7. Teletransportarse.

1.5K 106 60
                                    

- ¡Esto es lo último! – Informa mi hermano, dejando en el suelo del salón una pesada caja de cartón. – No me había dado cuenta de que tenías tantas cosas en mi casa hasta hoy.

- Es lo que tiene vivir en una habitación en la que solo cabe un sofá-cama.

Al final hemos tardado más de lo esperado en hacer el traslado de mis cosas de una casa a la otra. Entre el teclado, un par de guitarras y unas cuantas cajas con ropa y otras muchas cosas, nos ha llevado bastante tiempo cargar con todo hasta el coche, descargar y subirlo al nuevo piso.

Además, en esta zona es complicado aparcar, así que mi hermano se ha tenido que quedar en doble fila sacando las cosas del maletero y dejándolas en el portal, mientras yo me encargaba de subirlas en el ascensor hasta casa.

- ¿No está Mimi? – Pregunta, escrutando la estancia con la mirada. Él mismo deduce la respuesta negativa. – Qué pena. Tenía ganas de verla.

- Un día te pasas y cenamos juntos o algo. – Propongo. – Ahora que vivo aquí será más sencillo.

- Genial. – Efrén camina hasta el sofá y se deja caer en él bruscamente, llevándose por ello una de mis regañinas. – Anda, dame algo de beber que estoy muerto.

Miro el reloj en mi muñeca, que me confirma que se me ha hecho tarde. Han pasado hace poco las siete y aún tengo que ducharme, cambiarme y llegar hasta Tirso de Molina, donde he quedado con Silvia. No es que la parada de Metro me pille lejos, ni siquiera me llevará quince minutos llegar hasta allí, pero aún no he elegido ni lo que voy a ponerme y apenas faltan un par de horas.

Mierda. No le he dicho a mi hermano que tengo planes, y mucho menos aún que los tengo con ella. Después de la charla que tuvimos en la consulta cuando salió para hablar por teléfono, tenía que haber aprendido y habérselo contado de primeras. Solo pretendía evitarme preguntas. No quería ocultárselo, sino contárselo cuando ya hubiera pasado. Pero hemos perdido mucho tiempo con la mudanza y ahora no puedo no decírselo.

- Efrén, es que he quedado. – Finjo tranquilidad agachándome para coger la última caja que ha subido y llevarla a mi habitación. Sin embargo, aunque no le miro, noto cómo se echa hacia adelante y me analiza. Está esperando a que sea yo la que le cuente con quién. - ¿Te acuerdas de que Silvia estaba preparando un plan? Pues es hoy a las nueve.

- Ah, ¿sí? ¿Qué vais a hacer?

- Ni idea. No me lo ha querido decir.

- Qué bien. – Se pone de pie y, contra todo pronóstico, no sigue con reproches ni con un discursito como el del otro día, lo cual me quita un peso de encima. Dejo la carga sobre mi cama y, cuando salgo, mi hermano está cerca de mí con una sonrisa.

- ¿Qué pasa?

- Qué estoy feliz. – Él da un par de pasos para quedar cerca de mí. Así puede levantar la mano y acariciarme la mejilla con ternura. –Hace poco jamás se te hubiera ocurrido quedar con alguien que conoces de cuatro días contados para ir a un sitio que tampoco sabes cuál es. Eres desconfiada por naturaleza. – Lo último que dice hace que los dos nos riamos. – No sé, Miriam. Pero me gusta. Que salgas, que conozcas a gente, que hagas amigos. – Detrás de sus palabras hay un poco de Pablo y de superar lo que me hizo, estoy segurísima.

- Al final, las mejores cosas que me han pasado han sido gracias a salir de mi zona de confort. – Me refiero especialmente a apuntarme al mayor casting musical de nuestro país para pasar meses en una academia con cámaras que retransmiten contenido en directo durante gran parte del día.

- Además, si te sirve de algo, Silvia me cae muy bien. Creo que podéis llegar a ser buenas amigas.

Nos despedimos sin entretenernos más y me pongo manos a la obra. En menos de una hora tengo que estar vestida, peinada, maquillada y saliendo por la puerta. Más me vale darme prisa. Mientras estoy bajo el chorro de agua caliente voy barajando las distintas posibilidades respecto al look, lo cual se me hace bastante complicado sin conocer el destino. No sé si debe ser formal, informal o me tengo que poner un simple chándal. Me pone de los nervios no tener todos los cabos atados.

Dos versos enredados. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora