30. Díselo.

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Al salir del portal no me la encuentro a ella pero sí a mi hermano, quien por suerte ha decidido desobedecerme y sigue ahí parado con el coche en doble fila. Nuestras miradas coinciden y salgo disparada hacia donde está para sentarme a su lado y cerrar de un portazo, como si ahí dentro estuviera mi refugio. Efrén me ofrece calma y silencio, que es cuanto necesito. Ni siquiera arranca el motor. En el asiento del copiloto, mantengo la vista al frente y los ojos abiertos, aunque no presto atención a nada del exterior porque el caso que tengo que resolver lo llevo dentro.

- No ha reaccionado bien, ¿verdad? – Niego con la cabeza. Aunque podría haber asentido. Tampoco es que haya reaccionado mal, pero se ha ido corriendo sin concederme una conversación, que es lo menos que esperaba tener con ella. - ¿Y se ha ido sin más?

- Tenía que resolver unos asuntos.

- ¿Ahora? ¿Sin hablar antes contigo? - Ahora muevo la cabeza afirmativamente, y mi hermano refunfuña. A mí me cuesta entender a Silvia, pero a él que no sabe de sus secretos, mucho más. Sé a dónde ha ido y entiendo que lo haya hecho, y también quiero contárselo a mi hermano porque la imagen que se está formando en su cabeza de la chica no es verídica, pero no sé si es lo correcto. – Eso es muy egoísta, Miriam. No me lo esperaba. – Ese es el detonante. Quizás no debería hacerlo, pero necesito que sepa la realidad para que pueda ayudarme. Él es mi apoyo más importante y si no sabe el motivo por el cual Silvia ha salido corriendo no podrá ofrecerme una ayuda objetiva.

- Efrén, Silvia tiene un hermano de dieciocho años tetrapléjico que hoy se ha encontrado con dos periodistas en la puerta del centro en el que vive. – En mitad de mi explicación, la cabeza del chico se gira velozmente para mirarme. – La residencia está justo donde nos hicieron las fotos, así que deben haber supuesto que ella tiene que ver con el sitio y han ido a husmear.

- Joder. – Dice casi en susurro. – No tenía ni idea.

- Yo tampoco. Dio la casualidad de que su hermano tuvo un accidente el sábado cuando estábamos en la sierra y tuvimos que volver corriendo. Me enteré esa misma noche y de pura casualidad, porque Silvia nunca me había hablado del tema.

- ¿Se ha ido para allá entonces? – Pregunta él, que parece que empieza a atar cabos.

- Claro. Le he propuesto llevarla, pero no ha querido. Estaba muy nerviosa.

- Normal. ¿Cómo estarías tú?

Mal. Con los nervios descontrolados y sin saber dónde meterme. Si a mi hermano le afectara tan directamente una situación que he provocado yo, me sentiría la persona más culpable del mundo. Justo por eso me apena no poder estar a su lado, aunque sea solo para hacer acto de presencia. Pero también sé que su prioridad es Iván y que lo mejor que puedo ofrecerle es tiempo y espacio. Lo que me desespera es no saber de cuánto tiempo y cuánto espacio hablamos. No quiero que acabe el día sin haber recibido alguna noticia de ella. Quizás aún no tengo derecho a reclamar un lugar en la parte del problema que repercute solo a su vida, pero me encantaría que me lo diera.

Además, también está lo que me afecta solo a mí, y el punto en el que ambos lados colisionan y se convierte en una batalla para las dos. A mí me van a acribillar a preguntas, a fotografías y a teorizaciones que estarán lejos de la realidad, lo tengo tan claro que por hoy el teléfono va a permanecer apagado. Una noticia como esta es carne fresca para el círculo mediático y eso es lo que realmente me preocupa. Entre mis seguidores se hablará de ello y las redes sociales probablemente estén en llamas un tiempo, pero al fin y al cabo se quedan por mi música, que es en lo que más me esfuerzo.

- Han llamado papá y mamá. – Comenta Efrén mientras conduce de camino a mi piso.

- ¿Ya lo han visto?

Dos versos enredados. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora