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Como todo lo bueno de ésta vida, acabó; y su miedo más grande del momento se hizo realidad: Teru tenía que volver a casa.

Arata le dió la razón y optó por acompañarlo, cuando salieron, el frío les golpeó la nariz.

Ya no olía a tabaco extraño y flores, olía a noche. Extrañaba un poco el aroma, aunque no le gustaba mucho.

-Miyabi fuma cigarros de limón, ¿No?--- Arata asintió, sonreía mientras lo miraba.

---A nadie le gustan, pero a ella sí. Tienen menta, también. Siempre intentaba quitarles el cigarro cuando estábamos en secundaria, pero son los tres idiotas--- Teru sonrió. Si tuviera un defecto que lo destruyera y Arata lo notara... ¿le cuidaría de esa forma?

---Miharu tenía aroma como a... rosas, o algo extraño como eso--- el muchacho opuesto soltó una carcajada, asintiendo.

---Ese idiota es más creativo, mezcla tabaco con otras cosas, así que lo consume en menor medida. Digno de un atleta, supongo.

---Es verdad, atletismo. Está en el club de su escuela.

Arata asintió.

---A veces corre en carreras, podemos ir a verlo todos juntos alguna vez, sería muchísimo mejor si no fumara, pero es...--- Teru lo interrumpió.

---Un idiota--- afirmó seguro, pues su amigo ya lo había repetido muchas veces. Luego, recordó que estaba siendo irrespetuoso con personas que apenas conocía--- Oh, perdón, no quería decir eso.

Arata lo codeó con fuerza, amistosamente, haciéndole dar un par de pasos al costado.

---¿Bromeas? ¡Eso quiere decir que les tienes confianza!

La sonrisa tan amplia del muchacho le parecía hermosa, de cierta forma, no siempre lo veía sonreír tanto. Solía estar con chicas seguido, pues era bastante femenino a diferencia de otros chicos, por lo que les llamaba la atención. Les sonreía con calma, pero ahora sonreía con eufória, y era algo diferente.

Teru sonrió mientras se aclaraba la garganta.

---Bueno, no... distingo qué es lo que fuma Mirai--- Arata sonrió.

---Si alguna vez quieres hacerla feliz, regálale una cajetilla de éstos--- le extendió una cajetilla, casi llena, de cigarros--- Éstos son los que fuma.

Lejos de preguntarse por qué tenía una cajetilla casi llena, si no fumaba, agradeció a Arata y comenzó a buscar el sabor de los cigarros.

---No tienen, son una cosa fea que ni a ella le deben gustar.

---Acabas de decir que le gustan.

---Ya, pero no lo sé realmente, los fuma porque es viciosa creo. No sé si le gustan realmente, se decidió a fumar y ya nunca paró. Se controla, pero... los fuma porque son los primeros que encontró, si no me equivoco.

Teru los miró por un momento.

---Quedatelos. No te los fumes, úsala de adorno o guarda dinero dentro.

El rubio agradeció, aunque realmente no le interesaban.

---A todo ésto, ¿Y tú por qué los tienes?

Arata le sonrió sin decir nada.

---Ese imbécil...--- se quejó Mirai. Frunció el ceño, sosteniendo el papelito entre sus manos.

"Lo siento, cariño. La vida es injusta, y para obtener el contacto del Principito de tu reino, te toca ceder algo de tus tesoros.

De nada, por la comida".

Frunció el ceño con más fuerza, genuinamente molesta. Suspiró.

---¿Alguno me da uno?--- dijo, más específicamente a su hermana, no confiaba realmente en lo que fuere que fumara Miharu.

---Era el último--- le dijo con una sonrisa penosa, Miyabi--- Pero, hey, tienes su contacto, el adoptado tiene razón.

Mirai sentía que le costaba respirar, y el tragar le parecía extraño. A veces le pasaba eso cuando fumaba en sus primeras veces pero, para ser honesta consigo, la imagen del rubio conseguía sofocarla mucho más de lo que cualquier cosa podría.

Esa noche apretó los ojos con fuerza antes de dormir, porque simplemente le costaba pensar en algo que no fuera enviarle un mensaje... pero, no estaba segura de nada, realmente.

Despertó, pero ni siquiera abrió los ojos.

La alarma dejó de sonar tras diferentes intentos de frotar el dedo de abajo hacia arriba en la pantalla de su celular, sin éxito.

Respiró, oliendo el aroma familiar de sí misma en su almohada. Creía que a veces odiaba su persona y también su olor, pero por la mañana, el aroma de su shampoo o de su piel le parecía lo más acogedor del mundo.

La alarma sonaba muy temprano, había que sacar algunas plantas fuera en el día mientras estaban en la escuela.

Se colocó el vestido que creía que no le quedaba bien, pero su contextura era mediana, y con los ajustes que le habían hecho, le parecía que lo usaría mientras fuera necesario por una cuestión de respeto.

Lo había ajustado su abuela, ella no era muy buena cosiendo, ni tampoco le gustaba realmente. Pero a Mirai le gustaba mucho su abuela, así que siempre elegiría usar algo mal hecho que había sido un regalo de la mujer que se había hecho cargo de su vida, mientras otros habían elegido abandonarla...

Abandonarlos.

Se estiró una vez estuvo dentro del uniforme, pensando en qué era lo que podría darle al joven príncipe.

Recordó que había estado en su cocina, y que la había visto fingir una buena postura en pantalones de trabajo y una camiseta con un agujero en la cintura... fumando. De seguro a un chico tan bonito como él no le gustaban las chicas que expulsaban humo por la nariz y que usaban ropas con diseños extravagantes por cortesía del uso continuo.

Cuando bajó a la cocina, oyó la puerta cerrarse, seguida del menor de los tres apareciendo con una sonrisa y su uniforme mal acomodado.

---Esa chaqueta azúl te queda bonita.

---Parezco Doraemon.

---A mí me gustaba Doraemon--- aclaró, tomándose un poco personal el comentario, Mirai. Bebió un sorbo del té.

---A mí también, pero mi abdomen no es redondo, ¿No? Yo soy mejor--- tomó lugar cerca de Mirai, sintiendo el calor del agua recién hervida, notando el frío que existía fuera.

Mirai alzó una ceja, mientras tomaba uno de los mechones largos de Miharu para estirarlo para fastidiarlo.

---No te metas con el gato cósmico, amigo. Nunca te he visto sacar dinero de la pancita, no te compares cuando no tengas oportunidades de ganar.

Miharu sonrió, orgulloso. De hecho, sabía bien dónde debería atacar.

---Y... ¿Qué regalo vas a darle hoy?

Mirai lo observó.

---Se ve guapo hasta comiendo hamburguesas, yo creo que tendré sobrinos muy lindos. Personalmente, lo apruebo--- la muchacha dejó la taza en la mesa, y lo miró fijamente con hostilidad--- Está bien. Si a ti no te surge la oportunidad de conquistarlo, lo haré yo y así tendré por fin un príncipe azúl.

---No, vete. Consiguete el tuyo.

Mirai sólo escribió en la servilleta más cercana una forma de plantar fresas, porque... a todo mundo le gustan las fresas.

A Mirai, a veces, le hubiese gustado ser una fresa.

Flowers Of Grateful | Minamoto TeruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora