11. Sudoku.

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Quizás soy una egoísta. Estoy pensando solo en mí y es algo a lo que no estoy acostumbrada, por eso no me siento cómoda con ello. Pero la decisión está tomada. Me voy a llevar a Silvia al concierto porque necesito saber cómo reacciono cuando estoy con ella. Quiero ponerme a prueba. No sé qué provoca la castaña en mí y no quiero quedarme con la duda. Mi cabeza es una maraña de nudos por deshacer y he tomado el camino más rápido, que es coger las tijeras y cortarlos todos.

Lo de quedarme sin palabras y sin capacidad de movimiento no es algo que suela ocurrirme. Habitualmente tengo respuestas para todo y puedo desenvolverme con facilidad en cualquier ambiente. Pero con ella ya me he paralizado dos veces y estoy a punto de dar pie a una tercera. Tengo que adivinar qué tiene para hacer visible una cara de mí que ni yo misma conocía. No voy a negar que ponerme frente a frente con el problema me hace estar nerviosa, pero no puedo conformarme con que algo suceda, forma parte de mí descubrir siempre el porqué.

Aunque la intención ha sido solo mover pieza y esperar a ver cómo se resuelve la jugada, es inevitable pensar en qué puede pasar cuando estemos allí. He intentado no hacerlo ocupando mi tiempo durante la semana en el gimnasio, la música y alguna quedada con amigos, pero cuando llega la noche siempre estás vendida frente a la soledad. Es como entrar un laberinto sin salida. Puede pasar que ni siquiera trate de acercarse a mí, aunque soy consciente de que si eso sucede es solo por imposibilidad y no porque la chica no quiera propiciarlo. También puede pasar que intente besarme sin que eso provoque una invalidación de mi juicio y sea capaz de esquivarlo. O puede que ese mismo juicio me diga que la corresponda. No tengo ni idea. La baraja está expuesta sobre la mesa, yo misma la he dejado ahí, pero cierro los ojos para no verla.


La situación no puede ser más extraña. Once de la mañana. Mi hermano frente al volante y yo en el asiento del copiloto, ambos esperando ver aparecer a la chica por la puerta de su edificio. El tren sale a las doce en punto, de manera que tendremos tiempo para comer tranquilamente y después pasarnos por el lugar en el que va a ser el concierto para ensayar y hacer las pruebas de sonido.

- Mira, ya baja.

Cuando Efrén me informa, levanto la mirada automáticamente de la pantalla de mi móvil y la busco a ella. Lleva unas deportivas, un pantalón de chándal negro y una camiseta blanca ligeramente corta que deja entrever una pequeña parte de su abdomen. Aún está un poco lejos, pero juraría que también tiene algunos tatuajes en esa zona de su cuerpo que aún no había podido ver. Tan solo carga con una bolsa deportiva proporcional a los dos días y una noche que va a pasar fuera de casa.

Me hace gracia que ambas hemos escogido un look semejante, seguramente por el mismo motivo: comodidad durante el viaje. No llegan a ser dos horas de trayecto, pero me he acostumbrado a coger lo más parecido a un pijama para viajar de lado a lado por España. En esta ocasión llevo un pantalón deportivo gris y una camisa roja de tirantes ajustada, aunque porto en el regazo una sudadera como previsión al frío habitual en el tren.

- ¡Buenos días! - Saluda animada metiéndose en la parte de atrás del coche. Mi hermano y yo nos giramos tanto como nos permite el reducido espacio del vehículo para darle la bienvenida, aunque la chica se sienta justo detrás de mí y se me hace complicado. Hasta en la coleta hemos coincidido. - ¿Qué? ¿Hay nervios pre-concierto?

- Se apoderan de ella un rato antes de subirse al escenario. Por ahora todo bien. - Es mi hermano el que decide responder por mí. Al final Silvia se va a pensar que tengo problemas de comunicación agudos. - Madre mía. No te imaginaba con tantos tatuajes. - Efrén la observa con detenimiento, como hice en su día cuando la vi fuera de la consulta, y yo aprovecho para fijarme en su vientre y sus costados, donde están aquellos que aún me son desconocidos. Un dado, una vela, más palabras... Mientras tanto, Silvia se ríe y se abrocha tranquilamente el cinturón.

Dos versos enredados. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora