40. Tú misma.

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NARRA SILVIA

Dudo en cómo empezar la conversación porque sé perfectamente cuál va a ser su respuesta. Sé que me va a decir que me vaya ahora mismo a hacer las maletas, y eso es lo que me da miedo. Tengo más temor yo por marcharme unos días de Madrid que él por quedarse solo, y esto es algo que siempre ha sido así. Si pudiera ir atrás, encontraría una forma divertida de negarme a la propuesta de Efrén, que luego relevó Miriam, de irnos unos días a Galicia. Me quitaría un problema de encima. Pero ya es tarde para eso, porque la chica se ha hecho ilusiones a pesar de que aún no le he dado el sí rotundo, y no puedo negar que yo también me las he hecho un poco, porque ganas de perderme con ella en el norte no me faltan.

-¿Qué te parece si salimos a dar una vuelta? - Le propongo a Iván, después de charlar un rato con él en el jardín de la residencia. Ayer tuve la comida con el hermano y la cuñada de Miriam, por lo que había muchas preguntas por su parte y he tardado en ponerle al día.

-¿Una vuelta? ¿Fuera de la resi? - Él no se negaría ni loco y yo he avisado previamente a Rosa, así que después de asentir me levanto del banco y cojo la silla por los mangos para caminar hacia la puerta principal. - Madre mía. El exterior. ¿Habrá ya coches voladores?

-Serás exagerado... - Le revuelvo el pelo con la mano mientras se ríe. - El mes pasado fuisteis al teatro, no te quejes tanto.

-Sí, súper divertido... - Dice con ironía.

En la residencia de mi hermano organizan al menos un par de salidas mensuales, normalmente a eventos culturales o entornos naturales para que los chicos y chicas se diviertan y se despejen. Las salidas han de prepararse en grupos pequeños y con bastante personal para que sea seguro para todos, por eso no se pueden hacer con más frecuencia. Iván siempre se queja de que los llevan a ver obras aburridas o de que odia la montaña, pero lo hace más por picarme que por otra cosa, porque sé que le encanta salir y estar en otro sitio que no sean las cuatro paredes de su habitación o ese patio trasero que tiene ya tan visto.

Pero lo que realmente le gusta a Iván es salir conmigo. Da igual que sea a pasear al parque que hay delante de la residencia, como estamos haciendo ahora mismo, o a cualquier otro lugar. Por eso, cuando he podido, me he unido a su grupo en excursiones del centro. Hace un par de meses, por ejemplo, fui con ellos al Museo del Prado. De esa manera puedo echar una mano a los responsables de las actividades, pasar más tiempo con Iván y, sobre todo, complacer un poquito sus deseos de pasar tiempo conmigo fuera de lo cotidiano. A lo que no me atrevo es a ir más allá. A ocuparme yo misma de llevarle a un lugar que no esté a menos de cinco minutos de la residencia. Me da miedo que pase cualquier cosa y no saber hacer lo mejor para mi hermano.

-Iván... - Pronuncio con inseguridad.

-Cuéntame de una vez lo que sea que tienes en la cabeza, porque estás rarísima. - Dice. - Tú no me llevas al parque así porque sí.

-Es que quiero comentarte una cosa. - Mi hermano se queda en silencio para que prosiga. - Miriam me ha invitado a pasar unos días en Galicia.

-¡¿Qué?! ¿¡Con su familia y todo?! - Su sorpresa llega a un volumen elevadísimo y, como no quiero que se entere todo el parque de nuestra conversación, coloco la silla frente a un banco y me siento delante. - No sé qué estarás haciendo con Miriam, pero lo estás haciendo muy bien, hermanita. Sigue así.

-Aún no le he dicho que sí.

-Lo sabía. - Declara, apretando los labios.

-Galicia está muy lejos de Madrid, Iván. - Explico con la mayor calma posible. - Serían cuatro días en lo que no estaría tranquila. La última vez que me fui tuve que volver corriendo porque te habías hecho una brecha.

Dos versos enredados. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora