Capítulo 3: La carta

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- ¡Por favor no me mates! - Exclamé sollozando - No le diré a nadie, lo prometo, por favor...

- ¿Quién dijo que iba a matarte? - Lo miré confundida - Lamento que tuvieras que saberlo de esta manera, pero puedes estar segura de que estás a salvo conmigo.

- ¿Eres un vampiro? - Pregunté y él asintió apesadumbrado - ¿Cómo es eso posible?

Se encogió de hombros.

- Larga historia - Yo no dije nada más - Estás temblando, será mejor que te lleve a casa.

Lucas intentó pasar un brazo sobre mis hombros, pero yo me sobresalté, y me aparté de él, quien hizo un gesto de dolor, cómo si lo hubiera pinchado con algo.

Aunque temblaba de cabeza a los pies y estaba un poco torpe para caminar, mantuve distancia con Lucas, no podía decir que no estaba aterrada, estaba completamente confundida y no sabía qué hacer, miraba al suelo para evitar verlo, de verdad que no podía, él era un monstruo caminando tranquilamente a mi lado, suficientemente capaz de asesinarme en cuanto se le antojara.

- Dime algo - Suplicó - No soporto tu silencio.

- ¿Vas a matarme? - Mi voz estaba más aguda de lo normal, producto de las lágrimas queriendo salir.

- ¡No! Alice... - Él se adelantó y se paró en frente de mi - Mira, te juró que no voy a lastimarte, si te quisiera muerta ya lo estarías.

Mi cara de espanto debió anunciarle que en esos momentos no era lo mejor decir ese tipo de cosas con tono gracioso; yo di un paso hacia atrás, no sabía que pensar, ni cómo reaccionar, parte de mi quería salir corriendo y la otra parte confiaba en el Lucas que había estado junto a mi desde la muerte de mi padre y que me había ayudado a seguir adelante, por lo que no debería estar dudando de él, eso último hizo que quisiera llorar fuertemente.

- Puedes confiar en mi - En un parpadear él ya no estaba, miré a mi alrededor y al siguiente segundo estaba al frente mío con un pedazo de madera en la mano - Toma.

Me lo ofreció, tenía una punta afilada y al principio no entendí lo que pretendía con eso, pero cuando la tomé me di cuenta de que me estaba entregando una estaca. Quise reír, pero no lo hice, al parecer lo que decían en los libros y películas era verdad, pero luego miré al cielo, el sol brillaba y Lucas estaba bien con eso, quise preguntar, y cómo mi garganta se limitaba a no dejarme hablar, apreté el palo-estaca con fuerza.

- Tiene que ser justo en el corazón por que si no, no funciona - Me dio una extraña sonrisa, un tanto irónica, luego me señaló donde estaba su corazón. Al principio creí que era una broma, pero su mirada era seria, la más seria que le había visto nunca.

- Gracias - Susurré.

- Es mejor que vayamos a casa, te haré un té y con eso te sentirás mejor.

Con una inclinación de cabeza por mi parte, continuamos caminando en siencio, yo aún estaba alejada de él pero andaba más segura con lo que tenía en las manos, no por que pensara atacarlo con ella, pero saber que él me había demostrado cómo acabar con su vida, me demostraba la confianza que me tenía.

Al llegar, pensé en quedarme a tomar el té que Lucas estaba preparando, pero no podía, así que mientras él estaba en la cocina, subí a mi habitación rápidamente, cerré la puerta con llave y sin soltar la estaca me senté en el suelo, respirando con dificultad.

Al estar allí sola, empecé a llorar desconsoladamente, estaba tan confundida y no sabía qué hacer, necesitaba a mi padre, tenía mucho miedo y lo que me sucedía no parecía tener mucho sentido, me pellizqué el brazo pensando que era una terrible pesadilla, pero después de sentir dolor y ver que todo seguía igual, me di cuenta de que todo era muy real y tendría que tomar una decisión, después de todo, Lucas se alojaba a una habitación de distancia de la mía.

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