43. Después de Galicia (Final)

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NARRA SILVIA

- ¿Qué horas son estas? – Me pregunta Miriam a través de la ventanilla bajada de su coche cuando aún estoy a unos metros de ella. Aumento más el ritmo y rodeo el vehículo para sentarme en el asiento del copiloto. - ¿No acababas a las seis?

- Perdón, perdón. – Cierro tan rápido que, sin darme cuenta, doy un portazo. La mirada de la rubia me indica que está a un error más de asesinarme, así que pongo mi sonrisa más tierna y me acerco para darle un delicado beso en los labios. – Perdón. – Repito. – No era plan de decirle a la psicóloga "oye, dejamos mis dramas para otro día, que mi novia es una obsesa de la puntualidad y me está esperando abajo".

- ¿Cómo? ¿Cómo? Repite eso.

- "Oye, dejamos mis dramas para..." – Comienzo a pronunciar de nuevo mis propias palabras con el mismo tono gracioso de antes.

- Eso no, idiota.

- ¿El qué?

- "Mi novia". – Dice Miriam, con una sonrisa que contiene otra aún mayor. – Es la primera vez que te refieres a mí así desde que volvimos de Galicia.

- También lo hice cuando se lo conté a mi hermano.

- Pero yo no estaba. – Señala. – Así que para mí es la primera vez.

- Viendo la carita que se te ha puesto creo que voy a empezar a decirlo todos los días. – Para disimular, Miriam dirige la mirada al frente y arranca el motor del coche. Pero es tarde. Ya le he visto esa expresión bobalicona y me he propuesto volver a sacársela cada día. – Hablando de Iván, ¿le has avisado de que nos retrasamos?

- Le llamé hace diez minutos o así y no le ha hecho ninguna gracia. Tendrás que vértelas con él. – Explica divertida mientras conduce. – Aunque se le ha pasado el enfado en cuanto le he dicho que era porque estabas con la psicóloga.

- Qué pesadito está, de verdad. – Refunfuño. – No sé qué le ha dado con su santo. No lo ha celebrado jamás y hoy me hace ir, montarle una merienda y llevarle un regalo.

- No te quejes tanto, que vamos a pedir unas pizzas y le llevas de regalo una taza, chica.

- Una taza de RuPaul que le va a encantar. – Concreto.

Hace ya unas semanas, Iván me avisó de que se acercaba su santo y querría celebrarlo. Y creí que sería una broma, pero no. Me lo ha repetido constantemente, sobre todo en los últimos días. Primero quiso que fuera a visitarle, luego añadió que lo hiciera con Miriam, y después que una celebración sin comida no era una celebración de verdad, así que sumamos la merienda al plan.

Todo suena demasiado raro, pero he ido cediendo y, animada por la cantante, me lo he tomado como si fuera su segundo cumpleaños del año. Además, estoy más que acostumbrada a que a Iván se le ocurran ideas sin sentido y sé que le encanta que vaya a pasar las tardes con él, sobre todo ahora que suelo llevar de compañía a cierta rubia. Él nunca habló de que tenía que llevarle un regalo, pero ya que vamos a celebrarlo, qué menos que envolver un detalle.

En el trayecto en coche, le pido a Miriam que me cuente qué tal la mañana porque sé que iba a estar liada. Me dijo que iba a ir al estudio desde primera hora y que antes de recogerme a mí para ir a la residencia tenía una entrevista en la radio. Eso es algo que últimamente me pone nerviosa. Desde que volvimos de Galicia con la relación oficializada hace algo más de una semana, aunque no hemos gritado a los cuatro vientos que estamos juntas, no hemos dedicado tantos esfuerzos a ocultarnos, lo cual supone que tarde o temprano llegarán las preguntas, las fotografías y los titulares.

No me da vergüenza ni reparo que sepan que estamos juntas, pero poco a poco irán investigando y descubriendo cosas sobre mi vida y eso sí que me desestabiliza. Miriam dice que puede que los detalles sobre el accidente nunca lleguen a salir a la luz y que, si lo hacen, nadie me va a culpar de lo que pasó. Y tiene razón. Nadie me culpará, excepto yo misma. Eso lo tenía muy claro en mis comeduras de cabeza antes de empezar oficialmente a salir con ella, por eso entendí que la única forma de superarlo sería ir al psicólogo de nuevo. Tan solo llevo un par de sesiones, pero puedo confirmar que haber comenzado con ellas me hace bien, igual que lo hace intentar dejar de guardarme todo para mí y compartir mis sentimientos con Miriam.

Dos versos enredados. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora