─No, me niego. Tú sola allí no te puedes quedar te pongas como te pongas. ─La voz de Estefanía, Tefi para los amigos más cercanos, sonaba preocupada y triste a partes iguales. Y si había captado eso era, sencillamente, porque la conocía demasiado bien. Solo ella sabía de todos mis problemas y solo ella estaba para mí fuese la hora que fuese y pasase lo que pasase a mi alrededor. Era la mejor amiga que podría haberme acompañado a lo largo de mi vida.
Estefanía nació en mi mismo pueblo con tan solo doce horas de diferencia conmigo. Nuestras madres compartieron habitación en el hospital durante la recuperación antes de partir a casa tras dar a luz, y quizá por ese motivo o porque el destino sabe perfectamente lo que hace, desde entonces hemos estado unidas.
Las fiestas de cumpleaños las hemos pasado juntas año tras año, y menos mal, porque ella siempre ha sido más sociable que yo, además de tener una familia enorme; gracias a ser como es, nuestras celebraciones siempre han estado abarrotadas de gente entre conocidos y familiares.
─Pero, ¿cómo me voy a ir de aquí? No tengo dónde irme y no quiero dejar la casa vacía, ni las cosas de ellos aquí, ni...
─¡Anda calla! Sí, claro, fijo que te entra un okupa de esos en la casa... ─y en su voz se percibía perfectamente la ironía─. Alejandra, sabes que tengo razón. Ahora no es buen momento para que estés sola y yo aquí tengo una habitación libre.
─Pero no tengo con qué pagarte y tú necesitas el dinero. Si me dijiste la semana pasada que habías puesto un anuncio para buscar compañero de piso.
─Pues ya la he encontrado; es hora de retirarlo. Y no protestes más que la lío, ¿eh? Que pillo el primer tren al pueblo y te hago yo misma la maleta.
Hacía tres años que Tefi había tomado un rumbo diferente al mío. Ese día fue uno de los más difíciles de mi vida porque no solo tuve que despedir a mi mejor amiga, sino también a mi hermana. Soy hija única, así que Tefi era lo más cercano a un hermano que había podido tener jamás.
Tras estudiar económicas encontró trabajo en la capital. Le costó horrores, porque eso de encontrar trabajo no es nada fácil, pero ella tiene una fuerza descomunal. Por muchos "no" que recibió, siguió intentando buscar su puesto soñado mientras lo compatibilizaba con un trabajo de cajera en el supermercado del pueblo.
─Pero...
─Ni pero ni pera, te vienes para acá y si quieres, cuando estés mejor dentro de unos meses, te vuelves para el pueblo. Pero ahora no, y menos tan reciente.
─No quiero molestar, Tefi. Yo aquí estoy bien. Carmina ha sido muy atenta y dice que me ayudará la semana que viene a guardar todas sus cosas y...
─Sí, claro, la Carmina; la mujer más cotilla de todo el pueblo. Esa lo único que quieres es meter las narices donde no le llaman y ver qué tienen de ropa y guardado.
─Tenían ─susurro con la voz rasgada.
─Que no. Que tú allí no te quedas ─el silencio se hace en la conversación durante unos segundos─. Mira, Alex, ellos hubiesen querido que estuvieses feliz y continuases con tu vida. No se perdonarían jamás que acabases como Carmina, triste y sola en un pueblo casi sin gente. Sé que esa es tu casa y que estando allí los sientes más cerca, pero eso lo único que hará será que te hagas más daño. Tus padres te quisieron y te quieren con toda el alma estén donde estén, y siempre te cuidarán. ¿Qué te decía tu madre cuando eras pequeña y salías a jugar conmigo a la rambla?
─Sal a volar ─sonrío, aunque mis ojos dicen lo contrario.
─Pues eso, Alex, sal a volar y no te encierres en tu jaula. La casa seguirá estando allí para cuando vuelvas; y la cotilla de la Carmina también. Te lo digo yo, que vuelvo dos veces al año y el pueblo no ha cambiado en nada desde que me fui. Hazme caso, sal ahora mismo con lo que tengas puesto a la estación y pilla el billete ─oigo cómo se sienta y el asiento del sofá rechina.
─¿Con lo que tenga puesto? ─me miro a mí misma sin borrar la sonrisa.
─Sí, con lo que tengas puesto. Bueno, menos si es el pijama ese cochambroso que te empeñas en no tirar.
─¿El de las ovejitas?
─Sí, ese. Si lo llevas, cámbiate. Ponte un pantalón y una camiseta y pilla el billete. Cuando lo tengas me llamas y me avisas de la hora que llegas. Y pilla lo esencial, que cuando estés aquí ya pillaremos lo que te haga falta. Con que traigas un par de mudas y las cosas de baño, tienes de sobra.
─¿Eso solo?
─Sí, Alex. Existen las lavadoras y yo tengo una, ¿sabes? ─añade jocosa.
─Venga, vale.
─¿Sí? ¿En serio? No me engañes, ¿eh? No me digas ahora que sí para que no te dé más la chapa, y luego me mandes un mensaje dentro de una hora diciendo que al final no porque soy capaz de ir allí como te dije antes, ¿me has oído?
─Que no, que te voy a hacer caso. Te lo prometo.
Segundos después y tras las despedidas, ambas colgamos el teléfono y yo me quedé unos segundos escuchando el silencio de la cocina y observando cada rincón de la habitación. Ellos ya no estaban, se habían marchado para no volver; sus risas ya no sonaban mientras veían la tele y tampoco sus conversaciones con los actores dándoles la razón o avisándoles de dónde estaba el malo de la película. Ya no volverían a bromear entre sí ni a decirse sordo el uno al otro por no escuchar lo que se pedían desde la otra punta de la casa. No volvería a escucharles caminar a las tantas de la mañana de camino al frigorífico y tampoco el sonido de la olla mientras cocinaban. Ya no los oiría. Jamás; ni seguramente en mis sueños.
Me levanté de la silla y me dirigí hasta la habitación para buscar algo que ponerme y, tras quitarme el pijama de ovejitas, me vestí con un pantalón de deporte y una camiseta ancha. Pillé mi monedero, las llaves de casa y salí de ella cerrando la puerta de camino a la estación de tren. La decisión estaba tomada, y aunque dolía como cien puñaladas en el alma, sabía que era lo mejor que podía hacer.
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Soy Diferente© [COMPLETA]
ChickLitA raíz del trágico fallecimiento de sus padres en un accidente de coche, Alex tiene que lidiar con la pérdida emocional mudándose a la gran ciudad y dejando atrás el pequeño pueblo donde ha vivido toda su vida. Junto a su amiga de la infancia Estefa...