Fire & Ice

Capítulo 1: El primer encuentro

Primavera, mi estación favorita del año, siempre ha sido así desde que tengo memoria, las flores en el jardín florecen y su dulce aroma recorre toda la casa.

Un día soleado, después de regar un poco las flores que habían en la cocina, salí a dar un paseo. Tomé mi mochila que llevaba algunos dulces y un par de libros y justo cuando cerré con llave, revisé mi celular; bien, me dije, era temprano y tendría tiempo de ir a mi escondite favorito en el bosque y volver antes de que mi madre lo notara.

Mi escondite estaba ubicado hacia el norte del bosque, que limitaba el pequeño pueblo con el oeste, nadie iba allí por alguna extraña razón, que la verdad, nunca supe. Incluso los cazadores evitaban esa zona, ellos iban más que todo al sur, así que nadie me molestaría y tampoco había peligro.

El camino no era muy largo, pero tenía que estar atenta, ya que estaba un tanto escondido, lo que me era de lo más de útil, allí podía estar sola, meditar, leer, o hacer cualquier cosa que quisiera.

Al llegar me senté bajo un árbol, inhalé el aire puro y me sentí muy ligera, miré a mi alrededor, el lugar era un pequeño prado de flores cercada por árboles enormes, que formaban un círculo perfecto al enredar ramas y raíces, la luz del sol entraba entre las hojas formando diferentes figuras que variaban con la brisa, que además, se sentía genial, el viento sacudía los árboles creando un sonido hermoso, como música; el olor de el lugar era a naturaleza, tierra, flores, hojas, césped... En fin, me encantaba, obviamente en primavera las flores eran más hermosas que en el resto del año, ese pequeño circulo tenía un perfume natural bastante hipnotizante.

En verano era refrescante estar allí, leyendo bajo la sombra, disfrutando del calor. En otoño hacia un poco de frío, pero los diferentes tonos rojizos y naranjas de las hojas adornaban perfectamente el lugar, que con la luz del sol aumentaban su color, y en invierno... Bueno, en invierno los árboles desnudos daban un aire siniestro al lugar, pero en blanco tan puro que se asentaba, lograba hacerlo brillar y se veía casi que azul, estar allí me daba calma.

Como la mayoría de las personas, mi madre me insistía que no fuera allí, sin importar cuanto le rogara, ella siempre decía que no, pero no podía evitar seguir yendo, por lo que ya después dejé de preguntar.

Había un imán en ese bosque, mi bosque, que me llamaba casi siempre donde quiera que yo estuviese. Cada vez que podía, salía por la puerta trasera y aunque me tocaba caminar un poco, llegaba a ese maravilloso lugar llena de recuerdos y sonrisas.

Aparte de mi, al único que no le importaban los comentarios que habían de ese lugar, era mi padre, quien me llevaba allí cuando era pequeña para jugar, o simplemente sentarnos y escucharlo contarme historias de todo tipo. Por supuesto que íbamos a escondidas, así fuera por un par de horas para pasar el rato, después de todo, el tiempo que pasaba con mi padre era bastante poco y especial, ya que él era un marine y habían veces en las que estaba en casa por sólo unas semanas. Cuando murió, lo primero que hice fue ir allí y lloré como jamás lo había hecho antes, no sabía como iba a sobreponerme, pero en ese mágico lugar, casi que podía sentirlo a mi lado, y también después, seria mi consuelo y mi alegría, en los peores y mejores momentos que estarían por venir, y que cambiarían mi vida por completo.

La historia de cómo encontramos el lugar quedaría en mi memoria por siempre, la verdad, quien descubrió el lugar fui yo, aunque no del todo sola.

En ese entonces yo tenía unos seis años, fue una situación de pura casualidad una tarde que jugábamos en el parque central del pueblo, donde hay un camino que lleva al bosque; mi padre y yo jugábamos a las escondidas, y yo, por intentar ganar, seguí ese camino, pero el bosque me jugó una mala pasada, y al ver que mi padre no me encontraba, decidí volver, estaba pronto a anochecer y yo estaba completamente aterrada, corría pero no encontraba la salida, y hasta tenía la impresión que iba en dirección contraria.