2

508 54 159
                                    

Teru consiguió un vaso de la cocina de la escuela para preservar la frescura de la flor, sintiendo que había mucho más que decir, que había mucha más intención en ella.

Que no solo era una flor.

Era alguien.

Era una persona intentando darle un regalo, alguien diciéndole como lo veía, alguien siendo sincero, que es lo más importante.

Acarició un pétalo cuando por fin, después de estar toda la mañana mirando el vaso que había colocado en la ventana, sonó la campana.

-¿Tanto te gusta la florecita?- preguntó Arata, mirándola fijamente. Teru hizo un sonido que no supo como tomar.

-Quisiera cuidarla más, pero se va a secar después, ¿no?- Arata casi quiso decirle que no, que era inmortal, que no pasaría nada. Era como ver a un niño viendo a su pez dorado enfermo dar paseos dentro de su prisión de cristal, entregando sus últimos alientos.

El castaño sonrió con una ternura invisible, negando con la cabeza, descontrolando sus mechones hasta la mandíbula.

-En fin, ¿Quieres venir conmigo a la floristería? Hoy tengo un turno. Puedes pedir consejos, o pedir más azucenas, como quieras.

Teru lo miró esperanzado.

-¿Puedo?

-Ayer adelantamos el trabajo del consejo. Obviamente te estoy invitando porque puedes.

Teru miró casi con asombro el frente de la floristería, que gracias a sus enormes ventanales se podía ver un increíble variante de colores y verdes.

Arata se dio la vuelta, pues se había levantado.

-¿Nunca viste una floristería?- Teru lo miró con un gesto en blanco, neutral, sin pensar en nada realmente.

-Se ve demasiado... sofisticada para que trabajes aquí, sólo eso- Arata frunció el ceño con falsa ofensa, reposando sus dedos sobre su pecho- Eres demasiado libre para encajar en algo así.

-La familia dueña de éste lugar es mi vecina desde que me mudé hace unos años- frunció los hombros con simpleza mientras le hacía una seña para que lo siguiera- Ellos necesitaban gente, y el dinero no viene mal a nadie.

Teru asintió, comprendiendo la situación rápidamente. Eso le decía que Arata había comenzado a trabajar ahí por mera bondad y compañerismo.

El castaño sonrió al ver fruncir el ceño a una chica con una coleta desordenada cargando pesadas bolsas.

La joven los miró por dos segundos.

-Mañana es San Valentín y tú estás llegando demasiado tranquilo, Arata- él sonrió, y después miró al rubio a su lado.

-Mirai es una de mis jefes, y la carreta que carga abono, macetas grandes, tierra, semillas. Es un gorila disfrazado de mujercita- explicó con seriedad mientras sonreía.

-Voy a bajar tu sueldo- amenazó.

-Lo siento, los estoy estorbando- se disculpó el joven exorcista antes de que Arata contestara.

La chica, con ambos brazos sosteniendo las bolsas, le sonrió casi invisiblemente.

-¿Eres un cliente, Minamoto-senpai?- el chico parpadeó- Vamos a la misma escuela. No importa demasiado, pero todos te conocen.

Flowers Of Grateful | Minamoto TeruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora