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Mirai parpadeó con estupefacción. Sin siquiera estar segura de lo que había hecho.

---Lo siento--- espetó, revolviéndose el flequillo con una mano rápidamente, como si eso tuviese algo que ver.

---Ah... bueno, en realidad, yo no lo siento tanto--- admitió Teru, que estaba de nuevo recostado sobre el pasto. Los latidos de su corazón eran tan fuertes que sentía que le bombeaba sangre erróneamente a la herida que tenía en el torso.

Si es que eso tiene algún sentido.

Mirai simplemente lo miró fijamente.

---Es que no te pregunté, ni te pedí permiso, ni hice nada. Y tampoco hice nada para ganarme ni tu atención ni tu cariño.

Teru sonrió ante la falta de sentido de las palabras de Mirai y, así como estaban en aquel momento, donde él la veía desde el suelo porque le costaba mucho levantarse por el dolor punzante de la tensión de su cuerpo en las heridas, y donde ella se encontraba sentada en el pasto con la cabeza gacha, mirándolo con miedo, como si tuviese pánico de verse mal.

---Si eso es así... Quizá sea que yo me pienso mucho las cosas, y lo siento--- comentó Teru, con una sonrisa. Evitó la mirada de la muchacha, porque le parecía que iba a decepcionarla--- A mí nunca me lastiman en ningún exorcismo. O sea... Nunca me lastimo, como, nunca.

---¿Y qué hiciste que ahora sí?

---Pensé en qué pensarías de mí si te enteraras de que, en vez de ir a un café con amigos o salir a un parque de diversiones con Tiara, así es como en realidad se ve mi vida.

---¿Cómo?

---Como si el príncipe brillante que todos piensan que soy, no existiera. Y sólo quedase un...--- Teru se lo pensó. Pero no encontraba ninguna palabra en especial.

---A mí me gustas aunque seas un bárbaro sanguinario que no puede vivir sin patear... no sé que son, ¿Espíritus?--- dijo Mirai como si de un veredicto sagrado se tratase. Con un rostro completamente serio y responsable de sus acciones.

El muchacho cerró los ojos con fuerza en el instante en que sus palabras cruzaron su mente, porque nunca había sentido el impulso de reír con tanta fuerza como en aquél momento.

---Oye, no te rías o se te va a salir el hígado.

---El hígado... está... más abajo, pero gracias por preocuparte--- intentó decir él, cubriendo la mitad de su rostro con una mano, apretando los labios con fuerza. Conteniendo una carcajada estruendosa--- Por favor no hables, no hables más. Se me va a salir algo si me llego a reír más fuerte.

---Y te vas a quedar ahí hasta que te fundas y seas un sólo cuerpo con el pasto y la tierra pisoteada por adolescentes. Que sabrá Dios dónde han tenido los pies.

---¡Basta! Por favor, siento que me voy a desarmar--- se descubrió los ojos para taparse la boca con la misma mano, y encontró el rostro de Mirai a no más de diez centímetros del suyo mismo y, como si no fuera poco, con su dedo indice sobre su pecho... Acusándolo completamente.

---Pues te lo mereces, señor Exorcista, a ver si así sigues teniendo ganas de que te apuñalen y te corten entero.

Teru se quedó callado.

No porque le diera miedo saber de nada en particular, o porque le asustara Mirai. Sino porque estaba sintiendo que su corazón le pedía que... bueno.

---¿Me das otro beso?--- preguntó Teru.

---¿Tú no te puedes mover o qué?

---No, la verdad es que si me muevo mucho se me va a salir el hígado. Eso sí que será tu culpa.

---¿Estás intentando manipularme? Así que, al final, así es el Príncipe de Kamone--- dijo Mirai, con una sonrisa burlona, antes de darle un corto beso en la nariz.

Y Teru la miró con ilusión, pero al mismo tiempo, sus ojos le habían dado una clara nota de que estaba pseudoarruinando sus sueños de besarla nuevamente. Así que Mirai comenzó a sentirse mal.

Pero, en vez de respetarse físicamente, Teru colocó sus codos para, de alguna forma, llegar al rostro de la muchacha con más facilidad.

Mirai no se hubiese quejado, de no ser porque el muchacho parecía que iba a explotar de tantos temblores, así que lo posó sobre el suelo con sus manos nuevamente, para que no se llegase a herir.

---Oye, que no me parece un buen negocio si a cambio de hacerte el romántico, te mueres.

---¿No te gustó?

Mirai frunció el ceño.

---Se notaba a leguas que te estabas aguantando una tos de dudosa procedencia médica. No te vayas a mover o voy a atarte con los cordones de mis zapatos de gimnasia.

---Pero...

---No, ningún pero, hombre. Que la última vez que dudaste, me estás contando, te apuñalaron--- espetó Mirai con una sonrisa ciertamente cínica--- Te ayudaré a ponerte de pié, pero tienes que hacerlo de a poco, ¿Está bien?

Teru se quedó callado, porque le daba miedo hablar.

Pero, de todas formas, si la chica que te gusta se ha dado cuenta de que te ibas a abrir una herida mientras la besabas, por accidente. No sé, tú dime, ¿Qué tanta dignidad puedes tener encima?

---Sólo si me aceptas una cita, Mirai.

---Sólo si me prometes no volver a tener ningún encuentro raro, por lo menos hasta que sanes completamente, Princeso. Que después, cuando estás en apuros, la que tiene que salvarte de la torre del dragón soy yo.

---¿Te gustan los cuentos de hadas? A mi hermana también, seguro que le caes bien. Es más, podríamos ir con ella a...--- sintió que le levantaban ligeramente por la espalda, doblando a la mitad el peso de su torso que, nunca se había sentido así. Por otro lado, por más que sintiera que lo estaba interrumpiendo, se preguntó si así se sentirían las mujeres embarazadas cuando sus parejas les hacen el favor de sostener algo de peso por ellas--- ¿Qué haces?

---Ah, te levanto, ¿No lo ves, Teru?

---Pero no te prometí nada.

---Ya, pero de todas formas quiero salir contigo, así que... Arriba.

---Oh... está bien--- dijo él, con una sonrisa que esperaba que ella viera, aunque Mirai estaba detrás de su espalda, cargando con algo del peso que le atormentaba a su pobre cuerpo herido.

***

Flowers Of Grateful | Minamoto TeruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora