Capítulo 23. Captura Y Familia

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Año 850

Pasaron dos semanas desde la repentina partida de Levi. Petra y su padre se habían instalado en un pequeño establo alejado de la zona urbana; y evidentemente procuraron mantener un perfil bajo en todo momento.

Pero ya entrada la tarde de ese día, alguien ya se encontraba revisando el lugar, buscando a alguien a quien interrogar. Tocaron la puerta de la pequeña casa que acompañaba al establo y el padre de Petra decidió abrir.

-¿Sí? -preguntó el señor Ral dirigiéndose a quién se encontraba frente de él- ¿puedo ayudarle en algo?

-Gracias por tomarse la molestia de hacerme esa pregunta, en realidad sí, sí puede ayudarme, y lo va a hacer -dijo entrando pasando de largo al señor Ral y buscando con la mirada algo dentro de la casa.

-No quisiera ser grosero, pero no puede entrar así.

-No viven aquí, ¿cierto? Todos los muebles están empolvados.

-Me temo que tendré que pedirle que se vaya -dijo el padre de Petra acercándose a él.

El sujeto rió y lo tomó del brazo deteniendo sus pasos.

-Soy de la policía militar, usted y su hija no podrán librarse de nosotros tan fácilmente. Que por cierto no veo señal de ella.

Hizo una seña con la mano y un grupo de personas comenzaron a entrar a revisar el área.

-No sé qué quiera o necesite de nosotros, pero pierde su tiempo, no tenemos información que le sea de utilidad.

-JAJA... ¿Información? No, no, no. Está claro que no me interesa lo que tengan planeado decirme. Lo que yo quiero es un señuelo...

-Señor, encontramos a la chica.

Dijo una mujer alta y rubia arrastrando detrás de sí a Petra.

-Vaya, Vaya. Eres mucho más linda de lo que imaginé.

Petra se limitó a mirar el suelo mientras se abstenía de dirigirle la palabra.

Haciendo otra seña, el grupo de personas que había entrado comenzó a salir de la estancia llevándose con ellos al señor Ral.

-¡¿Qué hacen!? ¡No se atreva a hacerle daño! Se va a arrepentir, no sabe con quien se mete... -gritó su padre antes de ser golpeado y noqueado por dos de los acompañantes del misterioso sujeto.

-Muy bien, te notas incómoda -se acercó a ella y la tomó en sus brazos para depositarla en un sillón.

Petra tenía una mueca de asco, disgusto y molestia indiscutible. Pero no quería forcejear o hacer algo que la autodañara físicamente.
Justo después de dejarla en el sillón, tomó la mano donde llevaba puesto el anillo que Levi le había dado. Lo observó con atención y levanto la vista para mirarla a los ojos confirmando lo que minutos antes comenzaba a dudar.
El sujeto tomó una silla y se sentó delante de ella.

-Bien, hablaremos. Si no dices nada pues bueno, tendrás que limitarte a escuchar a este viejo.

Petra ni siquiera lo miraba, mantenía la mirada baja conteniéndose y evitando mostrarse vulnerable.

Confusión entre el amor y el respeto. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora