5. Sorpresas.

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- ¿Quién llega tarde esta vez? – Comenta Efrén con una sonrisa burlona en cuanto abro la puerta de su coche, en el que me espera bajo el portal.

- He llegado un minuto tarde, hermanito.

- Mucho para ti. – Me ofrece su mejilla para que le de un beso y le correspondo rápidamente. No le falta razón, porque suelo estar en cualquier cita con antelación. Soy de esas personas que sienten que llegar a la hora exacta es llegar con el tiempo justo. – ¿Todo bien?

- Sí, sí. – Disimulo girando ligeramente el cuerpo para abrocharme el cinturón. – Es que tenían el baño ocupado y no podía ducharme.

Esas son mis palabras, pero la realidad es que mi cabeza no dejó que me durmiera hasta pasadas las cuatro de la madrugada. La noticia que me había dado Lucas el día anterior me había tenido en vela prácticamente toda la noche. No paraba de hacerme preguntas y, por más que intentara dejar la mente en blanco y acompasar mis respiraciones, conciliar el sueño fue imposible. Por eso cuando ha sonado el despertador a las ocho y media de la mañana he decidido apagarlo y quedarme en la cama un ratito más.

El martes va a ser un día agitado. A primera hora tengo sesión con la fisioterapeuta, y el resto de la mañana hay que hacer algunas gestiones en la oficina de la discográfica de las que no me puedo librar. Por la tarde habrá un ensayo con la banda, que en teoría iba a ser por la mañana, pero tuve que desplazarlo para acudir a la consulta. Calculo que la cosa se alargará y finalmente llegaré a casa cuando prácticamente sea la hora de cenar para tomar algo ligero y acostarme pronto.

Deduzco que somos la primera cita de Silvia en todo el día, porque cuando llegamos al piso está vacío. Ni siquiera nos recibe la recepcionista que lo hizo las otras veces. Es ella misma quien abre la puerta con su sonrisa de oreja a oreja y nos hace pasar directamente a su sala.

- ¿Qué tal esa rodilla? ¿Afectada por la carrerita del domingo? – Pregunta, tras pedirle a mi hermano que tome asiento y a mí que me prepare para el masaje.

- ¿Qué carrerita? – Salta mi hermano curioso. Y con toda la razón, porque con el mal día que pasé ayer se me había olvidado por completo hablarle del concierto. No contarle algo a mi hermano algo es lo peor que puedo hacer, ya que luego siempre tiene miles de preguntas en la manga.

- Me enteré de que le gustaba Lola Índigo y el domingo fuimos al concierto. – Mi hermano frunce el ceño. Me conoce y sabe que no es propio en mí hacer planes con una persona a la que conozco de dos ocasiones contadas, pero le esquivo la mirada con la excusa de quitarme el pantalón.

- ¡Fue una pasada! – Exclama ella. Después, camina hacia donde estoy y me toma del antebrazo para que le preste atención. Que esté de pronto tan cerca y observándome con tanta ternura me bloquea un poco. – Con todo el lío y la cara de cuadro que se me quedó cuando me enteré de que erais amigas se me olvidó darte las gracias, Miriam.

- No me las des. Además, ya te has ganado tú solita la invitación a cualquier concierto, porque a Mimi le caíste genial.

- Hace mil que no veo a Mimi. – Aporta mi hermano, haciendo que la chica me suelte y vuelva a ponerse en marcha. Se da la vuelta y coge un par de botes de crema de una de las estanterías de la habitación.

- Que sepas que te lo agradeceré como es debido. – Continúa Silvia, aún dándome la espalda. – Tengo que hacer un plan que esté a la altura del concierto, pero no tengo ni idea de cómo, la verdad.

- Lo difícil no es el plan, sino encontrar un hueco en su agenda. – Vuelve a apostillar Efrén, ganándose la risa de la castaña. – Este finde tienes que ir a Jaén. – Me recuerda.

Dos versos enredados. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora