La luz del sol se colaba por las rendijas de la persiana. Abrí los ojos lentamente para darme cuenta de que había abandonado mi cama para entregarme con los brazos abiertos al suelo del salón, encima de una manta bastante acolchada. Solo de pensar lo que me iba a doler la espalda ese día hizo que me subiese hasta fiebre.
Los restos de la noche anterior estaban por todos lados del salón. Vasos por el suelo, platos medio vacíos sobre la mesita pequeña que teníamos frente al sofá... Y la botella de vodka, por supuesto; esa botella de vodka sin una gota en su interior que nos habíamos bajado las tres hacía tan solo unas horas. Botella de vodka que acabaría en el contenedor verde, por supuesto, que reciclar es responsabilidad de todos y Tefi llevaba ese tema a rajatabla.
El juego de las preguntas se alargó bastante y, conforme el alcohol iba creciendo en nuestra sangre, también lo hacía la desvergüenza en nuestras palabras. Nos reímos de todo, hablamos sin tapujos, compartimos nuestras experiencias sexuales, confesamos nuestros secretos... o bueno, casi todos, y contamos historias y vivencias de nuestra tierna juventud. ¿Qué? ¿Sueno a mujer mayor narrando batallitas? Pues esperad a que os cuente cómo fue la primera vez que llevé un cigarrillo a mis labios, porque un poco más y del asco casi eché el hígado tosiendo. Sí, delante de un grupo de gente y sí, Tefi me echó la bronca después por probar el tabaco dejándome llevar por lo que pudieran pensar ellos en vez de por lo que yo quería hacer en ese momento. Ella siempre había tenido las cosas claras y en cierto modo yo siempre había querido ser un poco más Estefanía y un poco menos Alejandra en ese sentido.
Gracias a las confesiones y al tonto juego de los chupitos, pude conocer un poco más a Miriam. Ella provenía de una familia pudiente. Sus padres siempre habían tenido dinero, no es que fuesen millonarios ni nada de eso, pero sus trabajos habían permitido que viviesen sin preocupaciones y pudiendo pagar la universidad de sus hijos sin tener que empeñarse con bancos para ello.
Le encantaban los animales en general y los perros en particular. Llevaba tiempo queriendo adoptar a uno que estuviese buscando familia después de haber perdido, de anciano, a su pequeño Chiqui hacía un par de años, pero por culpa del trabajo y del tiempo que le quitaba lo había estado aplazando sin fecha fija.
Adoraba las magdalenas, tanto hacerlas como comerlas, y según ella no había sabor o receta en internet que no hubiese probado a hacer en su casa. En ese mismo momento pactamos una futura merienda de las tres degustando, a ojos cerrados, diferentes creaciones suyas para ver si acertábamos el sabor. Que a nosotras lo que viene siendo quedar para comer nos encanta. ¿A quién no?
Tenía dos hermanos mayores que ella, gemelos para más señas. Ella había sido toda la vida la princesita de papá, pero eso no siempre es bueno precisamente. En cierto modo agradezco que los efectos de la desinhibición del alcohol hiciesen mella en Miriam porque así pude saber, entre otras cosas, que ella se había sentido con la responsabilidad toda su vida de cumplir las expectativas de su padre.
Y no sabría decir muy bien si fue el hecho de escucharle hablar de su familia, los chupitos que llevaba encima o la herida de mi corazón que comenzaba a sanar, pero me sentí cómoda para abrirme y hablar de mi infancia y de mis padres sin derramar lágrimas de tristeza, sino dibujando en mis labios una pura y perpetua sonrisa de agradecimiento por la vida que me habían dado y por todo lo que habían hecho por mí hasta su repentina partida.
Me levanté como pude del suelo y me giré para ver a Miriam tumbada bocabajo en el sofá y aún durmiendo como un lirón. Tefi, sin embargo, ya estaba sentada en uno de los taburetes de la cocina con un café en la mano y los ojos aún casi pegados del sueño. Tras bostezar y ahogar el ruido con mi mano, caminé hasta el taburete libre que había junto a ella y desde el cuál se podía ver perfectamente a la pelirroja de cabello planchado.
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Soy Diferente© [COMPLETA]
ChickLitA raíz del trágico fallecimiento de sus padres en un accidente de coche, Alex tiene que lidiar con la pérdida emocional mudándose a la gran ciudad y dejando atrás el pequeño pueblo donde ha vivido toda su vida. Junto a su amiga de la infancia Estefa...