la había comprado; lo que pasó es que la mamá de esta, se la comió. Después porque su mamá había visto una mujer con su hija y estaba bien vestida o que era flaca y cosas así.

Cuando salió de su casa, vio a alguien entrar a la casa del vecino. Después, se dio cuenta que eran tres personas; un chico y dos chicas. Le vio la cara a una de las chicas, y luego se fue rápidamente; quería estar en su cama.

Fue al lugar más cercano donde vendían alcohol. Gracias a Dios, había un lugar relativamente cerca de su casa, así que fue ahí.

—Hola —saludó, al entrar—, ¿me das alcohol?

Un hombre negro estaba detrás de la caja. Este se inclinó y la inspeccionó con una ceja arriba.

—¿Qué edad tienes?

—Dieciocho.

—Claro, y yo soy blanco. Dime la verdad—se volvió asomar sobre el escritorio, quedando a pocos centímetros. Su aliento llegaba a la nariz de Violet, la que arrugó al oler su muy mal aliento.

—Quince —dijo, finalmente.

—No puedo, lo siento —le dijo el cajero.

No, no y no. Su mamá la matará.

—Oye, por favor se lo pido. Si quiere le pago de más.

—Está bien.

—Gracias —se sintió aliviada, no iba a recibir una bofetada de parte de su madre.

El señor se fue y luego volvió con tres botellas, que, si no se equivocaba, eran de cerveza.

—¿Cuál quieres?

—Me da lo mismo —no sabía mucho de alcohol. El señor la miró con impaciencia.

—¿Cuánto dinero trajo? —rebuscó en su cartera y solo había un billete.

—Cincuenta dólares —dijo después de mirar su dinero.

—Bueno... —el señor miró las botellas y acercó solo una—, con ésta bastará.

—Gracias —dolorosamente, le dio sus únicos ahorros y se fue con la botella en una bolsa que le dio y también le cobró.

Al tocar la puerta, su mamá gritó y la abrió.

—Espero que me hayas traído, porque si no...

—Aquí tienes, mamá —la interrumpió, al borde del llanto. Solo quería una mamá que la trate bien, no una casa o un auto.

—Bien —le sacó la bolsa de la mano bruscamente y se fue a su habitación.

Ella se fue a su habitación, quería llorar. Así que se sentó en el escritorio y se largó a llorar, lamentando su vida. Y deseando ser otra chica. O simplemente otra persona.

Juli <3

Desde Arriba - P.M | NUEVA EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora